Dadá conoce la vida en su esencia

(Texto de Correo Dadá de Raoul Hausmann)

Dadá se distingue del pensador o del filósofo en que jamás se desespera por el significado de los valores cambiantes, aun si cambian de minuto a minuto; de lo contrario, no lograría vivir, se volvería inmóvil –y esta ambivalencia de lo estático y lo dinámico es para él la noción elemental de la vida–. Dadá no evalúa los matices entre el rojo y el verde, no juega con la expresión del Mentor el Bien frente al Mal, la culpabilidad frente a la Inocencia; ¡Dadá conoce la vida en su esencia y le deja su doble valor paralelo en sí mismo! ¡Viva Dadá! Es el único punto de vista que corresponde al hombre europeo porque materializa la identidad del Ser universal con todas sus oposiciones y deja adivinar, bajo un velo de ironía, la magia inexplicable e imposible de controlar. Dadá es mucho más que el Karma o la Libertad de la Voluntad. Dadá no es –disculpen– tan planamente insolente como los sistemas serios, cuyo fin es archivar nuestro mundo de discordancias armoniosas.

Foto: August Sander: Raoul Hausmann, Berlín, 1928.

En la Economía-Vudú, el siguiente eres tú



Contra la magia negra de los mercados, ¡confianza real ya!


Nos amenazan los chamanes financieros y políticos. Su magia es poderosa. Nos atemorizan con augurios sobre derivados, tsunamis financieros, terremotos subprime, intoxicaciones de activos, maldiciones inflacionistas, estrangulamientos crediticios, calificación de riesgos…

Las Agencias de Calificación son el Oráculo de los mercados, los intestinos secretos de la bolsa, su coartada. Trichet y Lagarde, sus augures, Merkel, su pitonisa, Rubaljoy, su eunuco, Cospe-Espe-Mas, su cancerbero, su trígono ejecutor. La UE, el BCE, y el FMI su verdugo tricéfalo de trenzas rubias. El miedo, su trinchera.

Nos exigen CONFIANZA y SACRIFICIOS. Sólo podremos salvarnos si sacrificamos las pensiones, la sanidad, la educación pública y los servicios sociales. Lo llaman confianza, pero sólo es resignación y miedo.

Los Mercados del Olimpo de La Bolsa, Los Mercados del Verano y del Invierno nos hablan con oscuras palabras, nos amenazan, nos atacan, nos asfixian.

La Deuda es magia negra
El Barril de Brent es magia negra
La Prima de Riesgo es magia negra
El Ibex 35 es magia negra
La Curva de Laffer es magia negra
El Pleno Empleo es magia negra…
Y en la Economía-Vudú, el siguiente serás tú.

¿Es mejor un final con horror o un horror sin final? Y tú, ¿en quién puedes confiar?

¡Basta! ¡Hagamos algo!
Utilicemos nuestros poderes, enfrentemos nuestra magia blanca a su magia negra: ¡¡¡Unamos nuestra CONFIANZA en un ESCUDO ANTIMERCADOS!!!
¡Rompamos sus maleficios! ¡¡Invoquemos a nuestras potencias: CONFIEMOS juntos!!

Conjuremos la Economía del Miedo con nuestro poderosísimo ESCUDO ANTIMERCADOS hecho de ¡CONFIANZA 100%!
Recuerda: Nunca subestimes el poder del lado oscuro. Debemos estar preparados. Tenemos que protegernos.

Piesnegros de Guindalera, Jubilatas de Vallekas, Punkis de Carabanchel, Pijazos de Pozuelo, Paraos de Getafe, Cajeras del Corte Inglés, Chinos de Usera, Señoras de Chamartin, Porreros de Coslada, Seminaristas de Borromeo, ¡os necesitamos!

Únete al ESCUDO el 15 de Octubre. Prepárate. Confía.


"Seguimos vivos y con mucha ilusión por lo que hacemos"



