Enfadados por Navidad. La literatura airada regresa con fuerza en tiempos de crisis. Autores como Tom Robbins, Harry Crews o Edward Abbey desatan la ira en sus páginas.
Barcelona.
Lo
malo no es levantarse con el pie izquierdo, lo malo es hacerlo y que un
caimán te coma el pie y encima un maldito koala empiece a darte
puñetazos e insultar a tu madre. Si alguien se levanta así, la ira será
su humor habitual y lo proyectará a cualquier cosa. Como toda
experiencia humana, existe una literatura del odio, la ira y el mal
humor. Gente como Strinberg, Thomas Bernhard o Celine escribieron
siempre con el labio levantado y gruñendo, pero hay muchos otros, y en
estas navidades las editoriales se han puesto de acuerdo para
recuperarlos.
Otro escritor con historia terrible fue Harry Crews, que cuando era niño cayó en una olla de agua hirviendo y sobrevivió por los pelos. Después combatió en Corea, practicó karate y nunca quiso ser el alma de las fiestas. Aún así, escribió sin parar de los parias y desheredados con sentido del humor. La editorial Acuarela & A. Machado publica ahora su primera novela, «El cantante de Gospel», obra maestra de 1968 que, al igual que «El callejón de las almas perdidas», de William Linsay Gresham, otro escritor airado, nos sumerge en un circo de «freaks».
A veces, el mal humor está bien dirigido y tiene una víctima clara. Es el caso de Edward Abbey, icono de la contracultura y azote del capitalismo. La editorial Berenice recupera «La banda de la tenaza», sátira feroz protagonizada por cuatro quijotes empeñados en luchar contra las grandes compañías que están destrozando el desierto del oeste estadounidense. Su nombre incluso se pudo ver en los indignados que ocuparon Wall Street, que llevaban pancartas con la cita «Abbey vive». En realidad, no, murió en 1989.
Rebeldes con o sin causa
Desde Praga llega Ladislav Klíma, escritor admirado por Bohumil Hrabal que fue expulsado de la escuela por insultar al Estado y a todo el que se cruzaba por su camino. A principios de siglo XX escribió «Las desventuras del príncipe Sternenhoch» (Libros del Silencio), una crónica del odio y la rabia, siempre bajo un humor absurdo, a través de la triste vida de un príncipe tan feo como vanidoso. El resultado fue una obra maestra sobre la distancia que hay entre la realidad y lo que nosotros creemos de ella.Otro escritor con historia terrible fue Harry Crews, que cuando era niño cayó en una olla de agua hirviendo y sobrevivió por los pelos. Después combatió en Corea, practicó karate y nunca quiso ser el alma de las fiestas. Aún así, escribió sin parar de los parias y desheredados con sentido del humor. La editorial Acuarela & A. Machado publica ahora su primera novela, «El cantante de Gospel», obra maestra de 1968 que, al igual que «El callejón de las almas perdidas», de William Linsay Gresham, otro escritor airado, nos sumerge en un circo de «freaks».
A veces, el mal humor está bien dirigido y tiene una víctima clara. Es el caso de Edward Abbey, icono de la contracultura y azote del capitalismo. La editorial Berenice recupera «La banda de la tenaza», sátira feroz protagonizada por cuatro quijotes empeñados en luchar contra las grandes compañías que están destrozando el desierto del oeste estadounidense. Su nombre incluso se pudo ver en los indignados que ocuparon Wall Street, que llevaban pancartas con la cita «Abbey vive». En realidad, no, murió en 1989.
Por
último, la editorial Alfabia acaba de rescatar a Tom Robbins, autor
polifacético que era capaz de hablar de dinosaurios, el amor cortés o
los chihuahuas, todo con el mismo distanciamiento lúdico y rabia feliz.
«Naturaleza muerta con pájaro carpintero» es una magnífica manera de
entrar dentro de su fulgurante e airada forma de escribir. Y a estos
nombres habría que añadir a Donald Ray Pollock y «El diablo a todas horas»; Knut Hamsun y «El hambre»; y Allan Sillitoe y «Sábado noche, domingo mañana».
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