por David Bizarro
Concebida como un hábil subterfugio narrativo disfrazado de best-seller, Estrella del alba nos reconcilia con la novela histórica y el pastiche literario, tomando la controvertida figura de Lawrence de Arabia como excusa para reflexionar sobre las ambiguas connotaciones del Mito, tanto en el plano real como en el ficcionado. Ahora bien, el verdadero mérito reside en involucrar a Robert Graves, J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis como protagonistas de una trama de visos metaliterarios, que mantiene el interés a lo largo de más de cuatrocientas páginas de lectura ágil. A ratos incluso fascinante, por más que la errática traducción empañe algunos de sus logros y ciertos pasajes sacrifiquen la verosimilitud en beneficio de la épica.
Con todo, esta primera novela solista de Wu Ming 4 se beneficia de un mayor sentido de la mesura que otros títulos del colectivo “Sin Nombre”. El autor acierta a la hora de abordar las paradojas de sus personajes, los fantasmas de la guerra, sus secretos inconfesables y sus traiciones cotidianas; pero se resiente cuando intuimos que la recreación de ciertos escenarios y personajes obedecen a un ajuste de cuentas estrictamente político. Si nos remontamos a Q, por ejemplo (publicada bajo el pseudónimo de Luther Blissett) las revueltas protestantes del siglo XVI encontraban su eco en los movimientos contestatarios del último tercio del siglo XX, mientras que, en la posterior, ‘54’, el senador McCarthy, Cary Grant, Alfred Hitchcock y el presidente Tito servían de nexo con el recrudecimiento del conflicto kosovar y los atentados de 11-S.
Por suerte, en Estrella del alba el pensamiento crítico prevalece sobre el panfleto caricaturesco, dejando en evidencia a cultivadores autóctonos del género como Arturo Pérez-Reverte o César Vidal. Porque nos encontramos ante una novela de aventuras donde las verdaderas hazañas son más bien introspectivas. En la que Lawrence sirve de catalizador para la toma de conciencia del resto de protagonistas; pero también para el lector, invocando de refilón al IRA, Irak, la ONU y el FMI para recordarle, sobre todo, la importancia de un compromiso artístico que anteponga la fantasía sin renunciar a la realidad. Porque escribir también puede ser un acto revolucionario, como reflexionaba Graves. Convertirse en un refugio y en un arma. Evasión y victoria.
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