La semana pasada os ofrecimos una breve autobiografía de Harry Crews. Ahora empezamos la semana con este texto autobiográfico que escribió el propio autor con motivo de la primera edición de El Cantante de Gospel en 1968.
Así de lozano y saludable lucía Crews en 1968 |
Nací el 7 de junio de 1935 al final de un camino de tierra en el condado de Bacon, Georgia. Un camino muy largo. Mi padre murió cuando yo era un bebé y mi madre, sin otra cosa que simple coraje, tras toda una vida de desesperación y falta de alternativas, nos crió a mí y a mi hermano.
Gracias a la G.I. Bill asistí a la Universidad de Florida, no porque pensara que alguien pudiera enseñarme allí a escribir ficción (algo que llevaba queriendo hacer desde que era un crío), sino porque pensé que alguien podría enseñarme allí a ganarme la vida mientras yo me enseñaba a mí mismo a escribir ficción. Sin embargo, tras dos años ahogándome y agonizando entre la Verdad y la Belleza, dejé la Universidad por una moto Triumph. Me dirigí al oeste en una clara mañana de primavera con siete dólares y cincuenta y cinco centavos en el bolsillo y durante el año siguiente estuve en la cárcel de Glenrock, Wyoming; un indio blackfoot al que le faltaba una pierna me dio una paliza en una pelea justa en una reserva de Montana; fregué platos en Reno, Nevada; recolecté tomates en las afueras de San Francisco; un hombre que se creía Cristo me expulsó el demonio que llevaba dentro en un albergue de la YMCA de Colorado Springs y en Chihuahua, México, me hice amigo de un piloto aéreo mexicano obsesionado con las alforjas de motocicleta. Volví cojeando a la Universidad de Florida, purificado y santificado, dispuesto a absorber todo lo que quedara de Verdad y Belleza. Tuve la suerte, además, de conocer a Andrew Lytle. Casi todo lo que aprendí en la Universidad me lo enseñaron Andrew Lytle y un hombre llamado Smith Kirkpatrick.
Y así están las cosas. Actualmente doy clases de inglés a estudiantes de primer año en el Junior College del condado de Broward en Fort Lauderdale, Florida. Estoy casado con una chica muy guapa que sabe escribir a máquina. Hemos tenido dos hijos. El mayor, Patrick Scott, se ahogó en 1964. El otro chico, Byron Jason, tiene cuatro años. He publicado relatos en The Sewanee Review y en The Georgia Review. El cantante de gospel es mi primera novela.
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