(Texto de Correo Dadá de Raoul Hausmann)
La función de tarde del 7 de diciembre en el teatro de vanguardia «Die Tribune» fue el espectáculo dadá de más éxito.
El famoso crítico de arte Alfred Kerr escribió al día siguiente: «Los dadaístas han logrado poner en pie un auténtico cabaret literario». Habíamos decorado el escenario con los grandes bocetos de papel realizados por Baader para el parque zoológico de Hagenbeck, en Stelligen, cerca de Hamburgo, y con Huelsenbeck habíamos repartido unas octavillas para nuestra pieza «Oficina de Publicidad Dadá», pieza que ejecutamos entre Huelsenbeck, Mehring y yo mismo.
Después de ésta hubo un «Diálogo entre viejos» ejecutado en falsete por Mehring y Grosz escondidos tras unos biombos. Después leí mi sátira «El Restaurante espiritual de la clase burguesa», donde me burlaba, sobre todo, de Alfred Kerr, quien se vengó de mí tratándome de animal en su crítica. En su opinión, en vez de Raoul tenía que haberme llamado Rolf, sinónimo de perro lobo. Grosz bailó entonces un step y yo ejecuté un sixty one step.
La función se desarrolló como estaba planeado y, por fin, el público se tomó en serio a los dadaístas. Este éxito, sobre todo de prensa, animó a la dirección de la «Tribune» a contratarnos para una repetición una semana más tarde, el 13 de diciembre de 1919.
Pero impactados por las alabanzas y el éxito, decidimos vengarnos. La repetición tuvo, en consecuencia, un giro totalmente distinto. Empezábamos cada número del programa de la forma más seria posible para, pasados unos instantes, trastocarla nosotros mismos haciendo otra cosa, gritando invectivas, con el objetivo de exasperar al público. Objetivo que logramos cuando John Heartfield subió al escenario y comenzó a leer mi «Manifiesto contra el pequeñoburgués alemán», donde se acusaba a la escuela primaria de la imbecilidad del pueblo alemán. Para terminar, nos quitamos las chaquetas y nos lanzamos hacia el público amenazando con darle una paliza.
La gente se fue en medio de una gran confusión y nosotros nos quedamos muy contentos con nuestra «función fracasada». Atención: el Cabaret del Club Dadá de Berlín nunca existió. Sólo fue una noción lanzada por Alfred Kerr tras el espectáculo del 7 de diciembre.
La función de tarde del 7 de diciembre en el teatro de vanguardia «Die Tribune» fue el espectáculo dadá de más éxito.
El famoso crítico de arte Alfred Kerr escribió al día siguiente: «Los dadaístas han logrado poner en pie un auténtico cabaret literario». Habíamos decorado el escenario con los grandes bocetos de papel realizados por Baader para el parque zoológico de Hagenbeck, en Stelligen, cerca de Hamburgo, y con Huelsenbeck habíamos repartido unas octavillas para nuestra pieza «Oficina de Publicidad Dadá», pieza que ejecutamos entre Huelsenbeck, Mehring y yo mismo.
Después de ésta hubo un «Diálogo entre viejos» ejecutado en falsete por Mehring y Grosz escondidos tras unos biombos. Después leí mi sátira «El Restaurante espiritual de la clase burguesa», donde me burlaba, sobre todo, de Alfred Kerr, quien se vengó de mí tratándome de animal en su crítica. En su opinión, en vez de Raoul tenía que haberme llamado Rolf, sinónimo de perro lobo. Grosz bailó entonces un step y yo ejecuté un sixty one step.
La función se desarrolló como estaba planeado y, por fin, el público se tomó en serio a los dadaístas. Este éxito, sobre todo de prensa, animó a la dirección de la «Tribune» a contratarnos para una repetición una semana más tarde, el 13 de diciembre de 1919.
Pero impactados por las alabanzas y el éxito, decidimos vengarnos. La repetición tuvo, en consecuencia, un giro totalmente distinto. Empezábamos cada número del programa de la forma más seria posible para, pasados unos instantes, trastocarla nosotros mismos haciendo otra cosa, gritando invectivas, con el objetivo de exasperar al público. Objetivo que logramos cuando John Heartfield subió al escenario y comenzó a leer mi «Manifiesto contra el pequeñoburgués alemán», donde se acusaba a la escuela primaria de la imbecilidad del pueblo alemán. Para terminar, nos quitamos las chaquetas y nos lanzamos hacia el público amenazando con darle una paliza.
La gente se fue en medio de una gran confusión y nosotros nos quedamos muy contentos con nuestra «función fracasada». Atención: el Cabaret del Club Dadá de Berlín nunca existió. Sólo fue una noción lanzada por Alfred Kerr tras el espectáculo del 7 de diciembre.
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