Se publica «El cantante de gospel», debut literario del más maldito de los autores de culto de la literatura estadounidense.
por David Morán
Fotografía de Maggie Powell |
No lo encontrarán en las Grandes Enciclopedias de la
Literatura y, si estuviésemos hablando de hace un par de años, ni siquiera lo
encontrarían en las librerías españolas. Triste pero cierto: entre la ingente
cantidad de novedades que cada semana saturan el mercado editorial, Harry Crews (1935-2012) ha tenido que esperar toda una vida para ver como sus
obras empezaban a traducirse al castellano.
El toda una vida cobra, en este caso, una dimensión
trágicamente literal: pocos meses después de que Acuarela Libros y Antonio
Machado se liasen la manta a la cabeza e inaugurasen una suerte de Biblioteca
Crews con “Cuerpo”, publicada originalmente en 1990, el escritor
norteamericano fallecía a los 76 años en su casa de Florida.
Atrás quedaban una veintena de novelas siempre atentas
a las bajezas y miserias de la condición humana, una biografía ciertamente
increíble y una indestructible aura de autor de culto instalado en la facción
menos acomodaticia de la narrativa norteamericana.
La buena noticia es que Acuarela y Antonio Machado
siguen empeñados en exhumar y revivir la leyenda de Crews y acaban de
publicar “El cantante de gospel”, novela publicada
originalmente en 1968 y sensacional fresco en el que Crews retrata ese otro
Gran Sur, el de los predicadores chalados, la basura blanca y las ferias
ambulantes de freaks, entre el humanismo y la sordidez; entre la compasión
y el lodazal en el que sus personajes han transformado sus vidas.
Enigma y la
gente abollada
Protagonizada por un afamado cantante de gospel que
regresa a regañadientes a Enigma, su pueblo natal e insondable agujero negro
repleto de "burricie, violencia y racismo", como escribe Kiko
Amat en el prólogo de la traducción al castellano, "El cantante de
gospel" sienta las bases de lo que será la obra de Crews. A saber: mentira,
rendición, falsas apariencias y desesperación. La vida misma, aislada en el
rincón más infecto de América. "Gente haciéndolo lo mejor que pueden
con los materiales que tienen a la mano; a veces actuando con honor, a veces
sin él”, como resumió el propio Crews en alguna ocasión.
Y aunque en más de una ocasión se sitúe a Crews al
frente del gótico sureño y se le suela emparentar sin demasiados remilgos con
Chuck Palahniuk, Irvine Welsh o Donald Ray Pollock, el autor de "Feastful
Of Snakes", otra de las novelas que Acuarela y Antonio Machado tiene
previsto traducir -completan la lista de futuribles "Scar Lover" y
sus memorias de infancia, "A Childhood"-, es un espécimen único
interesado en glosar las vidas torcidas de gente ya de por sí abollada. Freaks
de manual y gente hecha un asco que Crews acogía en su seno sabiendo que
quizá tampoco estaba tan lejos de ellos. O, como él mismo admitía, "quizá
si escribo acerca de personajes masculinos enajenados, sea porque esa
enajenación procede directamente de mi propia vida”.
La vida o la
obra
Lo que nos
lleva directamente a esa otra faceta de la obra de Crews que es su vida. O,
según se mire, LA vida. Ahí está, por ejemplo, el hombre que paseaba luciendo
orgulloso un tatuaje con unos versos de e.e.cummings -"How do you like your
blue-eyed boy, Mr Death?"- y que fue Marine antes que profesor de
universidad; el hijo el Sur que practicó karate durante tres décadas, se
aficionó a la cetrería y al que le partieron la nariz más de media docena de
veces; el padre de familia que se divorció dos veces (de la misma mujer) y tuvo
que ver como su hijo moría ahogado en la piscina del vecino; el niño que
enfermó de polio acabó con una pierna desfigurada...
También está, claro, el escritor que se enamoró de
Graham Greene y que, como recordaba uno de sus más ilustres alumnos, el
también novelista Michael Connelly, poesía un aura
excepcional; y, cómo no, el autor de "Cuerpo", "El cantante de
gospel" y otra docena larga de novelas en las que pasa revista a la
condición humana cuestionando la normalidad y subrayando lo tragicómico
de la existencia y, sobre todo, de las vidas torcidas y hechas un guiñapo.
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