Arrancar la Luna a la noche y ponerla a los pies de nuestra amante sin esperar nada a cambio. Agradecer la huella de su tacón y asumir que el día derretirá el gesto y en nuestras manos vacías sólo quedará la satisfacción privada pero nunca nos verán juntos en público. Eso es editar y escribir, y no conviene nunca olvidarlo.
Si añadimos una crisis mundo-mundial y una ley para proteger “los derechos del creador”, el inexplorado rio Congo de la red nos convierte en una especie de Marlow en busca de las entrañas de la literatura y que no tiene del todo claro cómo reaccionará Kurtz ante nuestra iniciativa.
Hablamos con Acuarela Libros de porqué mantener ciertas posturas frente al negocio, ser consecuente con nuestros principios y no ser encerrado por ello en un confortable manicomio atestado de locos.
Comienza nuestro viaje hacia el corazón de las tinieblas.
Sois una editorial pionera en el copyleft y en la publicación de libros bajo licencias de la Creative Commons, defendiendo como premisa el uso no comercial de la copia. Seguro que muchos piensan que es un suicidio empresarial. ¿Es buena la respuesta del lector a este tipo de iniciativas, es decir, se permite una mejor difusión de las obras que luego se traduce en ventas de libros en papel?
No tenemos estadísticas, pero nuestra sensación es claramente positiva. Hay libros que han funcionado muy bien económicamente y están desde el primer día disponibles en la Red. Como todo el mundo sabe, el mercado editorial está saturado y, por tanto, todo lo que promueva la visibilidad es un bien precioso (sobre todo para los “pequeños”, que no tenemos una presencia asegurada en prensa o mesas de novedades). Las licencias Creative Commons contribuyen a esa ampliación de la presencia, autorizando y animando la copia y la libre circulación (el compartir). Así, la Red se convierte en una especie de biblioteca donde los libros se pueden ojear y leer, y eso redunda luego en su venta. La Red y las librerías pueden ser aliadas, no necesariamente enemigas.
Todo esto que decimos tiene mucho que ver desde luego con el mundo específico del libro. La lectura en pantalla de un tocho de 300 páginas está al alcance de pocos ojos mutantes aún y no hay casi nadie tan descuidado como para regalarle a su pareja un taco de folios DIN3 grapados en lugar de un libro como dios manda. Veremos qué pasa ahora con el libro electrónico (¡y también con el progreso de los ojos mutantes!). Pero el reto siempre será el mismo: dar con los modos de conjugar la circulación libre del conocimiento y la retribución justa por el propio trabajo. Encontrar un equilibrio entre ambas cosas y no considerarlas vasos comunicantes. Las licencias CC lo han permitido durante los últimos años, eso es un hecho, pero igual en el futuro hay que inventar otras herramientas.

¿Qué os hizo decidiros por esta política de mercado?
Los primeros argumentos fueron éticos y políticos. El origen de Acuarela libros arraiga en el mundo del fanzine. En la universidad publicábamos una revista llamada Apuntes del subsuelo. Y hacíamos nuestros los principios de la cultura del fanzine: lo importante es hacer, hacer con poco y hacerlo tú mismo; es legítimo y saludable copiar y pasar. Publicábamos fragmentos de los autores que nos gustaban sin pedir permiso a nadie, aplicando un uso muy desenvuelto del derecho a cita.
Más tarde esos principios se fundieron de alguna manera en el ADN de Acuarela libros. Participamos activamente en los inicios del movimiento copyleft, donde se elaboró una reflexión muy fina y compleja sobre la cultura libre. Resumiendo mucho, afirmábamos que la cultura es 1) un bien infinito (porque la lógica en el mundo digital es de abundancia y no de escasez) y 2) un bien común (la creación es un hecho colectivo y anónimo). La consigna que deducíamos de esos dos principios es que “la creación se defiende compartiéndola”. Las licencias CC fueron la herramienta práctica que nos permitió concretar esa filosofía general en una política editorial sostenible económicamente, en el sentido de que recuperábamos las inversiones para publicar más libros.

A primeros de año participasteis en uno de los muchos careos del gobierno con creadores de varios ámbitos artísticos para tantear los efectos de la Ley Sinde. Esta reunión, en la que participaban figuras de muy distinta posición a la vuestra (entiéndase personas que viven holgadamente de lo que crean, ya sea música, cine, literatura, etc.), provocó un desencuentro público que apareció reflejado en La cena del miedo, un artículo aparecido en vuestra página que tuvo una gran repercusión en la red. Hace poco ha estallado el supuesto escándalo de la SGAE. ¿Quién roba a quién su parte del pastel? ¿No creéis que quizá fuera algo tan sencillo como una repartición de los medios a favor de unos y de otros, evitando ciertos comportamientos dignos de la época de los caciques en el tema de subvenciones, promociones con dinero público, etc.?
Lo más irritante de esa cena ministerial fue la desenvoltura con la cual algunos representantes de la cultura mainstream se hacían pasar por los portavoces de la cultura en general y de los trabajadores culturales en particular, como si sus problemas fuesen los mismos. En realidad es culpa de todos los demás, que nos dejamos representar. Yo no tengo recetas ni soluciones para los problemas que pone sobre la mesa un mundo que es y será infinitamente reproducible, copiable. De hecho la única propuesta que lancé entonces fue la de abrir un debate público entre creadores, autores y trabajadores de la cultura. Me parece vital que afloren esas voces tapadas y que una realidad múltiple y compleja como la de los creadores y los trabajadores culturales no pueda ser reducida e identificada completamente con los intereses de la industria cultural.
Se trataría de un debate directo, sin intermediarios, donde cada cual pudiese hablar con su propia voz. Para escucharnos y pensar juntos: ¿cómo trabajamos, de qué vivimos, cómo nos afectan realmente la descargas, qué podemos hacer, qué estamos inventando ya? Por un lado, sería una manera de empezar a hablar en nombre propio y, por tanto, de empezar a auto organizarse. Por otro lado, ese debate directo y desde abajo podría permitirnos ver más claro lo que está pasando, porque es muy difícil orientarse en esta realidad tan opaca donde sólo hay discursos propagandísticos que “ven lo que quieren ver” (estadísticas y datos instrumentalizados por la retórica del miedo, etc.). Ver claro me parece el primer paso necesario para una acción precisa.

