Después de las circunstancias que acabo de evocar, lo que sin duda alguna marcó mi vida entera fue el hábito de beber, que adquirí rápidamente. Los vinos, los licores y las cervezas, los momentos en que unos se imponían a otros o los momentos en que se repetían, fueron trazando el curso principal y los meandros de los días, de las semanas, de los años. Otras dos o tres pasiones, de las que hablaré, han ocupado casi continuamente un amplio espacio de esta vida. Pero beber ha sido la más constante y la más presente. Del escaso número de cosas que me han gustado y he sabido hacer bien, lo que seguramente he sabido hacer mejor es beber. Aunque he leído mucho, he bebido más. He escrito mucho menos que la mayoría de la gente que escribe; pero he bebido mucho más que la mayoría de la gente que bebe. Me puedo contar entre aquellos de los que Baltasar Gracián, pensando en un grupo de escogidos que identificaba sólo con los alemanes -siendo aquí muy injusto en detrimento de los franceses, como creo haber demostrado-, podía decir: "Hay algunos que no se han emborrachado más que una sola vez, pero les ha durado toda la vida".
"Los vinos, los licores y las cervezas...": la barra libre de Guy Debord en el 20 aniversario de su muerte
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on domingo, 30 de noviembre de 2014
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Guy Debord,
Panegírico,
Situacionistas
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Hoy se cumplen veinte años de la muerte de Guy Debord (30 de noviembre de 1994) y queríamos recordarle con algún texto de Panegírico - Tomos primero y segundo, la autobiografía sui genéris que nos dejó el más conocido de los situacionistas —que sirvió además de estreno de Acuarela en 1999 y reeditamos con el segundo tomo incluido en 2009 como décimo cumpleaños—. Es fácil presentar argumentos con los que defender la elección del fragmento que debajo reproducimos, donde se describe la afición de Debord al bebercio: el camino del exceso etílico es precisamente lo que le habría provocado las dolencias que le empujaron al suicidio. Pero no nos engañemos. Lo reproducimos porque nos encanta, sin más, y eso que el libro tiene donde elegir. ¡Ahí va ese brindis por Guy!
Ya tenemos "trilogía" en la biblioteca Crews
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on miércoles, 19 de noviembre de 2014
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literatura,
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Una infancia
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Con la publicación de Una infancia: Biografía de un lugar, son ya tres las bombas que hemos publicado de Harry Crews. Creemos que es para estar orgullosos de ello y por eso agradecemos tanto reseñas como la que incluimos debajo aparecida en El Periódico (originalmente publicada en EFE, en Barcelona). Nosotros lo hemos festejado encargando un cartel para la ocasión a Joaquín Secall, quien nos hizo las espectaculares portadas para El Cantante de Gospel y Cuerpo, y se encargó también del diseño de la portada de Una infancia sobre un dibujo de Michael McCurdy (además de muchas otras cubiertas en Acuarela Libros).
Acuarela Libros y A. Machado hacen renacer a Harry Crews
La editorial Acuarela Libros y A. Machado han editado Una infancia: Biografía de un lugar, la tercera traducción al español que publica del autor estadounidense ya fallecido Harry Crews.Cuerpo, transcrita al castellano en 2011, y El cantante de Gospel, en 2012, han sido los precedentes del público español sobre la visión que tenía Crews de la sociedad del consumo, la cultura y tiranía de la belleza y del sueño americano. Con esta última edición juvenil, publicada en inglés en 1978 y que ha sido la más aclamada por la crítica, Crews introduce a los lectores... (Sigue leyendo)
Miqui Puig y Acuarela charlan sobre reggae
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on lunes, 10 de noviembre de 2014
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bass culture,
radio,
reggae,
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Y aquí tenéis otro podcast radiofónico sobre Bass Culture, nada menos que Miqui Puig entrevistándonos (Javier Lucini) en su programa Can Tuyus, muy divertido.
