Entrevista a Lloyd Bradley en Enlace Funk


La semana pasada llegaron noticias excelentes a mi buzón: el último número de Enlace Funk, en el que se incluye una entrevista que le hice hace poco a Lloyd Bradley (pinchando aquí podéis pedir la revista y aquí hay un listado de tiendas donde se distribuye).

Como aperitivo, os dejo aquí uno de los fragmentos de la entrevista que por motivos de espacio no ha llegado al papel pero que creo que tiene su gracia, ya que nos pusimos a comentar (más que una entrevista fue una charla) las diferencias entre las distintas ediciones, portadas y títulos de Bass Culture y alguna que otra anécdota... Enjoy.



[...]
Tomás Cobos: Estuvimos tratando de conseguir los derechos durante mucho tiempo, y en 2013, justo cuando me iba a Londres con una excedencia de mi trabajo, conseguimos los derechos, así que fui un sueño poder contar con 6 meses de sabático para centrarme en el libro.
Lloyd Bradley: Me gustó mucho la portada que le habéis puesto.

TC: Le comenté a nuestro ilustrador [Joaquín Secall] que quería un altavoz en la portada. La idea era reproducir lo que comentas en el libro, eso de que "raro es el editor valiente que publica un libro sobre reggae y no pone en la portada a Bob Marley".
LB: El caso que cuando escribí eso aún no lo sabía. Tuve una reunión con Penguin sobre la portada, y no tenía ni idea de lo que iban a ofrecerme, porque mi editor entonces no sabía mucho de reggae. Cuando empezó el proyecto solo conocía a UB40 y Bob Marley, es muy fan de Bob Dylan. Le pregunté por la portada y me dijo "Vamos a ser ese libro valiente". Y le dije que adelante. El tipo que se encargaba de los diseños en Penguin, que supervisaba las cubiertas, era un fanático del reggae, ha hecho muchas portadas de discos para el sello Blood and Fire. Sabía lo que se hacía, así que se encargó personalmente y me encantó el trabajo. Es muy gracioso porque me enseñaron varias alternativas, creo que eran cinco. Las otras cuatro eran tan feas que tuve que elegir esa y luego me dijeron que lo hicieron a propósito. Y diez años después, conocí al tipo que está en la portada con la chaqueta y el gorro en un garito de Finsbury Park.

TC: ¿Al que tiene una cerveza?
LB: Sí. Es un tipo encantador. Me dijo que cuando el libro salió todo el mundo le decía que le habían visto en la portada de un libro. Así que fue a una librería, lo buscó, se sentó a leerlo en el suelo de la librería, durante cinco horas y después lo compró. Me dijo que eso fue en septiembre y en las Navidades de ese año seis personas le regalaron una copia. 
 
TC: Jaja, me pregunto qué haría con todas esas copias.
LB: Nunca le volví a ver. Firmé una lámina que tenía con la portada y la dejé en el garito para que se la dieran.


TC: También es muy gracioso en el libro cuando mencionas a Linton Kwesi Johnson y dices de pasada que su disco Bass Culture sería un buen título para un libro.
LB: No conocía a Linton. La gente me había dicho que era muy borde y no me apetecía demasiado conocerle después de haberle robado el título del libro, pero ahora somos muy buenos amigos, le gustó mucho el libro y estuvo encantado con la idea. Me dio su bendición.

TC: Es una buena señal que en todas las traducciones del libro, en italiano, francés, alemán, hemos dejado Bass Culture en el título, no solo porque sea una canción de Linton sino por la fuerza que tiene, aunque sea difícil de pronunciar para los hablantes españoles, aquí dicen "Bas Cultur" [en lugar de la pronunciación inglesa, algo así como Beis Calcha].
LB: Con tal de que lo digan...

TC: Es un título que funciona muy bien. Cuando traduzco un libro obviamente procuro traducir el título también pero en este caso era tan bonito que no tenía sentido tocarlo.
LB: Muchas gracias. Cuando empecé a escribirlo siempre pensé que el título sería Bass Culture, pero iba a ser Bass Culture: The Story of Reggae. Pero cuando llegué a los años 1984-1985 me di cuenta de que quería dejar la historia ahí, y entonces no podía decir que era la historia del reggae. Era algo que me preocupó durante seis meses. Y una noche estaba viendo el documental sobre "Rumble in the Jungle" [el combate entra Muhammad Ali y George Foreman], When We Were Kings [Cuando reinábamos], y pensé: "Ese es el título que quiero: "Cuando el reggae reinaba". Así se me ocurrió el subtítulo. Y una vez lo tuve me fue mucho más fácil dejar la historia donde la dejé, ya no tenía que contar una historia que no deseaba contar.

TC: Tengo que decirte que en español [e imagino que en italiano también es el motivo] elegimos Bass Culture: la historia del reggae porque nos gustó el subtítulo de la edición estadounidense [aunque en su caso lo llamaron This Is Reggae Music: The Story of Jamaica's Music, eliminando el Bass Culture] y, en segundo lugar y supongo que esto es el motivo por el que lo hicieron ellos porque cuando escribiste el libro tenías en mente un público, el británico, que conocía esa época en que el reggae había reinado. Pero la mayoría de la gente en España se preguntaría: "¿El reggae? ¿Cuándo reinó el reggae?". Digamos que tu subtítulo en inglés es un comentario sobre un contexto con el que está familiarizado el público británico, pero no es así en nuestro caso.
LB: En el caso de EE.UU., me dijeron en Penguin que los estadounidenses siempre cambian el título, siempre.

TC: Supongo que al tratarse del mismo idioma puede ser muy frustrante.
LB: Lo que ocurrió es que era una editorial estadounidense que no tenía ni idea de reggae y además ningún deseo de comprenderlo.