Ahora que parece que no hay dinero para nada relacionado con la literatura (cada semana aparece en prensa un nuevo festival que no se celebrará), ¿puede ser el momento de considerar el libro electrónico en serio?
No hemos investigado apenas nada sobre el e-book, ni tenemos una opinión específica al respecto que pueda ser de interés. Nosotros insistimos aún con el libro físico, confiando en que es una buena tecnología y que sobrevivirá. Supongo que en el fondo lo hacemos porque nosotros mismos -nuestra cabeza y nuestra manera de leer- está muy hecha a la medida del libro físico. Jan Martí, amigo editor de Blackie Books que ha investigado un poco más sobre el libro electrónico decía: “me da la impresión de que todos los avances del libro electrónico consisten en que se parece cada vez más a un libro físico…”. Entonces el desafío para nosotros es cuidar bien todos esos aspectos y detalles que diferencian un libro físico de un libro electrónico, el valor singular que tiene el libro-objeto no sólo como fetiche sino también como una forma de organización específica de la información.

Parte de los libros que publicáis son revulsivos sociales en lo que a temática se refiere. ¿Debe aún despertar el lector y aprender a leer (pensar)?¿O quizá parte del éxito masivo de ciertos libros (best sellers) sea justamente ese, que no queremos que nos despierten para no ver lo que realmente sucede a nuestro alrededor?
Se habla de una pérdida de importancia de la palabra escrita en el mundo de la comunicación rápida y de la Red, una “crisis de palabras” en los términos del autor de Acuarela, Daniel Blanchard. Nosotros pensamos más bien que están apareciendo nuevos usos y lugares de la palabra. La fuerza de la palabra -tomada en las plazas, escrita en octavillas o carteles e intercambiada en las asambleas- ha sido por ejemplo un elemento clave en el 15-M, un motivo grande de alegría para nosotros. La palabra es un arma cuando entra en conexión con las necesidades de nuestra vida.
Hay que decidirse entre suponer al lector como alguien inteligente o estúpido. Nosotros nos decidimos por la capacidad del lector, apostando por su inteligencia para ir más allá de los estereotipos y las palabras fáciles. Y nos sentimos exigidos por ese mismo lector a la hora de seleccionar y presentar los libros de Acuarela. Cada libro es una propuesta que quiere plantear algún problema o mirada especial sobre la actualidad de la vida común (aunque el libro sea antiguo). Son también mensajes en la botella para establecer nuevas complicidades y nuevas amistades.

Tenéis un catálogo en el que se puede encontrar desde libros de memoria política e histórica, a poesía o novela de autores no demasiado conocidos en España, ¿cómo elaboráis dicho catálogo?
El nombre de Acuarela define tal vez nuestra trama: una coherencia hecha de retazos heterogéneos, distintos pigmentos agrupados un poco azarosamente, cruces imprevistos entre diferentes mundos y trayectorias (un sello discográfico, una revista común, un grupo de música, militancias compartidas, etcétera.). Nuestra goma arábiga, nuestro aglutinante, sería la amistad: una experiencia, una sensibilidad, una mirada y unos modos de trabajar comunes. Cada cual viene con la mochila de cosas que importan y la conciernen, pero hay líneas de fuerza comunes: por ejemplo, el pensamiento radical y el underground cultural.
Lo que está en crisis con el auge de la cultura digital es el papel de los intermediarios, pero cada vez serán más necesarios los mediadores. Nosotros nos resistimos en lo posible, desde el primer momento, a la figura del editor-intermediario que simplemente compra derechos y traduce libros. Y tratamos de hacer aportaciones propias que enriquezcan lo editado: una propuesta gráfica singular, una entrevista, un prólogo, un documento inédito… que prolongue los sentidos del texto. Es un trabajo que nos encanta hacer, porque los libros que publicamos nos tocan vitalmente. Las redes sociales nos permiten ahora prolongar aún más los sentidos de un libro: aportar materiales, hacer conexiones, abrir conversaciones. Cada libro es el satélite de una auténtica galaxia de elementos posibles. Es la diferencia entre el mediador y el intermediario: uno activa esa galaxia y el otro simplemente se aprovecha de las distancias (por ejemplo, entre escritura y mercado).