Sound System FM entrevista a Acuarela Libros
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on sábado, 8 de noviembre de 2014
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bass culture,
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La emisión (14 06 03)
Bass Culture: llenando vacíos (reseña en indienauta.com)
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on miércoles, 5 de noviembre de 2014
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reggae,
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(reseña sobre Bass Culture de Raül Jiménez para indienauta.com)
Llevamos unos cuantos años de suerte. Pequeñas editoriales independientes con muy buen gusto y aún mayores arrestos se atreven a publicar obras magnas que parecían condenadas al olvido, o a rescatar talentos aún por descubrir. Son “la resistencia” en un mundo editorial que, sino fuera por ellas, estaría lastimosamente dominado por esas fiestas/galas de entrega de premios rebosantes de caspa y casta, donde se conocen los ganadores con un año de antelación. ¿Se me entiende, verdad?
En particular, el pequeño “sector” de los libros de música en nuestro país últimamente se está viendo gratamente alimentado por ambiciosos trabajos, dedicados a analizar estilos musicales, movimientos y/o escenas escasamente abordados, y por tanto empezando a subsanar el inmenso vacío que existe en España en lo que se refiere a la “historia de la música”. Sólo este año me vienen rápidamente a la cabeza el tremendo Energy Flash de Simon Reynolds (Contra) o el valiente La Distorsión Inteligente de Marcos Gendre (Quarentena), sobre la música electrónica o el post-hardcore respectivamente. Ahora, las editoriales Acuarela y Antonio Machado nos ofrecen este Bass Culture, centrado en desentrañar la historia del reggae. Con pelos —mejor dicho, rastas—, y señales.
Publicado originalmente en el año 2000, el primer acierto de (SIGUE LEYENDO)
Llevamos unos cuantos años de suerte. Pequeñas editoriales independientes con muy buen gusto y aún mayores arrestos se atreven a publicar obras magnas que parecían condenadas al olvido, o a rescatar talentos aún por descubrir. Son “la resistencia” en un mundo editorial que, sino fuera por ellas, estaría lastimosamente dominado por esas fiestas/galas de entrega de premios rebosantes de caspa y casta, donde se conocen los ganadores con un año de antelación. ¿Se me entiende, verdad?
En particular, el pequeño “sector” de los libros de música en nuestro país últimamente se está viendo gratamente alimentado por ambiciosos trabajos, dedicados a analizar estilos musicales, movimientos y/o escenas escasamente abordados, y por tanto empezando a subsanar el inmenso vacío que existe en España en lo que se refiere a la “historia de la música”. Sólo este año me vienen rápidamente a la cabeza el tremendo Energy Flash de Simon Reynolds (Contra) o el valiente La Distorsión Inteligente de Marcos Gendre (Quarentena), sobre la música electrónica o el post-hardcore respectivamente. Ahora, las editoriales Acuarela y Antonio Machado nos ofrecen este Bass Culture, centrado en desentrañar la historia del reggae. Con pelos —mejor dicho, rastas—, y señales.
Publicado originalmente en el año 2000, el primer acierto de (SIGUE LEYENDO)
Johnny Rotten y Don Letts de visita en Jamaica: en la Línea del Frente
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on martes, 4 de noviembre de 2014
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John Lydon,
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punk,
reggae
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Recientemente Diego Manrique recordaba en El País el divertido viaje que Johnny Rotten y Don Letts hicieron a Jamaica en busca de nuevos Bob Marley por encargo de Richard Branson, de Virgin, que utilizó muchos de aquellos fichajes para el sello Front Line.