TC: También cambiaron la portada.
LB: Sí, pensaron que la portada inglesa no era impactante y que no era lo suficientemente positiva. Y mi respuesta fue que precisamente de eso se trataba. Les dije que sí que tenía impacto, no me gusta la portada estadounidense. Una mujer de la editorial me dijo que llamarlo "Bass Culture" [que se pronuncia igual que Base Culture, "cultura vulgar, inferior"] implica que se trata de gente inferior, de una cultura sin valor... ¿Perdón?

TC: Bueno, para mí también es parte del título. Es la cultura de las clases bajas.
LB: Pero además se llama Bass Culture, [Cultura de bajos, de graves], trata del bajo. No tenían ningún interés, no me iban a escuchar ni a tratar de buscar otra solución, solo querían aplicar su lógica de departamento de marketing. El problema es que habían pagado un adelanto enorme por los derechos para EE.UU. y en última instancia era imposible discutirlo.

TC: Era una pérdida de tiempo.
LB: Totalmente. Y lo último que deseaba Penguin era estropearlo todo, pero el caso es que muchos fans de reggae estadounidense van a Amazon y compran la edición inglesa porque la portada es mejor.

TC: Bueno, en nuestro caso optamos por una portada alternativa.
LB: Y me encanta, la pondré en mi web, es una imagen intrigante además.

TC: Creo que mantiene el espíritu del título y el libro. Lo gracioso es que un amigo al que enseñamos la portada nos dijo que le gustaba mucho pero que qué era, "¿un instrumento jamaicano?".
LB: Jajaja.

LA REVOLUCIÓN DIFUSA: LOS AGENTES DE LA SOMBRA




Ilustración: David Muñoz
A través del torrente de luz desfilaba una cola de usuarios que casi asomaba su extremo posterior por la boca de la Ciudad Iluminada. Entre ellos nos mezclamos el Maestro Penumbra y yo, haciendo sonar las monedas que contábamos para el billete, como habíamos convenido para pasar inadvertidos. Cuando con paciente paso nos acercábamos hacia la taquilla, entre ancianos de codos afilados, un señor de bigote arrogante paseó su mirada por las facciones del Maestro, que al instante abandonó su fingimiento y echó a correr hacia el interior, saltando ágilmente sobre los tornos y seguido a corta distancia por la mayor velocidad que mis piernas permitieron. El Agente de la Luz del bigote no salió en nuestra persecución. Le bastaba comunicar nuestra presencia para dejar la ejecución en manos de sus compañeros armados. No abandonamos por este peligro el plan previamente concebido: era la principal habilidad de Penumbra, adquirida por la costumbre, sortear al enemigo. 
 
Me había costado un tiempo decidirme a acompañarle en aquel sabotaje. Aunque lo conocía ligeramente desde la infancia, ya que éramos vecinos, sólo comencé a conversar con él dos meses antes de esta primera aventura. Una noche de diciembre lo encontré en la escalera en avanzado estado de embriaguez. Debido sin duda a un ebrio arranque de alegría me propuso acompañarle a su casa. Allí, tras varias horas de charla intrascendente junto a una botella y un paquete de cigarros, se atrevió a confesarme sus conocimientos, sus planes y su insuperable timidez. En un cuarto apenas iluminado por la luz de la calle que se filtraba entre las cortinas, escuché revelaciones sorprendentes de cuya veracidad no podía sino dudar entonces. ¿Cómo podría haber sospechado que era la Luz causa de todos los sufrimientos de la ciudad? Me parecía inconcebible aquella relación entre la Luz, hasta entonces símbolo de progreso y civilización para mí, y la destrucción de la alegría. Me explicó, en un lenguaje con dejes mesiánicos, que esta destrucción había tenido su origen varios siglos antes del nacimiento del cristianismo. La Luz se fue introduciendo poco a poco en los rincones, en la intimidad de los pequeños cuartos, y acabó por desplazar el mundo de sombras que nos rodeaban. Entre las muchas heridas abiertas, Penumbra destacaba la timidez y la seriedad.
 
«Es obvio que la luz causa malestar. La luminosidad nos deja indefensos antes las miradas de los demás, sin poder cobijarnos. La respuesta de nuestros cuerpos se debe a esa sensación de opresiva vigilancia, esa continua y dolorosa exposición pública, que provoca diversas reacciones:

»Los tímidos, desde hace un tiempo Agentes de la Sombra, nos hemos replegado hacia la oscuridad, donde nadie nos observa. 
 
»Los más sufridos, ignorantes de la procedencia de su aflicción, se refugiaron de manera inconsciente en la careta de la seriedad, homogeneizando sus gestos. Obtienen por recompensa, a cambio de su rigidez facial, la seguridad de no convertirse en el blanco de las miradas del mundo. Y no sólo tienen estos Severos Semblantes, como nosotros los llamamos, que enfrentarse a cualquier juicio visual, sino que la represión es sistematizada por dedos acusadores.

»Esos dedos, que como rayos caen sobre el desafortunado que muestra algún rasgo que lo diferencia, risa irrespetuosa o expresión informal, pertenecen a los Agentes de la Luz. Recuperados por el Flujo de Luz de entre los Severos Semblantes, han sido sometidos a largas exposiciones bajo los focos, de tal manera que han terminado por anular todo impulso de individualidad en sus mentes. Una segunda misión les ha sido encomendada: eliminar a los Agentes de la Sombra en los pasillos y vagones de la Ciudad Iluminada. Para ello se sirven del Deslumbrador, que camuflan bajo las más diversas formas.»