¿No os interesan los autores españoles o por el contrario es más difícil su publicación y posterior vida editorial?
No hay decisión establecida al respecto, nada consciente o premeditado, eso significa simplemente que frecuentamos y leemos más a autores extranjeros. Pero alguna cosa de autores españoles sí hemos publicado: la poesía de Martín López Vega o de José Luis Rendueles, el ensayo sobre Thoreau de Antonio Casado y el libro sobre el 11-M del colectivo “Desdedentro”. Y ahora estamos preparando una antología de los poetas underground de la Transición española. Se trata de leer la Transición desde el testimonio político, existencial y creativo de aquellos que no quisieron “transicionar” con el resto hacia el consenso en torno a la democracia-mercado como único horizonte posible de la vida en común. En esta línea seguramente vayamos incluyendo a más autores españoles en el futuro.

¿Qué próximas novedades nos podéis adelantar?
En otoño aparecerá Estrella de la mañana, novela solista de uno de los miembros de la banda de escritores italianos Wu Ming (en concreto, Wu Ming 4). Entre sus personajes principales, Lawrence de Arabia y unos jóvenes Tolkien, C.S. Lewis y Robert Graves recién vueltos del frente de guerra. Tejiendo las relaciones entre ellos, los temas preferidos de Acuarela: escritura, mito, revuelta, acción política.
También tenemos a punto los Primeros materiales para una teoría de la Jovencita del colectivo Tiqqun, que nos parece una de las voces más fuertes y singulares en el pensamiento crítico contemporáneo. Se trata de un libro de amor. O mejor dicho, sobre la imposibilidad del amor en nuestra sociedad del espectáculo y la necesidad de reedificar otra educación sentimental, libre del yugo de la imagen y el consumo.
Antes de verano publicamos Cuerpo de Harry Crews. Es el primer libro que se traduce en castellano de unos de los autores americanos contemporáneos más salvajes, divertidos, grotescos, violentos e incorrectos. Y la acogida está siendo buenísima, como atestiguan las reseñas que vamos recogiendo en nuestro blog. Pronto lanzaremos la que fue su primera novela en 1968, The Gospel Singer. Un viaje al fondo más oscuro del sur estadounidense.

En una entrevista de hace unos años decíais que “todos vuestros libros están secretamente relacionados” y que “había mucho de hobby en vuestra labor como editores debido a que no “vivíais” de ello”. Editar sigue siendo una actividad de riesgo. ¿Seguís manteniendo ese espíritu o por el contrario el mercado obliga y castiga al editor a replantearse las cosas con los años?
Durante diez años sostuvimos la editorial con nuestro “tiempo libre”. A eso nos referíamos seguramente con lo de hobby. Ahora la palabra me chirría un poco. Porque la editorial no es un descanso ni un mero entretenimiento, sino una pasión y un trabajo (aunque no sea remunerado). Fue una decisión que tomamos en los orígenes y la hemos mantenido: que ninguno nos ganásemos la vida con la editorial. Si hubiésemos empezado ahora quizá la cosa hubiera sido distinta, o quizá no. La editorial se ajusta a nosotros (nuestros ritmos de vida) más que nosotros a ella. Y no pretende ser un modelo de nada para nadie. Está hecha para disfrutar -en ese sentido sí tiene parentesco con un hobby. Pero el trabajo voluntario tiene también sus límites. Nuestras vidas se complicaron naturalmente con el tiempo y no sé qué hubiera sido de nosotros sin el acuerdo de co-edición que firmamos hace cuatro años con Antonio Machado, donde nuestras propuestas encuentran ahora acogida, soporte, cariño y atención. En esa alianza estamos la mar de contentos. Seguimos vivos y con mucha ilusión por todo lo que hacemos.



