Graves sobre Nancy Nicholson (II)


ROBERT GRAVES (Wimbledon, Londres, 24 de julio de 1895 - Deià, 7 de diciembre de 1985)
Poeta veterano de las trincheras, afectado por traumas, por explosiones, y en busca de una nueva inspiración. Conocer a Lawrence de Arabia cambiará por siempre sus versos y su vida.

NANCY NICHOLSON (1899–1977)
Primera esposa de Robert Graves. No se considera una buena esposa, sino una mujer. Quiere borrar la guerra y la prosopopeya de los hombres que la combatieron.

 Graves sobre Nicholson ( I)


CAMBIO DE LEALTADES
“[…] Mi nueva lealtad hacia Nancy y Jenny [su hija] tendía a disminuir la lealtad al regimiento, ahora que la guerra había terminado. En una ocasión en que me hallaba en mi habitación, contemplando el patio del cuartel, comencé a escribirles una absurda carta rimada:

¿Existe una canción lo suficientemente dulce / para Nancy y para Jenny? / Le preguntó Simón el Bueno a un comerciante. / Me parece que no; no conozco ninguna. / He recorrido el camino de Babilonia. / Volé alrededor de la tierra como un pájaro, / He cabalgado hasta Banbury Cross, / Pero jamás he oído esa dulce canción.

En aquel momento algunos camaradas del regimiento volvieron a los cuarteles después de una marcha de rutina; los tambores y los pífanos se acercaron a mi ventana haciendo vibrar los cristales con la Marcha de los granaderos ingleses. La insistente repetición de esta melodía y las ásperas palabras de mando que oía a medida que las tropas se reunían, compañía tras compañía, en el patio, parecieron un desafío a Babilonia y a Banbury Cross. La Marcha de los granaderos ingleses logró en un momento introducirse en el poema.

Hay quien habla de Alejandro, / quien habla de Hércules.

Para ser repudiada inmediatamente:

Pero, ¿quién habla de Nancy y de Jenny? / ¿Y con quién podría compararlas?

¿Había dejado de ser un granadero inglés? […]”

EL FEMINISMO DE NANCY (II)

“[…] Para Nancy, el socialismo no podía tener más que un objetivo: la igualdad jurídica entre los sexos. Para ella, todos los males del mundo se debían al dominio y a la estrechez mental de los varones, y no podía comparar mis sufrimientos de guerra con los padecimientos que millones de mujeres casadas tenían que sufrir sin quejarse. Esto, por lo menos, tenía el efecto de hacer pasar la guerra a un segundo plano de mis preocupaciones; mi amor por Nancy me hacía respetar sus puntos de vista. Pero la estupidez y el egoísmo masculinos constituían para ella tal obsesión que comenzó a incluirme en su condenación universal del sexo masculino. Pronto, no pudo tolerar la presencia de un periódico en casa, porque la lectura de algún párrafo la horrorizaba; por ejemplo, sobre la necesidad de anunciar el índice de natalidad, o sobre la inteligencia limitada de las mujeres, o sobre las desvergonzadas jóvenes modernas de pecho plano; o sobre todo aquello que los clérigos escribían en torno a las mujeres. Nos inscribimos en la recién formada Sociedad Constructiva para el Control de la Natalidad, y distribuimos sus folletos entre las mujeres de la población, para gran escándalo de mi familia.

Lo que empeoraba las cosas era que ninguno de nosotros frecuentaba la iglesia de Harlech, y que nos negamos a bautizar a Jenny. Mi padre llegó a escribirle al padrino de Nancy, que resultó ser mi editor, pidiéndole que persuadiera a Nancy, por cuyos principios religiosos había prometido velar ante la pila bautismal, de bautizar cristianamente a su hija. Les escandalizaba también que Nancy siguiera usando su propio nombre y que se negara a que la llamasen “señora Graves” en cualquier ocasión. Ella explicaba que con “señora Graves” perdía su individualidad. En aquella época los hijos eran propiedad exclusiva del padre. La ley no reconocía a las madres derechos sobre ellos […]”.

FIN DEL MATRIMONIO Y TÍTULO DE LA AUTOBIOGRAFÍA DE GRAVES

“[…] El resto de esta historia, de 1926 a la fecha, es dramático pero impublicable. Tanto la salud como nuestras finanzas mejoraron, pero el matrimonio se derrumbó. Nuevos personajes aparecieron en el escenario. Nancy y yo nos dijimos cosas imperdonables. Nos separamos el 6 de mayo de 1929. Ella, por supuesto, insistió en quedarse con los niños. De manera que yo me marché al extranjero, decidido a no volver nunca más a vivir en Inglaterra; lo que explica el Adiós a todo eso del título […]”.

(Textos extraídos de Adiós a todo eso, de Robert Graves. Traducción de Sergio Pitol).


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