 
Ilustración: David Muñoz
Dos meses después de aquella noche agarraba el grasiento pasamanos de las escaleras mecánicas, a la retaguardia del Maestro. En mi bautizo como Agente de la Sombra bajaría nada menos que a la búsqueda del Generador Central de la Ciudad Iluminada. Aunque en la Ciudad Exterior, más antigua, el Flujo de Luz seguía cegando muchas pupilas, los Agentes de la Sombra, ayudados por la noche, habían prosperado gracias a exitosas actividades terroristas. De este modo los Grandes Jefes Relucientes resolvieron trasladar su centro de operaciones a los Subterráneos del Transporte, morada del relucir desde su construcción en el siglo XIX. Llevaron así la primacía de la Luz al subsuelo, a las profundidades de la tierra, atravesándola con sus cuchillos de claridad. Lo indefinido recibía por primera vez contorno.

Sabíamos, por tanto, la dificultad que entrañaba nuestra empresa. Pues incluso las sombras de los hombres y mujeres, que no son sino diminutos restos del dominio de la oscuridad, tienden en los Subterráneos Iluminados a desvanecerse, atacadas desde todos los puntos.

Bajo los fluorescentes que techaban los túneles vi en la cara del Maestro aquel temor que ya me había anticipado en nuestras conversaciones. «Por supuesto que he vivido el miedo infantil de las noches a oscuras en que las sábanas sirven de escudo. Pero es un sentimiento mil veces preferible a su faro deslumbrante en la cara. Cualquier intento de huida resulta vano bajo sus focos eléctricos. Al menos aquel miedo a los fantasmas de la noche era mío. Jugaba con él, estaba ahí para fascinarme, para vencerlo llegado el momento. Pero el otro miedo viene de ellos, el que me meten por los ojos.»

En el vagón los Severos relajaban su crispación mirándose los zapatos negros. «El calzado negro, con sus oscuros cordones, al igual que toda vestimenta de este color, constituye una amenaza para el orden luminoso pues libera a la vista del reluciente asedio.» Así disertaba Penumbra sobre las virtudes de la sombra: «La oscuridad, amigo Borroso, es el lugar donde nada nos es impuesto: hacemos y nos hacemos a nuestro antojo. Cuando nos sumergimos en las sombras, renunciamos, por imposible, a la medición, al cálculo. Su naturaleza es tal que los objetos ya nunca permanecen fijos, ni tienen principio ni final, pues no hay líneas. Me sorprenden al rozarme, al chocar con la extensión de mi piel, y en esto precisamente reside lo prodigioso: recuperamos a oscuras la pasión por explorar lo desconocido y lo innombrable, porque nadie juzga nuestras caras... Cuando encendemos la Luz las paredes se revisten de claridad, la claridad propia de la ciencia que encierra los territorios en un mapa. Pero no olvidemos que el interruptor lo apretamos casi siempre nosotros».

El curso de estas reflexiones fue interrumpido por un acontecimiento imprevisto durante el trasbordo hacia la línea del Generador. En un pasillo desolado nos cruzamos con un cochecito de bebé guiado por una elegante anciana. Al llegar a su altura Penumbra lanzó una mirada furtiva al interior del cochecito. Me cogió del brazo, cuando los sobrepasamos, para decirme al oído: «Corre hacia el andén». Y mientras me alejaba rebotaban en las paredes los pasos del Maestro retrocediendo y su voz amable que entablaba conversación con la anciana: «Hermosa criatura, abuela».

Dos minutos de impaciente espera separaron mi llegada al andén y la aparición simultánea, como si lo hubiesen concertado de antemano, del Maestro Penumbra y un tren que nos transportaría a nuestro destino. 
 
Y no venía solo Penumbra, sino que apresuradamente entró al vagón cargado con aquel bebé en los brazos. Indignado, en mi ignorancia, le exigí una explicación por el absurdo rapto. Temía yo que por una insensatez sin motivo no estuviéramos a la altura de las maravillosas proezas realizadas por nuestros compañeros: pensaba yo en el Capitán Modorra, que había llenado de niebla los Subterráneos de Londres, y en Juana Tinieblas, que ensombreció con su inmenso manto negro el pabellón donde científicos de todo el globo celebraban una convención sobre bombillas... y en tantas otras hazañas que conocía por el Maestro Penumbra. Pero tan pronto como tuve conocimiento de los motivos de aquel delito, todos mis temores huyeron en desbandada: habíamos capturado a la Gran Esperanza Blanca. Era El Prometido. El elegido por la Luz, que tomaría cuerpo en él para convertirlo, como a otros antes, en un Gran Jefe Lúcido. Los profetas de la Luz habían anunciado que aquel bebé que nos sonreía tímidamente, embutido en un vestido blanco y con inconfundible palidez en la cara, habría de sumir al género humano en la mayor concentración de Luz que había conocido la historia. El Mesías de los Grandes Jefes, como se le nombraba en los Salmos de Lucero, tendría poder para reducir las sombras a su mínima expresión. Pero el azar había puesto a nuestro alcance la posibilidad de desbaratar el Apocalipsis Blanco. Aquel Mesías, que viajaba siempre desprotegido para no levantar sospechas, nos sonreía en el vagón, gracias al talento del Maestro Penumbra.

Sin embargo, no dejamos que la emoción nos embargara de tal modo que peligrase nuestra empresa original: el Gran Apagón. Si llegábamos al Generador, en la estación de Las Bengalas (llamada así por los de la Sombra) conseguiríamos apagar las luces de la Ciudad Iluminada creando un feliz caos, que vendría a ser la culminación de los sueños más ambiciosos de Penumbra. Y nada ni nadie parecía capaz de detenerlo.

En el tren, Penumbra, animado por lo acontecido, me obsequió con nuevos detalles sobre la historia de la Revolución Difusa que habían iniciado los Agentes de la Sombra. La mayor parte se concentra en cavidades sombrías bajo las montañas. En la Ciudad Exterior caminan muchos junto a las paredes de los edificios aunque un gran número de ellos han sido deslumbrados cuando acudían a orgías en sótanos deshabitados. Una docena escasa actúa en los túneles de la Ciudad Iluminada, por donde corren los trenes hasta alcanzar la siguiente estación. «Podrás verlos acurrucados contra un hueco en la pared, si pegas la cara a la ventanilla.»