Curiosamente, tenemos dos libros en los que se trata el tema: Bass Culture: la historia del reggae (de Lloyd Bradley) y Rotten: No Irish No Blacks No Dogs (de John Lydon, el cantante de los Sex Pistols y PiL), que estamos a punto de reeditar por tercera vez. Rescatamos a continuación parte de esos dos fragmentos (para quien no lo sepa, el anglojamaicano Don Letts fue el responsable de descubrir el reggae a muchos punks, al pinchar discos jamaicanos para amenizar los descansos entre concierto y concierto punk en el Roxy, ya que apenas había vinilos de punk británico publicados por entonces):
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Big Youth y Johnny Rotten |
JOHNNY ROTTEN Y EL REGGAE (FRAGMENTO DE ROTTEN)
LYDON: [...] El
reggae ya me gustaba antes de los Pistols pero Don Letts multiplicó
mi afición por mil con aquellas cintas que nos dio para la gira en
Estados Unidos. Ritmos hipnóticos en las carreteras del Sur. Es la
única música que puse en el autocar. Y si a Steve y a Paul no les
gustaba entonces, que lo hubieran dicho. De todas maneras la hubiera
puesto. Lo único que tenían eran los Stooges de Iggy Pop y los New
York Dolls, discos que había oído cincuenta mil veces. Ahora a Paul
le encanta el reggae, quince años después. A Sid le encantaba el
bajo del reggae. [...]
LYDON:
Tras la separación de los Pistols, Branson quería fichar a un
montón de grupos de reggae y la única persona enterada que conocía
era yo. Le dije que no podía ir solo, así que me llevé a dos
socios: Don Letts y Dennis Morris.
LETTS:
Una noche, a eso de la una, estaba en casa haciendo lo que hago
normalmente –escuchar discos de reggae– y me llamó John para
preguntarme si quería ir con él a Jamaica. Supongo que la razón
por la que me llamó era que yo era negro y tenía rastas, porque en
realidad yo nunca había estado en Jamaica. Por suerte tenía
pasaporte y unas cuantas horas después estaba en el aeropuerto con
una bolsa de plástico, un par de mudas y la cámara de súper 8.
LYDON:
No teníamos visados, porque no sabíamos que íbamos a pasar por
Miami, así que unos guardias armados nos escoltaron para coger el
vuelo de EE.UU. a Jamaica mientras Don y Dennis se preguntaban en qué
les había metido.
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Rotten y Letts |
LETTS:
Era la primera vez que iba a Jamaica y todo gracias a John. Fue un
viaje increíble. Para mí suponía viajar a mis supuestas raíces,
porque la verdad es que cuando aterricé todo lo que veía era tan
ajeno para mí como para John. Me quedé alucinado con todo lo que
veía y pensé: "¿Qué coño hago aquí?", mientras que
John estaba encantado con todo. En Jamaica conocí a un montón de
gente de la que había oído hablar durante años. Branson quería
que contratáramos a músicos jamaicanos y el rumor se difundió:
había un hombre blanco cargado de dinero en la isla. Absolutamente
todos los artistas que tenían cierto nombre excepto Bob Marley
fueron en éxodo hacia el hotel Sheraton de Kingston. Branson había
reservado una planta entera, y John y yo teníamos habitaciones
separadas. Conocimos a Big Youth, U Roy, I Roy, Burning Spear,
Abyssinians y Prince Far I, todos nombres míticos para mí.
LYDON:
Nos pasábamos el día sentados junto a la piscina comiendo langosta.
Costaba dos dólares y ni siquiera teníamos que pagar de nuestro
bolsillo así que pedíamos una tras otra. Los empleados del hotel
miraban consternados a Don.
–¿Un rasta que come marisco? ¿Un rasta que come langosta? –le decían.
–Fíjate en mi acento. Soy rasta, pero soy inglés. Es una cultura diferente.
–¿En serio? ¿Los rastas ingleses comen langosta?
Estaba prohibido que los rastafaris mostraran las trenzas, así que Don tenía que ponerse un gorro enorme. A los rastas les estaba prohibido entrar en el hotel pero como Branson estaba forrado había una enorme cola de ellos en busca de un contrato discográfico o unos cuantos dólares. Los del hotel detestaban la situación. Había montones de rastas alrededor de la piscina.
–¿Un rasta que come marisco? ¿Un rasta que come langosta? –le decían.
–Fíjate en mi acento. Soy rasta, pero soy inglés. Es una cultura diferente.
–¿En serio? ¿Los rastas ingleses comen langosta?