La política clásica es parte del desierto (constelación Tiqqun-Comité Invisible)

(fragmento de Llamamiento)

Aquí, se experimentan armas inéditas para dispersar a las multitudes, una especie de granadas de fragmentación pero de madera. Allí –en Oregón–, se propone castigar con veinticinco años de cárcel a todo manifestante que bloquee el tráfico automovilístico. El ejercito israelí está convirtiéndose en el consultor más competente en pacificación urbana; los expertos del mundo entero se maravillan de sus últimos hallazgos, tan temibles y tan sutiles, en materia de eliminación de subversivos. El arte de herir –herir a uno para amedrentar a cien– alcanza aquí el no va más. Y luego está el “terrorismo”, por supuesto. O sea, “toda infracción cometida intencionadamente por un individuo o un grupo contra uno o varios países, sus instituciones o sus poblaciones, y que apunte a amenazarlos y perjudique gravemente o destruya las estructuras políticas, económicas o sociales de un país”. Es la Comisión Europea la que habla. En los Estados Unidos hay más presos que campesinos.

A medida que es rediseñado y progresivamente recuperado, el espacio público se cubre de cámaras. No se trata sólo de que en lo sucesivo toda vigilancia parece posible, sino sobre todo de que parece admisible. Todo tipo de listas de “sospechosos”, de las que ni siquiera se adivinan sus usos probables, circula de administración en administración. Las escuadras de todas las milicias, con la policía jugando el papel de garante arcaico, toman posiciones reemplazando a soplones y mirones, figuras de otra época. Un ex jefe de la CIA, una de esas personas que, en el lado contrario, se organizan en lugar de indignarse, escribe en Le Monde: “Más que una guerra contra el terrorismo, la apuesta es extender la democracia a las partes del mundo [árabe y musulmán] que amenazan la civilización liberal, en cuya construcción y defensa hemos trabajado durante todo el siglo XX, durante la primera y la segunda guerras mundiales, y durante la guerra fría o tercera guerra mundial.

En todo eso no hay nada de lo que asombrarse, nada que nos coja desprevenidos o que altere radicalmente nuestro sentimiento de la vida. Hemos nacido en la catástrofe y hemos establecido con ella una extraña y apacible relación de costumbre. Una intimidad, casi. Hasta donde nos alcanza el recuerdo, no ha habido otra actualidad que la de la guerra civil mundial. Hemos sido educados como supervivientes, como máquinas de supervivencia. SE nos ha formado en la idea de que la vida consiste en avanzar, avanzar hasta derrumbarse en medio de otros cuerpos que marchan idénticamente, que tropiezan y se derrumban, a su vez, en la indiferencia. Como mucho, la única novedad de la época presente es que nada de todo esto puede ya ocultarse, que en cierto sentido todo el mundo lo sabe. De ahí el reciente endurecimiento, tan evidente, del sistema: sus resortes están al desnudo y no serviría de nada querer escamotearlos.

Muchos se asombran de que ninguna fracción de la izquierda o de la extrema izquierda, de que ninguna de las fuerzas políticas conocidas sea capaz de oponerse a este curso de las cosas. “¿Sin embargo estamos en democracia, no?”. Y pueden asombrarse para rato: nada de lo que se expresa en el marco de la política clásica podrá jamás detener el avance del desierto,

ya que la política clásica es parte del desierto.

Cuando decimos esto, no es para preconizar una política extra-parlamentaria como antídoto a la democracia liberal. El famoso manifiesto “Somos la izquierda”, firmado hace unos años por todos los colectivos ciudadanos y “movimientos sociales” franceses, enuncia suficientemente la lógica que, desde hace treinta años, anima la política extraparlamentaria: no queremos tomar el poder, derribar el Estado, etc.; luego, queremos ser reconocidos por él como interlocutores.


La ruptura de lo común (constelación Tiqqun-Comité Invisible)

(fragmento de Llamamiento)

Se nos ha vendido esta mentira: lo que tendríamos de más propio es lo que nos distinguiría de lo común.
Nosotros hacemos la experiencia inversa: toda singularidad se experimenta en el modo y la intensidad con la que un ser hace existir algo común.
En el fondo, es de ahí desde donde partimos, donde nos encontramos. Lo más singular en nosotros apela a un compartir.
Ahora bien, constatamos la siguiente evidencia: lo que tenemos para compartir no solamente no es compatible con el orden dominante, sino que este persigue encarnizadamente toda forma del compartir de la que no dicte las reglas. En las metrópolis, por ejemplo, el cuartel, el hospital, la cárcel, el asilo y el geriátrico son las únicas formas admitidas de habitación colectiva. El estado normal es el aislamiento de cada cual en su habitáculo privado. Es allí donde se vuelve invariablemente, por más conmovedores o repulsivos que sean los encuentros que se experimenten en cualquier otra parte.
Nosotros hemos conocido estas condiciones de existencia y jamás volveremos a ellas. Nos debilitan demasiado. Nos vuelven demasiado vulnerables. Nos marchitan.