También me contó algo, por primera vez, de su vida anterior. Había trabajado grabando la voz de esos monos de las máquinas que se veían en algunas tiendas de Frutos Secos. Inventando un original tono atiplado encontró un espacio donde verter su afán creativo, frenado en otras actividades por su asfixiante timidez. Pero acabó por dimitir cuando le fue negada su petición de variar el texto que recitaba el animal. Tras una prolongada temporada perdido en ocupaciones sin expectativas, un aluvión de sueños reveladores le abrió la puerta hacia una nueva vida. El Maestro amaba los sueños. En ellos comprendió las causas de aquella timidez y entró en contacto con los restantes Agentes de la Sombra, que utilizaban este medio para su comunicación. «El sueño es la más completa ausencia de luz.» En la pared interior, negra, de sus párpados, el Maestro poseía su propia pantalla de cine, y en ella se proyectaba la Revolución Difusa.

Ilustración: David Muñoz
En el trayecto hacia Las Bengalas sonaba un acordeón maltratado por un viejo adormecido, al cual Penumbra no quitaba ojo. Como el Maestro no me dijo nada, fueron los hechos mismos quienes me descubrieron las causas de tal interés por la música. Comenzó la luz del andén a entrar por las ventanas y el tren iniciaba su frenada. Al tiempo que Penumbra dejaba a La Gran Esperanza Blanca en mis manos, el acordeonista llegó hasta nuestra posición. Acercó su mano el Maestro al vaso para depositar una moneda, que cayó al suelo, como comprendí después, de manera intencionada. El músico agachado chilló al recibir la primera patada del Maestro, quien, después de propinarle la segunda, forcejeó con él para arrebatarle el instrumento. Con éste en la mano corrió hacia las puertas recién abiertas. Salí tras él y oí allí, en un extremo del andén, las últimas palabras que me dirigió su boca jubilosa: «¡Un Deslumbrador!». Me indicó con un gesto que no le siguiera y se lanzó hacia la oscuridad del túnel, delante de la cabecera del tren. Así se lo tragaron las tinieblas. Transcurrieron unos treinta segundos y del túnel llegó un prolongado gemido de placer al tiempo que un estallido de oscuridad absoluta se apoderaba del lugar. Me adentré, tanteando como pude, pues llevaba aún al bebé, en el maravilloso revuelo que se había formado en el vagón. Sentí entonces que mi timidez, como en átomos disgregados, se extendía por todo el vagón y se aproximaba a los cuerpos intercambiando hasta el infinito los papeles de tocador y tocado... Aún ahora se me empañan los ojos al recordar el Gran Apagón.

Hoy acudiré a la Sierra del Norte para unirme con los pobladores sombríos en su Guerrilla Oscura. Con la Gran Esperanza Blanca en nuestras manos la victoria está más cerca. Debo acabar estas líneas y partir antes de que vengan a buscarme. Quizá tres páginas en negro hubieran bastado para hacerme entender. Pero me temo que hasta que llegue el Gran Apagón Eterno tendré que conduciros a las Sombras a través de palabras.

Señor Borroso 

 

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  • Tiqqun:

En la Cábala de Isaac Luria (1534-1572), el término «Tiqqun» denomina el proceso de redención, de la restauración de la unidad del sentido y de la vida, de la reparación de todas las cosas por la acción de los hombres mismos.


  • Comunismo:
Es la realización del «Tiqqun» en el terreno de la historia, a través de la misma práctica colectiva de los seres humanos.

«Nuestra única preocupación es el comunismo. No hay nada previo al comunismo. Los que creyeron lo contrario, a fuerza de perseguir la finalidad, zozobraron con cuerpos y bienes en la acumulación de medios. El comunismo no es otra manera de distribuir las riquezas, de organizar la producción o de administrar la sociedad. El comunismo es una disposición ética: una disposición a dejarse afectar, en contacto con otros seres, por lo que nos es común. Una disposición a compartir lo común. El otro estado de Musil se le parece mucho más que la URSS de Jruschov.» (Teoría del Bloom).


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LÉXICO TIQQUNIANO (4 de 5)



  • Bloom:

El Bloom es una figura ambivalente. Por un lado, sustituye al «proletario» de Marx, al «espectador» de Debord y al «musulmán» de Agamben como representación de la alienación y la desposesión extremas. El Bloom es una nada. Pero una nada que puede serlo todo. Expropiado de cualquier inscripción en una comunidad, el Bloom es también «pura disponibilidad para dejarse afectar». Pura humanidad desnuda.


Eso le abre la posibilidad de reapropiarse de su no-pertenencia esencial y recrear lo común y la comunidad fuera de los moldes tradicionales: nación, clase, comunidad de oficio, etc. En el Bloom habita la promesa de una comunidad abierta e incluyente, no definida por una identidad. Pero no es fácil hacerse cargo de tanta desnudez: la «mala sustancialidad» es la adhesión ciega del Bloom a cualquier identidad postiza desde el miedo al vacío.

Como explica Agamben hablando de Tiqqun, ellos «denominan Bloom a los nuevos sujetos anónimos, a las singularidades cualquiera, vacías, dispuestas a todo, que pueden difundirse por todos lados pero permanecen inasibles, sin identidad pero reidentificables en cada momento. El problema que se plantean es: “¿Cómo transformar el Bloom? ¿Cómo operará el Bloom el salto más allá de sí mismo?”»