Estaba prohibido que los rastafaris mostraran las trenzas, así que Don tenía que ponerse un gorro enorme. A los rastas les estaba prohibido entrar en el hotel pero como Branson estaba forrado había una enorme cola de ellos en busca de un contrato discográfico o unos cuantos dólares. Los del hotel detestaban la situación. Había montones de rastas alrededor de la piscina.
LETTS:
Como estábamos en Jamaica quise ir a ver a mis abuelos, a los que no
conocía. ¿Y con quién fui? Con el capullo del señor Lydon en una
limusina Cadillac blanca con chófer en 1978, la peor época de
violencia política en Jamaica. Por la noche se oían tiros. El caso
es que fuimos a ver a mi familia en una limusina blanca, rumbo a la
dirección más extraña del mundo. Era algo así como "a la
izquierda cuando llegues a la montaña, a la derecha al ver el nido
del pájaro", etc. Aparcamos nuestro Cadillac enfrente de una
cabaña donde vivían mis abuelos, que al verme se quedaron
petrificados. Yo también estaba paralizado. Hubo un largo silencio
durante el que contemplaron la limusina blanca en medio del poblado
de chabolas. Mientras tanto, el conductor se puso a llenar el
maletero de mangos. Fue la situación más surrealista que he vivido
nunca.
–Soy Donovan, vuestro nieto de Inglaterra –les dije.
Me miraron como si fuera de otro planeta. Después miraron a John y luego se fijaron otra vez en mis rastas, que entonces se consideraban un símbolo antisistema en Jamaica.
–Bueno, vengo en un momento –dije.
Me metí en la limusina y nos fuimos. Nunca he vuelto a ver a mis abuelos. Me entristeció mucho. No fui capaz de hablar con ellos ni ellos conmigo.
John y yo conocimos a U Roy, el abuelo del estilo deejay. Allí la gente se levanta con el sol, así que nada más amanecer nos íbamos al patio trasero de U Roy y nos colocábamos a las ocho de la mañana. U Roy preparaba una gran pipa de hierba mezclada con un poco de tabaco. John les preguntó por qué lo hacían así y le contestaron que era mejor mezclado. Intenté fumar de aquella pipa enorme y enseguida me puse a toser como un condenado. Y aquí mi colega John coge la pipa y le pega la mayor calada de la historia. Me sentí avergonzado. Me humilló en mi propio terreno.
–Sí, Rotten buen rasta –le decía U Roy.
–Soy Donovan, vuestro nieto de Inglaterra –les dije.
Me miraron como si fuera de otro planeta. Después miraron a John y luego se fijaron otra vez en mis rastas, que entonces se consideraban un símbolo antisistema en Jamaica.
–Bueno, vengo en un momento –dije.
Me metí en la limusina y nos fuimos. Nunca he vuelto a ver a mis abuelos. Me entristeció mucho. No fui capaz de hablar con ellos ni ellos conmigo.
John y yo conocimos a U Roy, el abuelo del estilo deejay. Allí la gente se levanta con el sol, así que nada más amanecer nos íbamos al patio trasero de U Roy y nos colocábamos a las ocho de la mañana. U Roy preparaba una gran pipa de hierba mezclada con un poco de tabaco. John les preguntó por qué lo hacían así y le contestaron que era mejor mezclado. Intenté fumar de aquella pipa enorme y enseguida me puse a toser como un condenado. Y aquí mi colega John coge la pipa y le pega la mayor calada de la historia. Me sentí avergonzado. Me humilló en mi propio terreno.
–Sí, Rotten buen rasta –le decía U Roy.
LYDON:
No pude caminar ni hablar ni pensar durante dos horas. Fue una calada
de campeonato. Lo hice porque es lo que había visto en las portadas
de los discos. Le pegué una calada enorme pero después acabé con
la cabeza entre las manos.
