Por Braulio García Jaén, 28-5-2011
La atroz experiencia de la Primera Guerra Mundial, que movilizó a 60 millones de europeos, de los que unos ocho murieron, reducida a polvo por las bombas y a papel mojado por los periódicos, levantó un inmenso interrogante sobre el sentido del arte. Puesto en boca del pintor George Grosz decía más o menos así: "¿Para qué sirve pintar lo que sea? No por ello se dejará de matar, explotar, matar de hambre o engañar. ¿Para qué hacer arte?". Nadie, obviamente, encontró la respuesta, pero de esa búsqueda surgió el Dadaísmo, el primer movimiento artístico que se definió como antimovimiento y, de alguna forma también, "antiartístico" hasta el punto de que, cuando años después le preguntaron a su figura más representativa, qué era eso del Dadá, Tristan Tzara contestó: "El Dadá es la materialización de mi asco".
Noventa y cinco años después de su fundación en el Cabaret Voltaire de Zúrich, el 16 de junio de 1916, en plena guerra, sigue siendo imposible definir en qué consistió exactamente: su programa era no tener ninguno, lo que le permitió expandirse en todas las direcciones geográficas y estéticas de su época. Quizá el gesto dadaísta más célebre sea el urinario que Marcel Duchamp convirtió, en el Nueva York de 1917, en obra de arte. Pero tampoco es seguro.
Los materiales de Correo Dadá (Acuarela-A. Machado), un libro que se traduce por primera vez al español y reúne, a modo de collage, cartas, manifiestos, artículos, auto-biografía y perfiles, aportan una interesante perspectiva para conocer la historia de ese movimiento, como dice su subtítulo, "contada desde dentro". Su autor, el pintor Raoul Hausmann, inventor del fotomontaje, fue uno de los principales agitadores del Club Dadá de Berlín.
El dadaísmo alemán, que Hausmann considera plenamente activo desde 1918, se distinguió, en medio de la vorágine de la revolución espartaquista de 1919, por una decidida, aunque poco ortodoxa, defensa del comunismo. Así, en el manifiesto ¿Qué es el dadaísmo y qué quiere en Alemania?, exigían: la abolición de la propiedad pero también "la construcción de ciudades de luz y de jardines". En otro, proponían una "regulación dadaísta de las relaciones sexuales". Por supuesto, la burguesía los acusó de bolcheviques y el Partido Comunista, se lo tomó como una burla contra ellos. Como dice Santiago López Petit en la introducción, la mejor aproximación a esos textos (y quizá al movimiento) pasa por saber que se trató de algo "absolutamente serio y absolutamente absurdo".
Noventa y cinco años después de su fundación en el Cabaret Voltaire de Zúrich, el 16 de junio de 1916, en plena guerra, sigue siendo imposible definir en qué consistió exactamente: su programa era no tener ninguno, lo que le permitió expandirse en todas las direcciones geográficas y estéticas de su época. Quizá el gesto dadaísta más célebre sea el urinario que Marcel Duchamp convirtió, en el Nueva York de 1917, en obra de arte. Pero tampoco es seguro.
Los materiales de Correo Dadá (Acuarela-A. Machado), un libro que se traduce por primera vez al español y reúne, a modo de collage, cartas, manifiestos, artículos, auto-biografía y perfiles, aportan una interesante perspectiva para conocer la historia de ese movimiento, como dice su subtítulo, "contada desde dentro". Su autor, el pintor Raoul Hausmann, inventor del fotomontaje, fue uno de los principales agitadores del Club Dadá de Berlín.
El dadaísmo alemán, que Hausmann considera plenamente activo desde 1918, se distinguió, en medio de la vorágine de la revolución espartaquista de 1919, por una decidida, aunque poco ortodoxa, defensa del comunismo. Así, en el manifiesto ¿Qué es el dadaísmo y qué quiere en Alemania?, exigían: la abolición de la propiedad pero también "la construcción de ciudades de luz y de jardines". En otro, proponían una "regulación dadaísta de las relaciones sexuales". Por supuesto, la burguesía los acusó de bolcheviques y el Partido Comunista, se lo tomó como una burla contra ellos. Como dice Santiago López Petit en la introducción, la mejor aproximación a esos textos (y quizá al movimiento) pasa por saber que se trató de algo "absolutamente serio y absolutamente absurdo".
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