El aislamiento, en las “sociedades tradicionales”, es la pena más dura a la que pueda condenarse a un miembro de la comunidad. Hoy en día es la condición común. El resto del desastre se deduce de aquí lógicamente. Es en virtud de la idea limitada que cada uno se hace de su “hogar” que parece natural dejar el espacio de la calle en manos de la policía. No SE habría podido convertir el mundo en un lugar tan inhabitable bajo la pretensión de controlar toda sociabilidad –de los mercados a los bares, de las empresas a las trastiendas– si no SE hubiese acordado antes a cada cual el espacio privado como refugio.

El llamamiento que precede a la insurrección que viene y otros textos radicales de la constelación TIQQUN-COMITÉ INVISIBLE

La banda sonora del 15-M






Cómo hacer crac (instrucciones)

Mis sentimientos, mis obsesiones, mis juguetes de la infancia... La escena musical de aquí siempre ha tenido tendencia a mirarse el ombligo. Pocos grupos han sabido escapar de esta espiral narcisista que todavía domina las canciones populares. Espoleados por la reciente agitación política, la plataforma Robo intenta crear un espacio para escribir otro tipo de letras, esas que consisten en abrir la ventana y echar un vistazo a lo que ocurre fuera. Los primeros pasitos los han dado Roberto Herreros (Grande-Marlaska, Ladinamo), Karlos Osinaga (Lisabö, Bidehuts) y Joseba Irazoki (Atom Rhumba). Nunca pretendieron que Robo fuera un grupo más, sino una aventura colectiva similar a Wu Ming, donde implicar a músicos con inquietudes parecidas. Hoy podemos anunciar que algunos se van animando.

"Me da rabia ese pudor de muchos autores para tratar conflictos políticos en sus canciones, porque luego se lanzan y salen cosas muy chulas", explica Herreros. ¿Un ejemplo? Nacho Vegas escribió una pieza titulada "Dos bandos", donde subraya la idea de que nadie es neutral cuando un desastre está en marcha. Vegas cuenta que suele sentirse inseguro de sus canciones después de terminarlas, pero que con esta le ocurría especialmente y en más de un sentido (afortunadamente se decidió a grabarla y ahora formará parte de su nuevo EP). Cuando Nacho se enteró de la existencia de Robo, siguió el proyecto muy de cerca y acabó ofreciéndose para participar en él. Le gustaba la idea de ir publicando periódicamente en la red canciones escritas en estos momentos de urgencia, además de versiones, adaptaciones, colaboraciones y lo que surgiera. La primera aportación es "Cómo hacer crac". Podéis encontrarla ya en http://esunrobo.bandcamp.com. Se trata –en nuestra siempre imparcial opinión– de una de sus mejores composiciones.

Entre las próximas entregas destacan la que preparan Fasenuova (ruidistas de la cuenca minera) o una versión country de Eskorbuto que ya cocinan Tarántula en su madriguera del extrarradio. Han escogido una canción que habla más claro que ninguna otra: "El partido que gobierna a este país / y toda su oposición parlamentaria / las patronales, los sindicatos / todos contribuyen a nuestro fracaso. / Desde sus poltronas prometieron solución / para todos los problemas de esta nación. / Paro, miseria y humillación es lo que obtuvimos". Se titula "Es un crimen", como sabrán los macarras más veteranos. También saldrán a la luz aportaciones de Guillermo Zapata, Mursego, Giorgio Bassmatti, Miguel Brieva, Jonston, Diploide, Grupo de Expertos Solynieve, Los Carradine, Tachenko, Cohete, Wild Honey y Paral·lel Accelerat, entre otros.

Con esta crisis, la misma de cada veinte años, muchas personas han hecho crac por dentro. Es hora de poner en común la frustración y convertirla en energía política. Tener a mano unas rimas contundentes puede resultarnos útil. Existen formas y formas de hacer crac. Mejor juntos en la calle que seguir solos en casa insultando a la pantalla del Telediario.


Repaso visual por la obra del dadaísta Raoul Hausmann


El que fuera pionero del fotomontaje dejó más de 2000 negativos y cerca de 60 textos sobre fotografía. Con motivo de la reciente exposición en el Photomuseum de Zarautz, EITB realizó este repaso visual por su obra

Rústicos en Anabolizantelandia


Fran G. Matute, en Estado Crítico

A finales de los 60 y principios de los 70 se produjo un suceso curioso en la parrilla televisiva norteamericana. Los 'moguls' del medio catódico coincidieron en cancelar de forma progresiva una serie de programas que venían a ofrecer una visión demasiado "rural" de los Estados Unidos. A pesar de las altas audiencias, hasta los anunciantes se resistían a que sus productos fueran publicitados durante la emisión de muchos de estos programas. Títulos tan conocidos como Lassie, Hee-Haw o El virginiano, y espectáculos como el de Johnny Cash o Glen Campbell, fueron defenestrados en aquella época, quizás por mostrar una América demasiado conservadora y tradicional, paleta y campestre, en definitiva.