LETTS:
Aquel día íbamos a una fiesta en la que U Roy se encargaba del
sound
system,
una enorme discoteca móvil. Recorrimos en coche unas veinte millas
colocados hasta las cejas. Mientras estaban montando el sound
system
John y yo nos sentamos bajo un árbol y nos quedamos fritos. No nos
despertamos hasta que todo había acabado. La fiesta duró seis horas
con música reggae al volumen más alto del mundo y nos lo perdimos
todo. U Roy vino a despertarnos y a decirnos que había sido una
buena fiesta pero que ya era hora de irse. Qué vergüenza pasé.
Todo el mundo se desvivía por ayudarnos, llevarnos a los sitios más
bonitos y darnos la hierba más fuerte. Recibí un curso intensivo de
cuatro semanas sobre mi herencia reggae.
Entonces Malcolm envió a Boogie Tiberi a Jamaica. Un día le vimos escondido entre los arbustos junto a la piscina del Sheraton con una cámara. Había estado grabando a John cuando estaba en el balcón.
Entonces Malcolm envió a Boogie Tiberi a Jamaica. Un día le vimos escondido entre los arbustos junto a la piscina del Sheraton con una cámara. Había estado grabando a John cuando estaba en el balcón.
LYDON:
No me pidió permiso para grabarme.
LETTS:
Por la noche nos preguntamos en qué arbusto andaría la gente de
Boogie. Los chavales de la zona nos contaron que habían visto a
unos blancos escondidos entre los arbustos.
Otra vez en la playa vimos a un blanco flacucho con bermudas intentando grabar imágenes de John. Big Youth nos llamó y nos dijo que había conocido a unos blancos que decían que les habíamos dado permiso para hacer un reportaje de nosotros. Le dije que era mentira y en una hora y media logró que se fueran de la isla.
El caso es que John mosquea a mucha gente y al final me mete en líos. Joni Mitchell nos invitó a su casa de campo a través de un amigo jamaicano mutuo. Nada más llegar pusieron un disco que no conocíamos.
–¿Qué es esta mierda? ¿Por qué no la quitáis? –dije.
–Porque resulta que es mi último disco –respondió Joni.
No reconocí la música porque estaba muy fumado. Para morirse de vergüenza.
Otra vez en la playa vimos a un blanco flacucho con bermudas intentando grabar imágenes de John. Big Youth nos llamó y nos dijo que había conocido a unos blancos que decían que les habíamos dado permiso para hacer un reportaje de nosotros. Le dije que era mentira y en una hora y media logró que se fueran de la isla.
El caso es que John mosquea a mucha gente y al final me mete en líos. Joni Mitchell nos invitó a su casa de campo a través de un amigo jamaicano mutuo. Nada más llegar pusieron un disco que no conocíamos.
–¿Qué es esta mierda? ¿Por qué no la quitáis? –dije.
–Porque resulta que es mi último disco –respondió Joni.
No reconocí la música porque estaba muy fumado. Para morirse de vergüenza.
LYDON:
Acabamos allí porque estábamos en un bar y dijimos, sin pensarlo,
que nos gustaba Joni Mitchell. Cuando llegamos nos pusimos a reír de
lo mala que era la música que sonaba. No sabíamos que era su nuevo
disco pero la ofendimos tanto que tuvimos que irnos de inmediato. Yo
no paraba de reírme como un histérico.

LETTS:
El punk ya era bastante raro para la gente de Londres, así que
imagínate al rey de los punks en Jamaica. Algunos sabían que era
Johnny Rotten porque había sido número uno y le habían dado discos
de oro. John iba por la isla con un enorme sombrero y un abrigo largo
negro porque no quería ponerse moreno. Los jamaicanos tienen una
imaginación portentosa y son muy aficionados a las películas del
Oeste, así que John les parecía el tipo más malo del mundo, con un
aire a Lee Van Cleef.
LYDON:
Pasear por los mercados del centro de Kingston era una pesadilla.
Habían visto demasiadas películas.
LETTS:
Imagínate la imagen que debías de tener para ellos. Cuando voy a
zonas apartadas de Irlanda reaccionan así. Me tiran del pelo cuando
voy fuera de Dublín. Creo que por eso John y yo nos llevamos tan
bien. En la historia de Inglaterra hubo un momento cuando a la gente
de John –los irlandeses–, los negros y los perros se les metía
en el mismo saco. Había letreros en los hoteles y casas que se
alquilaban que decían...