  • SE:

Tiqqun escribe a veces el impersonal «se» en mayúsculas o cursiva. ¿Qué se pretende enfatizar así? Puede quedar más claro con esta cita de Heidegger: «Prisionero en la trivialidad de la existencia cotidiana, el hombre vive bajo el imperio impersonal del ‘se’ (das man): yo me veo obligado a trabajar, a vivir e incluso a sostener determinados puntos de vista porque así se trabaja, se vive y se piensa». Los rasgos de esta existencia impropia, inauténtica y banal según Heidegger son tres: la falsa curiosidad o afán de novedades por la que el sujeto salta de una cosa a otra incapaz de detenerse y sin profundizar en nada; la palabrería que consiste en hablar de las cosas sin entenderlas y asumirlas, repitiendo simplemente lo que se dice y se oye; y el equívoco en el cual no se sabe qué se comprende y qué no se comprende, todo tiene aspecto de  genuinamente comprendido cuando en el fondo no lo está.

Recordemos que el ON francés puede significar tanto SE como UNO. Hemos preferido traducirlo generalmente por SE, en el sentido expuesto en esta nota, pero en ocasiones hemos dejado UNO para sugerir otro sentido: el UNO de la organización social autoritaria.

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  • Nuda vida y formas-de-vida:
Son dos conceptos que Tiqqun retoma de Giorgio Agamben. La nuda vida es la vida concebida como mera función biológica. Se opone a la vida del ser político que tiene lugar en el espacio de una comunidad política. En su trilogía Homo sacer, Agamben analiza el poder en Occidente como gestión de la vida reducida a nuda vida: personas sin ningún derecho que habitan un espacio de excepción o cobayas humanas convertidas en objetos experimentales de la tecnociencia.

Por el contrario, una forma-de-vida es esa intensidad apasionada que polariza nuestra existencia y deshace la distinción entre público y privado, existencial y político, interioridad y acción. Según Tiqqun, «cada cuerpo está afectado por su forma-de-vida como por una inclinación, una atracción, un gusto». Las inclinaciones de las formas de vida no definen una identidad (qué soy), sino por el contrario una singularidad, una presencia y un ser-en-situación (cómo yo soy lo que soy). La inclinación se puede conjurar o asumir. La nuda vida sería el resultado de la primera opción. La segunda abre el camino a la posibilidad política: la elaboración del libre juego entre formas de vida.

  • Guerra civil:
«La guerra civil es el libre juego de las formas-de-vida, el principio de su co-existencia. Guerra porque, en cada juego singular entre formas-de-vida, la eventualidad del enfrentamiento bruto, del recurso a la violencia, no puede ser nunca anulada. Civil porque las formas-de-vida no se enfrentan como Estados, como coincidencias entre población y territorio, sino como partidos, en el sentido en el que esta palabra se entendía hasta la llegada del Estado moderno, es decir, puesto que hace falta precisarlo en adelante, como máquinas de guerra partisanas.» (Introducción a la guerra civil).

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LÉXICO TIQQUNIANO (2 de 5)



  • Poder, espectáculo, Imperio:
Tiqqun se esfuerza en analizar el poder, no tanto como la acción de un agente extranjero o un sujeto que nos hace frente, sino como un conjunto de relaciones en las que estamos involucrados. De ese modo redefinen y usan dos  conceptos relevantes de la teoría crítica contemporánea:  «espectáculo» (Guy Debord) e «Imperio» (Toni Negri).

«El espectáculo no es una cómoda síntesis del sistema de los mass-media. Consiste también en la crueldad con la que todo nos remite sin tregua a nuestra propia imagen. El Imperio no es una especie de entidad supra-terrestre, una conspiración planetaria de gobiernos, de redes financieras, de tecnócratas y de multinacionales. El Imperio está allí donde no pasa nada. En cualquier sitio donde esto funciona. Ahí donde reina la situación normal.» (Llamamiento; y otros fogonazos).

  • Partido Imaginario:
Tiqqun llama así a la multiplicidad de prácticas, existencias y mundos dis-conformes. No se trata de una clase social ni de un segmento concreto de la sociedad, sino más bien de un movimiento difuso de deserción de las formas de vida y los papeles impuestos (jóvenes, obreros, mujeres, víctimas). El Partido Imaginario no plantea un antagonismo dialéctico o una relación de fuerzas clásica (clase contra clase), sino un movimiento de secesión creativa y separ/acción de la sociedad. La tarea política es articular esas deserciones heterogéneas en un plano de consistencia, sin totalizarlas ni unificarlas.

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Así se hizo: Bass Culture

Reggae: del pueblo, para el pueblo
[Hace poco nuestro amigo Suso Mourelo me pidió que escribiera unas líneas sobre un libro de Acuarela para su sección "Una sugerencia" de Librerías Independientes, donde los editores hablan sobre obras que han publicado. En el resultado, que reproducimos aquí debajo, se revelan algunos de los oscuros motivos egoístas por los que se publicó Bass Culture, así como un breve resumen de los encantos del libro.]

Un viaje a la isla del tesoro del reggae


Dicen con acierto que un libro es una ventana abierta a nuevos mundos, pero a mí me gusta pensar en Bass Culture: la historia del reggae como un viaje, una expedición a tierras incógnitas donde en cada esquina nos espera una revelación: una mañana brumosa, finales de los cincuenta, te embarcas hacia el Caribe y dejas que Lloyd Bradley te seduzca con una narcótica historia en la que danzan orgullosos nietos de esclavos y se escuchan los tambores de la rebelión.

Sin duda hay algo de ese trasfondo histórico en mi enamoramiento con el reggae, ya que encontré en sus ritmos la fusión desgarradora entre la tristeza de un pueblo azotado por la desgracia, por la separación forzosa de su negra tierra madre, y al mismo tiempo una alegría desbordante y embriagadora, repleta de ingenio y creatividad. Pero claro, no nos engañemos, eso no lo veía todo el mundo. De modo que, a principios del siglo XXI, me dije: voy a engañar a mis compañeros de la editorial y publicar un libro de reggae porque me da la real gana. Para camuflar mis egoístas fines, busqué durante años un libro que no se quedara en mero onanismo reggaéfilo. Quería un libro con algo más, quería que enganchara a mis amigos, decirles: "¡Mirad el tesoro pirata que he encontrado!". Porque, al fin y al cabo, y en eso coincidieron de pleno mis socios acuarelianos, el objetivo de la editorial es compartir, tejer redes de complicidad.