Uno de los programas cancelados más queridos del momento fue, sin duda, The Beverly Hillbillies (en España, Los nuevos ricos), actualmente en perpetua reposición por los canales de pago estadounidenses y que fue recuperada para el cine a principios de los 90 bajo el inolvidable título Rústicos en Dinerolandia (Penelope Spheeries, 1993). ¿Quién no conoce las aventuras de Jed Camplett y su familia, que se convierten en millonarios de la noche a la mañana al encontrar petróleo en sus tierras y deciden mudarse a la soleada y moderna California en busca de lujos y buen vivir? ¿Quién no ha bailado al son de su tema principal, aquél vertiginoso 'bluegrass' interpretado por Flatt & Scruggs? ¿Quién no ha llamado alguna vez a sus padres "opá" u "omá"?

Pero lo que hace años nos parecía una divertida e inocente comedia de situación, protagonizada por una noble y humilde familia campestre que se encontraba como pez fuera del agua cuando pretendía involucrarse en los círculos más selectos de la gran urbe, Harry Crews lo convierte en el más insultante e hiriente de los retratos posibles sobre el paletismo sureño, que es, entre otras cosas, lo que representa su novela Cuerpo (1992). No percibimos ni un ápice de sutileza por parte de Crews a la hora de mostrarnos el choque cultural existente entre la familia Turnipseed (traducción literal: semilla de nabo) y el nuevo mundo con el que se van a encontrar en el, otrora hortera e insufrible, Hotel Blue Flamingo de Miami, uno de los lugares más "postmodernos" (por llamarlo de algún modo) de Florida donde se celebra una de las competiciones más "postmodernas" ('sic') del espectáculo deportivo: el título de Miss Cosmos.

Del mismo modo que en The Beverly Hillbillies la moraleja final consistía en constatar que el supuesto mundo urbanita, culto y desarrollado presentaba las mismas -o incluso más- deficiencias y disfunciones que el mundo rural, analfabeto y atrasado, en Cuerpo, Harry Crews enfrenta dos realidades desestructuradas dentro de un mismo universo: el que conforma el sur de los EE.UU., ese gótico sureño poblado de 'red necks', 'okies' y 'hillbillies', que en la obra de Crews ha sido retratado tantas veces con tan poca compasión.

La mala leche y el humor más negro corren por las hipertrofiadas venas de esta novela que tiene de fondo el culturismo profesional, tema poco tratado por la cultura popular en general siendo, sin embargo, un potente caldo de cultivo para el análisis antropológico del llamado 'white trash'. De hecho, es Cuerpo, junto con la novela de Charles Gaines Stay hungry (1972) -que fue traspasada al celuloide por Bob Rafelson- uno de los pocos acercamientos literarios que conocemos sobre el mundo del 'bodybuilding'.

Con uno de los arranques más casposos que servidor se haya echado a los ojos en los últimos tiempos, Crews anaboliza cada detalle de la competición hasta el paroxismo, ofreciendo un espectáculo grasiento y musculado de caracteres sumergidos en esteroides que personifican el sueño americano como pocos. Por sus páginas pululan, embutidos en sus diminutos taparrabos, atletas que responden al nombre artístico de Billy "Murciélago" (llamado así por sus impresionantes dorsales que extiende cual alas de roedor volador), Russell "Músculo" Morgan o Wallace "Muro" Wilson, abnegados escultores de cuerpos que recuerdan con añoranza los años dorados del Pumping Iron, cuando Arnold Schwarzenegger ganaba seis años consecutivos el título de Mr. Olympia, modificando todas las reglas existentes hasta la fecha en el fisioculturismo profesional.