LYDON
y LETTS: ¡Ni irlandeses, ni negros, ni perros!
LETTS:
No estoy seguro de quiénes eran los que aparecían primeros en los
carteles, pero conociendo a los ingleses seguro que eran los perros.
No hay duda de que los irlandeses y los jamaicanos son iguales en
espíritu. No hay vuelta de hoja.
LYDON:
Por eso hay tan buena conexión. En las mejores zonas como Brixton y
Kilburn se llevan muy bien en un pub, pero todo se echa perder cuando
empieza a meterse la influencia inglesa. Está claro que los
irlandeses y los jamaicanos tienen un vínculo común. El musgo
irlandés es una bebida de algas popular en Jamaica. Cuando los
irlandeses se morían de hambre porque los ingleses les robaban las
patatas, acababan comiendo algas. Cuando Don y yo estábamos en
Jamaica íbamos a la ciudad a comprar discos en una tienda que se
llamaba Irish Town. Nos parecía muy irónico; lo único que tenían
era discos de Jim Reeves y nada más. En Jamaica a la gente mayor le
gusta el country y el western, Perry Como y Jim Reeves; y era
graciosísimo ver la misma música que le gustaba a los viejos en
Irlanda.
RICHARD BRANSON A LA CAZA DEL TESORO JAMAICANO (FRAGMENTO DE BASS CULTURE)
[...] La
disputa más espectacular entre Island Records y un artista jamaicano
tuvo que ver con Lee Perry: descontento con la promoción que el
sello había dedicado a su LP Super
Ape
y cabreado por su rechazo a publicar Roast
Fish, Collie Weed and Cornbread,
un disco en el que él mismo cantaba todas las canciones, retiró The
Heart of the Congos
de la discográfica británica (hay historias, que quizá no sean
apócrifas, de que robó físicamente los másteres). Como
consecuencia, era prácticamente imposible conseguir el disco hasta
que el sello de reediciones Blood & Fire tuvo el buen gusto de
volver a ponerlo en venta veinte años después de que se grabara.
En
la segunda mitad de la década, Virgin Records, de Richard Branson,
fue la otra gran discográfica que viajó a Jamaica. En un principio
Virgin buscaba algo de la «magia Marley», tras ganarse los
servicios de Peter Tosh, cuyo clásico Legalize
It se convirtió en
uno de sus primeros álbumes de reggae. Con una disposición algo más
aventurera (y menos adulterada) que Island, al poco de publicar a
Tosh fichó a Keith Hudson y U-Roy, pero, aunque vendieron bien en el
mercado de la población negra, no rompieron entre el gran público.
Al menos no en el Reino Unido, porque en África no daban abasto en
las fábricas donde prensaban estos discos. Según un reportaje de la
revista para profesionales de la industria musical británica Music
Week, solo en 1975
Virgin vendió discos de reggae por valor de 150.000 libras en
África, una cantidad importante en aquella época. El principal
consumidor era Nigeria, hasta tal punto que la empresa empezó a
publicar para el mercado nigeriano cartuchos de ocho pistas, un
formato que ya estaba muerto hacía tiempo en Inglaterra. Para
satisfacer esta demanda voraz, Richard Branson, el encargado de
contratación Jumbo Van Hennen y Johnny Rotten (los Sex Pistols
tenían contrato con Virgin) viajaron a Jamaica en busca de más
reggae. Y lo hicieron con una maleta llena —literalmente— de
dólares estadounidenses para pagar anticipos. No tardó en correrse
la voz entre la comunidad musical de Kingston de que había unos
blancos en el hotel Sheraton que daban dinero a los cantantes por su
cara bonita. Solo la tempestiva intervención policial evitó que la
situación se saliera de madre en la rápida cola de candidatos que
se había formado, muchos de ellos con tambores o guitarras.
