TEORÍA DE LA JOVENCITA


Tiqqun: Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA
(seguido de "Hombres-máquina: modo de empleo")



Este es un libro de amor. Habla sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura económica. ¿Qué significa esto?

El capitalismo no está ahí fuera: en el FMI, la OMC o el BCE. El capitalismo es una promesa de paraíso en la tierra, una idea de éxito y realización, un poder de fascinación.

Tiqqun le pone nombre y le da figura: la Jovencita. La Jovencita no es mujer ni hombre, sino una imagen, un modelo, un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente, amor asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos.

Impersonal, implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario. Es una máquina de guerra. No se deja tocar y nunca pierde.

Tiqqun dibuja el campo de batalla: nos lo hace ver. De qué modo un bolso, un culo, una sonrisa, un perfume, unas botas o unos bíceps pueden ser armas en una guerra. Librada entre nosotros y en el interior de cada uno. Una guerra contra el azar y los encuentros sin garantías, la belleza y la sensualidad singulares, el tiempo de toda duración, la violencia del abandono y la entrega. Contra el amor verdadero.

Fragmento a fragmento, Tiqqun disecciona a la Jovencita. Sin piedad, porque hay que conjurar su poder de fascinación. El hechizo que nos hace ver la realidad repleta de arrugas, fracasos, peligros, grasas y ataduras. Brutalmente, porque el objetivo es desvelar la verdad que esconde su promesa de paraíso: vulgaridad, angustia y soledad.

Y al trasluz de la crítica, nos propone una nueva educación sentimental.

Esta edición incluye el texto «Hombres-máquina: modo de empleo», donde Tiqqun desarrolla el análisis del biopoder contemporáneo: la reducción de la vida humana a simple carne que vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer.

Traducción: Diego L. Sanromán y Carmen Rivera Parra

No quién es, sino qué es Tiqqun
Tiqqun: glosario
Tiqqun: una aventura intelectual y política

Retrato

Retrato de una JOVENCITA americana desnuda, por Francis Picabia

Una vez

I did love you once.
Hamlet

Y en el fondo...

Una puede ser bonita, verse rodeada, acosada por proposiciones indecentes y, sin embargo y en el fondo, estar sola

Belleza

La Jovencita vive secuestrada en su propia belleza

Esqueleto

En la JOVENCITA anoréxica se da, como en el ideal ascético, ese odio a la carne, y el fantasma de resolverse tendencialmente en lo físico puro: el esqueleto.

Soledad

No hay, sin lugar a dudas, sitio en el que uno se sienta tan cruelmente solo como entre los brazos de la JOVENCITA

Disco

La Jovencita lleva en su sonrisa toda la desolación de las discotecas


Arrugas

A la JOVENCITA no le gustan las arrugas; las arrugas no son apropiadas; las arrugas son la escritura de la vida; la vida no es apropiada. La JOVENCITA teme tanto a las arrugas como, por lo demás, a toda expresión auténtica.

Imagen

“Me han herido en lo más preciado: mi imagen” (la JOVENCITA Silvio Berlusconi, tras ser agredida en la cara con una estatuilla de la catedral de Milán)




Chesterton y la reforma laboral


Trabajo
Juan Manuel de Prada

Hace casi un siglo, Chesterton, analizando la obra de Aldous Huxley Un mundo feliz, donde se nos describe una sociedad futura sometida a un feroz proceso de alienación, escribía:


—Pero esta misma obra se está realizando en nuestro mundo. Son gente de otra clase quienes la llevan a cabo, en una conspiración de cobardes. (...) Nunca se dirá lo suficiente que lo que ha destruido a la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo. Sin duda podría haberlo hecho el comunismo, si hubiera tenido una oportunidad fuera de esa tierra salvaje y semimongólica en la que florece actualmente. Pero, en cuanto a lo que nos concierne, lo que ha destruido hogares, alentado divorcios y tratado las viejas virtudes domésticas cada vez con mayor deprecio, han sido la época y el poder del capitalismo. Es el capitalismo el que ha provocado una lucha moral y una competencia comercial entre los sexos; el que ha destruido la influencia de los padres a favor de la del empresario; el que ha sacado a los hombres de sus casas a la busca de trabajo; el que los ha forzado a vivir cerca de sus fábricas o de sus empresas en lugar de hacerlo cerca de sus familias; el que ha alentado por razones comerciales un desfile de publicidad y chillonas novedades que es por naturaleza la muerte de todo lo que nuestras madres y nuestros padres llamaban dignidad y modestia.

Chesterton definía el capitalismo como una «conspiración de cobardes», porque tal proceso de alienación social no lo desarrolla a las bravas, al modo del gélido cientifismo comunista, sino envolviéndolo en coartadas justificativas más o menos merengosas (pero con un parejo desprecio de la dignidad humana). Lo vemos en estos días, en los que se nos trata de convencer de que una reforma laboral que limita las garantías que asisten al trabajador en caso de despido o negociación de sus condiciones laborales... ¡favorece la contratación! Es algo tan ilógico (o cínicamente perverso) como afirmar que el divorcio exprés favorece el matrimonio, o que la retirada de vallas favorece la propiedad; pero el martilleo de la propaganda y la ofuscación ideológica pueden lograr que tales insensateces sean aceptadas como dogmas económicos. Lo que tal reforma laboral favorece es la conversión del trabajador en un instrumento del que se puede prescindir fácilmente, para ser sustituido por otro que esté dispuesto a trabajar —a modo de pieza de recambio más rentable— en condiciones más indignas, a cambio de un salario más miserable. Pero toda afirmación ilógica encierra una perversión cínica: del mismo modo que de un divorcio se pueden sacar dos matrimonios, de un despido también se pueden sacar dos puestos de trabajo (y hasta tres o cuatro); basta con desnaturalizar y rebajar la dignidad de la relación laboral que se ha roto, sustituyéndola por dos (y hasta tres o cuatro) relaciones degradadas, en las que el trabajador es defraudado en su jornal. Y defraudar al trabajador en su jornal es un pecado que clama al cielo; lo recordaba todavía Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens.

Lo que subyace en esta reforma laboral es la conversión del trabajo en un mero «instrumento de producción»; en donde se quiebra el principio medular de la justicia social, que establece que «el trabajo es siempre causa eficiente primaria, mientras el capital, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o causa instrumental» (Laborem exercens, 12). La quiebra del orden social del trabajo, la «conspiración de los cobardes» que avizorase Chesterton hace casi un siglo, prosigue implacable sus estrategias. Y llegará, más pronto que tarde, la venganza del cielo.

El artículo original
Chesterton en Acuarela Libros

Músculo

Más aún que la JOVENCITA femenina, la JOVENCITA masculina manifiesta con su musculatura de cartón piedra todo el carácter absurdo, es decir de sufrimiento, de lo que Foucault llamaba «la disciplina de los cuerpos»