Y ahí apareció Lloyd Bradley con esta obra, mítica en el mundo anglosajón y traducida al francés, alemán, italiano y japonés. La genialidad de este anglocaribeño creció en el meollo de la cultura jamaicana de Londres— consiste en abrir la historia a todos los públicos. Da igual que te guste el reggae o no, como en los buenos documentales Bradley lo narra todo como si se tratara de una novela histórica, con el gancho musical como excusa, explicando por qué en Jamaica la independencia de los ingleses (1962) se asocia ya indisolublemente al ska; por qué el presidente socialista Michael Manley buscó el apoyo de Fidel Castro ganándose la hostilidad de la CIA; por qué los sonidos jamaicanos hipnotizaron por igual a Rolling Stones, mods, skinheads y punks; por qué odiaban con tanta virulencia los negros británicos a la policía y por qué se desataron las revueltas de Notting Hill; por qué en los guetos amaban tanto el reggae (esta la voy a responder yo: al fin los negros pobres de Jamaica tenían algo suyo, al fin tenían una voz)... Bass Culture nos sitúa de lleno en plena Guerra Fría, en un despiadado mundo postcolonial del que surge una forma de expresión popular, del pueblo para el pueblo, que tendría el honor de ser la única música global del denominado "tercer mundo". Por ello Prince Buster agradece en la introducción que al fin alguien haya escrito la historia verdadera del reggae, es decir la de una creación colectiva, sin caer en las habituales sucesiones de hits y estrellas mediáticas (con todo, Bass Culture rinde un merecido homenaje a la figura de Bob Marley).

La sorpresa fue que a nadie se le había ocurrido comprar los derechos en España (luego me enteré de que sí hubo fallidos candidatos previos) y además me tocó la lotería cuando me cayeron seis meses de excedencia en mi trabajo que pasé en Londres traduciéndolo. En este proceso me pasó igual que al leer esos libros o películas que te generan tanta curiosidad que tienes que correr a Wikipedia a ampliar la información, ya sea para saber más sobre el papel de las iglesias evangelistas en las revueltas de esclavos; para consultar qué fue en Inglaterra del jamaicano de la voz de oro, Horace Andy; para enterarme de si la CIA estaba realmente detrás de la desestabilización del país en los setenta; o por supuesto, para escuchar ese tema soul de los Heptones, este poema dub que le dedica Linton Kwesi Johnson al profesor Blair Peach (asesinado por la policía en una manifestación antirracista en Inglaterra) o aquel experimento futurista de Lee Scratch Perry.

Mis socios picaron, el libro se publicó. Los seis meses sin sueldo fueron una gozada. Todo por la maldita manía de compartir.

Tomás Cobos 

Miembros de Acuarela discutiendo la publicación de "Bass Culture"

Giorgio Agamben: "A propósito de Tiqqun"




En este vídeo, subtitulado por primera vez en español, Giorgio Agamben habla sobre Tiqqun, ofreciendo, de manera sucinta, dos o tres claves para entender de dónde viene y en qué consiste la especificidad y la potencia del pensamiento de Tiqqun, destacando sobre todo la idea de que, más allá de una crítica de «el Poder», para Tiqqun se trata sobre todo de un análisis (estratégico, es decir, orientado a la acción) de los diferentes dispositivos de poder.

El texto está incluido en La Hipótesis Cibernética, de Tiqqun, que hemos publicado este año. La traducción es de Alfredo Borroso y los subtítulos de Acuarela

La pesadilla de un mundo en red

(texto de Amador Fernández-Savater en eldiario.es)




“En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas (Borges, “Del rigor de la ciencia”)


Las distopías o “utopías negativas” son obras de ficción que llevan hasta un extremo de pesadilla elementos o tendencias reales ya activas en el presente. Entre las más conocidas están por ejemplo 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley. No puedo evitar leer La hipótesis cibernética, del misterioso no-grupo Tiqqun, como una obra de este tipo. Un relato, a la vez real e irreal, que advierte y alerta sobre algo. ¿Sobre qué? La pesadilla que se dibuja aquí es la de un mundo enteramente organizado en red: transparente, conectado, dinámico, autoorganizado, fluido. Una lectura que produce vértigo, sobre todo entre quienes hemos pensado en algún momento la red como metáfora-herramienta de emancipación. Quizá por eso, para protegerme, leo este ensayo como una obra de ciencia-ficción: “exageran, sólo es un mal sueño”. ¿Seguro?

De la hipótesis liberal a la hipótesis cibernética

Se dice que el liberalismo surgió como meditación sobre la guerra y anhelo de paz. ¿Cómo podían evitarse de una vez por todas conflictos armados tan devastadores como los que asolaron Europa durante los siglos XVI y XVII? Era necesario encontrar otro motor... [SIGUE LEYENDO]


LÉXICO TIQQUNIANO (1 de 5)

Ilustración incluida en la revista Tiqqun

En los textos de La Hipótesis Cibernética, de Tiqqun, se pueden encontrar a veces, sin mayor explicación, alusiones a conceptos como Bloom, Partido Imaginario o el propio término Tiqqun. Reproducimos aquí, para facilitar algunas claves de comprensión, el glosario o «léxico tiqquniano» que publicamos en su día en Primeros materiales para una teoría de la Jovencita, ampliado con algún otro término. No se trata de dar definiciones unívocas de los conceptos, sino de aportar alguna referencia más, alguna pista más.