Increíblemente, dos semanas y 100.000 dólares después, el comando
de Virgin se fue de la isla con una formación en la que figuraban
Prince Far-I, los Gladiators, los Mighty Diamonds, los Twinkle
Brothers, Johnnie Clarke y Big Youth.
La
teoría entre los músicos era que los africanos apreciaban los
sentimientos de la música reggae y creían que al comprar discos
ayudaban a los hermanos caribeños en su lucha. En opinión de otros
el interés lo suscitó solo el ritmo. Fue este vínculo africano lo
que llevó a Virgin a crear Front Line, el sello mainstream
de
reggae británico con mayor credibilidad. Se cuenta que había un
gran número de cajas con álbumes de reggae empaquetados en un avión
con destino a Nigeria cuando el nuevo régimen anunció que el país
había cerrado su economía, lo que impedía sacar dinero. En lugar
de entregar los discos y enfrentarse a la perspectiva de perder gran
parte de los ingresos en sobornos para recuperar algo, dieron la
orden de que el envío regresara a Inglaterra. Para deshacerse de
este enorme stock,
lanzaron el sello especializado Frontline, que tuvo tanto éxito que
el puño cerrado en torno a un alambre de espino se convirtió en
marca de calidad en el mundo del roots.
Una
nota final sobre el comercio de reggae con destino a África en los
setenta es la cantidad de material que acabó en Sudáfrica, entonces
bajo embargo. Hay que destacar que esto era un problema limitado a
Virgin. Muchos artistas que firmaron contratos con discográficas
británicas tenían una cláusula que excluía las ventas en
Sudáfrica. Y sin embargo, cuando fueron de gira por el país tras el
fin del apartheid
descubrieron que eran tan conocidos que podían llenar estadios
debido a que mucha gente había comprado los discos años antes.
El
reggae en el Reino Unido nunca había estado en mejores condiciones,
tanto creativas como comerciales. Desde los sound systems de roots
profundo hasta Top
of the Pops. Desde el
lovers' rock hasta el estilo deejay. Bob Marley, Dillinger, Steel
Pulse, Althea & Donna, Barry Biggs, Big Youth, Matumbi, Janet
Kay, Burning Spear... todos triunfaban. Y parecía que a todo el
mundo le gustaba oír algo de reggae. Con la llegada de los ochenta,
el reggae británico parecía imparable. Con o sin el apoyo
continuado del mainstream. [...]
En Jamaica la fiesta también es política (Entrevista sobre "Bass Culture" en Madriz)
Publicado por
Acuarela
on lunes, 3 de noviembre de 2014
Etiquetas:
bass culture,
música,
reggae,
reseña
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© Adrian Boot |
No es vuestro primer título sobre música. Repasando vuestro catálogo detectamos un cierto hilo narrativo entre las autobiografías de Johnny Cash, Mezz Mezzrow o John Lydon.
En Acuarela Libros aspiramos a publicar libros que vayan un paso más allá de lo estrictamente musical, al margen de que nos gusten Bob Marley, el jazz o los Sex Pistols. En el caso de Rotten se trata de un personaje que puede resultar irritante, pero que encarna la virulencia social del punk en el contexto del thatcherismo, mientras que el libro de Cash retrata la América profunda, marginada y pobre. Lo que buscamos es que la música no le robe protagonismo a un trasfondo que puede resultar incluso más apasionante, si cabe.
Una de las principales virtudes de este libro es despertar el interés del lector ajeno al reggae, invitándole a profundizar en ella a través de la historia de Jamaica.
¡Esa era la idea! Los efectos de la colonización, el activismo político y los conflictos raciales son aspectos imprescindibles para abordar el reggae como un fenómeno musical autóctono y comprender las consecuencias posteriores a su globalización.
El reggae sublima la conciencia social del pueblo jamaicano. Un tema sobre el que apenas existe bibliografía en castellano.
Recuerdo un libro de Carlos Monty sobre Bob Marley [Positive Vibrations, (La Máscara, 1998)] que actualmente [SIGUE LEYENDO]