La mirada digna y compasiva de Harry Crews: reseña en El Cultural

 (reseña de El Cantante de Gospel en El Cultural)


Harry Crews (Bacon County, 1935- Florida, 2012) fue un duro sin pose: nació en un triste rincón de Georgia, perdió a su padre a los pocos meses de nacer, tuvo una infancia enfermiza y una adolescencia no exenta de escarceos sexuales resueltos sobre un charco de culpa; luego fue marine en Corea, practicó karate, se tatuó una calavera con un verso de E.E. Cummings, perdió un hijo, trabajó como profesor y escribió una veintena de libros. Es un escritor de culto querido por miles de lectores pero poco citado en manuales, inencontrable en la tienda Kindle de Amazon (excelente metonimia del Mercado Que Nos Viene) y, hasta hace poco, inédito en castellano. Al fin, Acuarela & A. Machado publicaron primero la muy burra Cuerpo y ahora El cantante de gospel, que supuso el debut de Crews en 1968 y es una magnífica novela de poso impregnante.

El paisaje es el Sur, esa desolación. En un pueblo llamado Enigma, tomado por resollantes cerdos y sus ignorantes criadores, confluyen las siguientes circunstancias: 1. La guapa oficial, MaryBell Carter, ha sido supuestamente violada y asesinada por un negro, siendo lo segundo especialmente grave a ojos de sus vecinos, puesto que “después de que un negro la violara, seguro que cualquiera se la podía haber tirado”; 2. Vuelve a casa de visita el Cantante de Gospel, hijo a la fuga de Enigma, hombre de voz tocada por Dios que recorre el país convirtiendo al incrédulo en ferviente hombre de fe y a cualquier virgen en casquivana; 3. También llega a la población un circo de freaks dirigido por un enano de pie colosal que sigue al Cantante de Gospel dondequiera que vaya, por negocio y por destino.


Es difícil comentar El cantante de gospel sin aludir al prólogo de Kiko Amat, que da en todas las dianas que Crews y la novela ofrecen al lector. Amat se muestra dicharachero y espídico, pero sobre todo... (Sigue leyendo)

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