  • Metafísica occidental y metafísica crítica:

La metafísica occidental encuentra su consistencia en el presupuesto de un punto de vista soberano sobre el mundo. No se trata de un pensamiento sin consecuencias, sino de una filosofía práctica: Occidente está hecho a imagen y semejanza del esquema metafísico por el cual un sujeto soberano (Hombre, Razón o Progreso) se opone o gobierna todo lo que no es él («dueños y señores de la naturaleza»). Ese sujeto o presencia soberana asume la forma de una fortaleza absoluta, separada, sin relación, autosuficiente y autocentrada. De la distinción entre sujeto y mundo, base de la metafísica occidental, se derivan luego otras muchas separaciones desgarradoras: entre cultura y naturaleza, contemplación y acción, libertad y apego, sí mismo y otro, humano y no humano, etc. 

La filosofía de Tiqqun recibe el nombre de «metafísica crítica» porque parte de preguntas radicales sobre el sentido dela vida que hunden la frontera que nos separaba nítidamente del mundo (es la llamada «crisis de la presencia»). A través de ellas nuestro ser-en-el-mundo se vuelve problemático, pierde el control sobre la realidad y se abre así a la posibilidad de crear otros modos de existencia.

  • Política extática:

Cada crisis de la presencia (ya sea personal o colectiva) abre una rasgadura en el orden de la metafísica que puede habilitar otra experiencia del mundo: ya no la identidad absoluta de uno consigo mismo más allá de los contextos y las relaciones, sino la exposición, el ser-en-situación, el entrelazamiento, la presencia común. Es una experiencia extática que nos pone «fuera de sí» y dentro del campo de relaciones heterogéneas en el que estamos irremediablemente implicados y al que llamamos mundo. Si la metafísica occidental encuentra su consistencia en el presupuesto de un punto de vista soberano, la crisis de la presencia puede ser la antesala de un desplazamiento, porque disuelve todo ideal de una presencia autoritaria y dispone otro punto de partida para la política, una política extática, del habitar.

Los movimientos: hegemonía y autonomía (carta a Serge Quadruppani por Wu Ming 1)


Carta de Wu Ming 1 a Serge Quadruppani, novelista y militante histórico de la izquierda extraparlamentaria francesa, en el contexto del movimiento contra la guerra de Irak de 2003. La traducción es de Hugo Romero. 
 
Querido Serge:

Contesto con gusto a tus perplejidades.

El tema que planteas (la autonomía de los nuevos movimientos y su relación con la izquierda institucional) merece reflexiones radicales pero no esquemáticas, rigurosas pero no rígidas. Probablemente me extienda en mi respuesta algo más de lo que esperabas, por lo que te pido excusas.

Cuando alguno de nosotros, en algunas entrevistas, ha constatado que la izquierda, tanto la italiana como la de otros lugares, no solamente resulta insuficiente o inadecuada, sino que se encuentra en estado ruinoso, y que sólo podrá salvarse si se refunda de arriba a abajo, no teníamos la intención, desde luego, de decir que esa fuese la tarea histórica de los movimientos.

Estamos convencidos de que los movimientos no son meros "grupos de presión" al servicio de la izquierda política, ni una especie de electroestimulador cardiaco para burocracias y funcionarios sin imaginación.

Los movimientos son y deber seguir siendo independientes. Su cualidad más importante es la mezcla de hegemonía cultural y autonomía.

La hegemonía es lo que impulsa a tres millones de italianos a mantener la bandera de la paz en su balcón, aunque los vasallos e infanzones insisten en que la guerra en Irak ha terminado y que han ganado "los buenos". La hegemonía es lo que ha permitido "agrietar el frente" belicista y ha decidido el éxito de la oceánica manifestación mundial del 15 de febrero de 2003.

Sin la hegemonía, solamente queda la marginalidad que se autocelebra poniendo "al mal tiempo, buena cara", sin posibilidad de obtener resultados concretos y llevar hacia adelante el conflicto.

La autonomía, por su parte, es lo que permite que los movimientos experimenten, sean origen de comunidad, tengan proyectos y prácticas que prefiguren la sociedad post-capitalista, sean autogobierno, autogestión y la más plausible alusión al camino que debe recorrer la comunidad humana.

Sin la autonomía, los movimientos se reducen a "opinión pública", mera materia prima para sondeos y estadísticas.

El error de fondo a menudo cometido es considerar a los movimientos como un "subconjunto" de la izquierda. Por el contrario, los movimientos libertarios / igualitarios / solidarios / comunitarios, precedieron por varios milenios al nacimiento de la izquierda. Ya eran activos en el seno del orden feudal y probablemente sobrevivirán a la desaparición de la izquierda. Para decirlo más claramente: lo que llamamos izquierda (con todas sus ortodoxias y herejías, en todas sus encarnaciones, desde la liberal-democrática hasta la izquierdista) no es más que la institucionalización de un subconjunto particular de los movimientos, subconjunto formado a partir de 1789, pasando luego por los años 1848 y 1917.

Los movimientos deben reaprender a pensarse más allá de la izquierda y fuera de ella. Quienes forman parte de los movimientos y proceden del phylum o tronco de la izquierda (por más "herética" y, al menos en las intenciones, libertaria que sea) debe pensar más allá de sí mismo y de su phylum.

Es necesario abandonar la representación bidimensional y la metáfora parlamentaria que ve todas las diferencias de posición como "más a la derecha que algo" o "más a la izquierda que tal otra cosa". La tierra no es plana, es esférica y ligeramente achatada por los polos. Por otra parte, no es más que un guijarro suspendido en los cielos.

