Aquí os ofrecemos la reseña de El Cantante de Gospel que nos ha hecho en su blog (Jugando entre las ruinas) el escritor Álex Portero (¡Gracias amigo!)
Harry Crews, mohawk |
Cuando uno reseña a Harry Crews lo hace desde una
posición incómoda, miras el primer plano de Harry en la solapa del
libro y parece que te esté advirtiendo: "cuidado con lo que haces,
mequetrefe". Suerte que el estupendo diseño que la editorial Acuarela ha elegido permite esconder al mal encarado Crews y disfrutar de una portada perfecta, orgullo freak por las nubes. Joaquín Secall es el nombre del artista. Bien por los editores y bien por él. Antes de
contarles mis impresiones sobre el libro no puedo dejar de mencionar el
sensacional prólogo de Kiko Amat,
una pequeña clase magistral sobre Crews, literatura norteamericana
underground, cultura freak a raudales y demás delicias que conviene leer
al final, es decir, acepten con cariño a su prólogo y dejen que sea lo
que siempre quiso ser, un brillante epílogo en el que se analiza la
novela y al autor de forma impecable, (quien me iba a decir a mí, que
vengo del barrio de San Blas, que reseñaría un libro en el que participa
un tipo de Sant Boi, y encima le llamaría maestro, ¡jódete Wert!)
Si William Faulker hubiera sido el padre de Harry Crews se avergonzaría de su hijo ante los vecinos, pero en la soledad de su habitación, leyéndole, estaría terriblemente orgulloso. La literatura de Crews mana de la inagotable fuente Faulkneriana, solamente que algún gracioso ha debido de meter LSD en las tuberías, por tanto asistimos alucinados a un desfile literario a veces grotesco, a veces lírico, como si Truman Capote midiera dos metros y tuviera voz de cazallero. En la novela que nos ocupa nos encontramos en Enigma, una "encantadora" y humilde localidad del sur, en medio del desierto –ese desierto literario yankee que asfixia, esa extraña inmensidad claustrofóbica cuyo vacío circundante actúa como el peor de los muros, no deja pasar el aire, pero sobre todo no deja pasar la esperanza-, por las calles de tan exquisita pedanía desfilan hombres y cerdos en igual proporción, la violencia es la dialéctica aceptada por los vecinos, y la inmundicia brota por todas partes. Empezamos con Willalee Bookatee, un negro inmenso que espera encarcelado en la oficina del sheriff a ser linchado y ahorcado (justicia participativa, digamos) por haber violado y arreado más de cuarenta punzadas con un picahielos a Mary Bell, una beldad local querida y admirada por todos. Seguimos con un hijo pródigo, el protagonista de la novela, "El cantante de Gospel", un ángel nacido en el centro mismo del vertedero, un ser hermoso dotado de una voz celestial que ha conseguido salir de Enigma y conquistar el mundo entero, de parroquia en parroquia, con sus emocionantes himnos. Tercer elemento interesante: el circo de monstruos que sigue al cantante en sus giras, aprovechando el tirón para mostrar hermosas deformidades forasteras y así sacar pasta a los deformes locales. Cuarto: el representante del cantante, Didymus, en mi opinión el gran personaje del libro, un rígido, sádico e implacable pastor que dirige, no solo la carrera del muchacho, también su alma, ambas de una forma muy particular. A partir de aquí, echad a volar la imaginación: fanatismo religioso, violencia, miedo, desesperanza, linchamientos, sexo, y sobre todo frustración. Porque tras todo el caos, tras el humor negro, tras la violencia, tras la esquizofrenia, nos enfrentamos al verdadero corazón de la novela ,si quieren al principal tema de la literatura de Harry Crews: la frustración por una vida miserable, el deseo de escapar lejos, la asfixia vital de los perdedores totales, los que no tienen ninguna posibilidad, ningún resquicio. Estén muy atentos cuando lean ese libro a las reflexiones entreveradas entre barbaridad y barbaridad, en la lírica subrepticia, en el extraordinario tratado del dolor que constituye el tejido de toda la obra. El cantante aparece en medio de la nada como los ángeles bíblicos en Sodoma y Gomorra, esgrimiendo una belleza aterradora, una divinidad a ojos de sus antiguos vecinos, no tanto por sus dones, si no por haber conseguido atravesar el muro de horror desértico que circunda Enigma, por haber escapado de allí. Lo que ninguno sabe es qué se esconde realmente tras los pecaminosos ojos azules del Cantante, los tormentos que padece a solas, la endiablada certeza de que, después de todo, nadie escapa completamente de Enigma.
Una advertencia: leer a Harry Crews es una experiencia dura, va a contarles la verdad, no va a ahorrase detalles, van a conocer almas mutiladas, perdedores definitivos, y lo peor de todo es que van a disfrutar con ello, es decir, tendrán que aguantar su propio reflejo en un espejo cóncavo, primero se reirán, después se sentirán mal por ello.
Alguien tenía que hacerlo.
Á.
(No dejen de leer a Álex Portero)
Aquí podeís disfrutar del fantástico texto que escribió Álex Portero el día que recibimos la noticia del fallecimiento de Harry Crews.
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