En sus desgastados rostros y sus sobredimensionados cuerpos puede trazarse el sacrificio cotidiano de querer ser siempre el número uno, de ser el mejor, de ganar a toda costa. ¿A cambio de qué? ¿A cambio de "estar involucrados en una cosa normal, saludable, humana y correcta ante la justicia divina", como le comenta Wallace a Russell en uno de los pasajes de la novela? Obviamente no. Se trata, pura y simplemente, de alcanzar el manido Sueño Americano. Ese que permite que un 'freak' de proporciones similares a las del Modulor de Le Corbusier se convierta en objeto de admiración y veneración por el sistema. Son, por tanto, atletas adictos a la competición, un espectáculo decadente de bultos deformados a partir de la ingesta desorbitada de batidos vitamínicos, en una carrera de fondo en la que un peso estricto y el menor nivel de grasa corporal posible -como si de cerdos ibéricos cinco jotas se tratara- funcionan como únicos límites permitidos antes de sucumbir en la vigorexia más galopante. Y como adictos que son a la competición sufren las mismas adicciones que los drogadictos, sólo que su heroína es la eritropoyetina o los esteroides anabólicos...

¿Y qué puede hacer una familia de paletos rodeada de semejante espectáculo de variedades? Para descubrir con estupor todas las vicisitudes de esta historia (que van desde la práctica de una más que inoportuna RCP hasta un rasurado corporal integral, pasando por un paquidérmico romance en la suite del hotel) tendréis que leer Cuerpo, uno de los artefactos más cafres y desternillantes que han aparecido últimamente por estos lares editoriales, y adentraros así en la obra del inclasificable Harry Crews (uno de los pocos y verdaderos 'outlaws' del siglo pasado) que será próximamente recuperada por Acuarela & A. Machado y que desde aquí aplaudimos con antelación, esperando que este olvidado autor se convierta en su buque insignia, del mismo modo que Edward Bunker -con quien Crews comparte más de un elemento en común- lo está siendo para la editorial Sajalín. Y parafraseando a Super Ratón, ¡no olviden vitaminarse y supermineralizarse!

P.D.: 'Kudos' para nuestro premiado Javier Lucini, por enfrentarse al particular acento sureño de la familia Turnipseed y salir victorioso.

Basura blanca cien por cien (reseña de Cuerpo en Rockdelux)


por Juan Cervera, Rockdelux 298 (Septiembre 2011)

Basura blanca. Cien por cien. Sin adulterantes, diluyentes ni refinamientos. Es, casi siempre, el andrajoso decorado y el grasiento relleno humano que puebla la obra del señor Harry Crews (Bacon County, Georgia, 1935), un escritor de culto (merecido) que finalmente se estrena en castellano. ¿Harry Crews? A los más viejos del lugar el nombre les sonará por “Naked In Garden Hills”, el LP de 1989 que Kim Gordon, Lydia Lunch y Sadie Mae publicaron bajo ese enunciado: Harry Crews. Homenaje frontal y sin dobleces.

Para quienes leen inglés y buscan con gusto el puñetazo en los dientes, Mr. Crews tendrá, sin ninguna duda, un lugar preferente en sus bibliotecas desde que en 1968 debutó con “The Gospel Singer”, novela –que también publicará próximamente Acuarela– a la que ha seguido otra veintena que han ido conformando un fastuoso fresco salvaje, divertido, violento, grotesco y muy, muy incorrecto sobre el abono más putrefacto y menos complaciente de la sociedad norteamericana moderna.

Cuerpo es de 1990 y es una oportunidad de oro para respirar el aire viciado (pero vivificante) de las estancias de Harry Crews. El marco de acción es sencillo: un hotel de Miami durante un concurso de culturismo. Nada más. ¿Nada más? Por supuesto que no: desde que entran en escena los principales protagonistas –Russell Morgan, alias Músculo, entrenador de la pueblerina Dorothy Turnipseed, convertida en Shereel Dupont en su carrera hacia el título de Miss Cosmos–, Cuerpo se transmuta en una sátira voraz y venenosa sobre el culto al aspecto, la competitividad, el sacrificio, el fracaso, las relaciones de poder y el mercantilismo de la carne (humana). La función estalla en una tormenta delirante cuando en el hotel se presenta al completo la familia de Dorothy/Shereel, cargamento tóxico de auténtica white trash que hace saltar la banca hacia direcciones imprevisibles y sorprendentes.

Trufada de diálogos que restallan como cuchillas, sin despreciar nunca a sus personajes –por muy patéticos que se nos antojen, Crews les inyecta empatía y una extraña ternura–, por Cuerpo desfilan creaciones inolvidables –el ex de Shereel, Cabeza Clavo, un ex combatiente de Vietnam con el cerebro hecho papilla; Marvella, la más clara rival de la protagonista, y su corte de hermanas con sus lenguas rápidas y sucias...– y dejan una huella imborrable en el lector. Una de las frases que publicitan esta edición de Acuarela sentencia: “Chuck Palahniuk es un Harry Crews descafeinado”. Lean, lean. Y después opinen.