En los movimientos han existido y todavía existen componentes que la izquierda ha ignorado o denigrado. Por ejemplo, durante largo tiempo ha sido ajena a la tradición de la izquierda, excepción hecha de las corrientes anarquistas, la idea de que los humildes y los parias, los "condenados de la tierra", el subproletariado, puedan ser sujetos activos y no solamente un "ejército de reserva" manipulable o la hez de la sociedad. Esa idea la hemos heredado, por un lado, de aquellas corrientes culturales que desembocaron en el "nacionalismo negro", al que luego sobrepasaron, y, por otro lado, de las experiencias sintetizadas en la teología de la liberación.

Obviamente, los movimientos "meten los pies en el plato", interfieren también con la "política politicista" de la izquierda, y deben tener cabezas de puente, y promontorios desde los que asomarse para ratificar conquistas, para seguir logrando el reconocimiento y la extensión de diversos derechos, para cerrar el paso a leyes y operaciones represivas, etc. Sin embargo, al hacer esto, los movimientos no deben nunca dejarse arrastrar hacia una visión subalterna respecto a la izquierda política.

Cuando funcionan bien, estos agentes sociales agrietan el frente capitalista, lo que es solamente uno de los efectos mensurables del terremoto, no el terremoto mismo. En pocas palabras: los movimientos contra la guerra han dado la posibilidad a los gobiernos de Francia y de Alemania de obstaculizar o retrasar el unilateral camino de Bush hacia Bagdad. Este es uno de los efectos visibles en la "escala Mercalli" de los sismólogos anticapitalistas. ¡Pero esto no significa que Chirac y los movimientos hayan marchado juntos!

La posición de Jacques Chirac no era desinteresada. Era un epifenómeno, pero al examinarla podemos entender en qué medida tres años de movimientos han influido en la mentalidad en Europa, impulsando al 80% de los ciudadanos del continente a rechazar el horror de la nueva "guerra [preventiva] de los treinta años".

Observamos la crisis de la izquierda con la misma mirada "sismológica": es una consecuencia de la irrupción de los movimientos es la escena pública. Cualquier cosa que la izquierda haga o no haga en este país en los próximos años será -para bien o para mal- una consecuencia de tal irrupción y del trabajo de todos nosotros.

Este trabajo debe continuar con una perfecta autonomía en cuanto a proyecto y expresión, presionando de cuando en cuando sobre los diversos frentes y resquebrajándolos, actuando sin paranoias. No seríamos, de hecho, independientes si estuviésemos excesivamente preocupados por los riesgos de "recuperación", empeñados en distinguir al 100% cada uno de nuestros pasos de los pasos dados por los núcleos dirigentes de la izquierda. El sindicato COBAS no es realmente independiente de la CGIL, puesto que cada paso que da lo hace en controversia con la CGIL o la sombra de ella.

Autonomía es actuar como sientes y crees justo.

Decir que la vieja izquierda está en crisis irreversible no implica que sea tarea nuestra salvaguardarla. Si quiere y puede, se salvará a sí misma, dándose la vuelta como si fuese un calcetín.

Ciertamente, esto plantea un problema: en ciertos aspectos, hay que suplir a la vieja izquierda. Durante los últimos años, en Italia y en otros lugares, la ausencia de una decidida oposición legal y "reformista" ha forzado a los movimientos a sustituirla, a colocarse a la defensiva, a proteger lo existente contra el avance de lo peor, como en el caso del artículo 18 del Estatuto de los trabajadores, de la escuela pública, del Estado de bienestar, etc. En otros países y en otros periodos esta tarea de "conservación razonable" correspondía a la socialdemocracia. Los movimientos deberían poder dedicarse libremente a llevar hacia adelante la tendencia hacia lo común y la comunidad. Deberían poder dedicarse libremente a federar las experiencias nacidas desde abajo, sobre el terreno, etc. Si la crisis de la izquierda nos deja atados a la acción defensiva, ¿tendremos espacio y tiempo para hacerlo? El riesgo que se corre es que, mientras se defienden las viejas tierras de propiedad pública (como el welfare, o Estado de bienestar), el capital invada los nuevos espacios (los empleos, las redes y su economía del don, el software libre, los embriones de economías del apoyo mutuo y el intercambio justo, etc.).

Te será fácil rebatirme: esta izquierda no defiende esos viejos territorios; de hecho, frecuentemente abre el camino a los depredadores, privatiza, reestructura, etc. La pregunta es entonces esta: ¿no podría ser mejor tener otra izquierda activa en la retaguardia, mientras que los movimientos se sitúan en las posiciones más avanzadas?

También en este caso es necesaria una mirada desencantada y sismológica sobre la cuestión de la ONU y la batalla que ha tenido lugar entre la "coalición de los dispuestos" y las delegaciones de los países contrarios a la guerra. Esta izquierda, de golpe y porrazo, fetichiza a la ONU y su papel, piensa que el "multilateralismo" pasa por ella y, sobre todo, piensa que el multilateralismo consiste en un equilibrio de poderes entre Estados-nación.

Por el contrario, nosotros pensamos que los movimientos están construyendo una esfera pública no-estatal. En cuanto a la ONU -recordemos que en sus primeros años la Internacional Situacionista hizo propuestas provocadoras para la reforma de la UNESCO-, hemos llevado algunos razonamientos a su lógica consecuencia: "Decís que la ONU experimenta un nuevo impulso. Bien, si es así, y si es verdad que, como ha escrito el New York Times, la oposición a la guerra es la segunda superpotencia mundial, ¿cómo es que esa superpotencia no está representada en el Palacio de cristal [edificio de la ONU en Manhattan]?". En resumen: desenmascaramos el bluff.

Querido Serge, me he extendido bastante, pero quería ser claro y abordar el tema desde todos los puntos de vista que se me ocurrían en este calurosísimo día. He escrito esta carta en las páginas de un desgastado cuaderno, paseando por Villa Pamphili, en Roma, deteniéndome de rato en rato para fijar nuevas impresiones, abusando de la paciencia de mi compañera.

Wu Ming 1 
8 de junio de 2003