Nota de José Ángel Barrueco sobre "Cuerpo", de Harry Crews




Como ya dijimos, es la primera vez que se publica una obra de Harry Crews, un escritor de pegada extraordinaria. Para empezar, la novela es un descojono de principio a fin. Para que nos entendamos: es como si los tarados de William Faulkner se hubieran inmiscuido en una película de los hermanos Coen. El argumento es sencillo: se celebra un campeonato de culturismo en un hotel de Miami y Shereel Dupont (antes Dorothy Turnipseed) es la favorita del público. Pero Shereel proviene del sur, de una casta de paletos cuyos métodos consisten en solucionar los problemas con whisky, navajas y fuerza bruta. La víspera de la competición, mientras la campeona entrena, los Turnipseed se presentan en el hotel, dispuestos a averiguar por qué su niña ha cambiado de nombre y qué le pasa en el cuerpo, lleno de músculos y protuberancias…

El choque entre ambos mundos, el de los paletos y el de los culturistas, es brutal. Harry Crews trata a sus criaturas con humor y con mucha piedad. Véase ese pasaje en el que se enamoran dos personas, en principio, destinadas a la soledad: el culturista bajito y sureño que aún se expresa como en su pueblo y la mujer de más de cien kilos de peso que, pese a su edad, nunca había visto a un hombre desnudo.

El escritor bautiza a sus personajes con motes: Músculo, Cabeza Clavo, Motor, Murciélago… Y los involucra en situaciones tensas y/o desternillantes. Su prosa, en efecto, recuerda un poco a la de Donald Ray Pollock y Chuck Palahniuk (aunque, en realidad, son discípulos suyos). Si alguien ha leído Snuff, sabrá al tipo de humor al que me refiero: sólo que Crews va un paso más allá. Y, además, construye una novela sobre la identidad, la capacidad de superación, el sacrificio y la fidelidad a la familia.

Mención especial merece el traductor, que ha tenido que bregar con la jerga sureña. Unos fragmentos:

Todos eran bastante altos (superaban el metro ochenta) y lucían panzas considerables, menos en el caso de Alphonse, que tenía la altura aproximada de un jockey retirado que hubiera padecido tisis. Pero sus panzas eran panzas de whisky peleón y sus brazos y piernas estaban amarrados con músculos gruesos y mal definidos. El que destacaba por encima de todos no era Clavo, cuya piel estaba llena de barcos que naufragaban, jaguares de garras sangrientas, multitud de llamativas citas multicolores que decían cosas como LA MUERTE ANTES QUE EL DESHONOR y SI AMAS ALGO/DÉJALO ESCAPAR/SI TE AMA/VOLVERÁ/SI NO VUELVE/CÁZALO Y MÁTALO, una línea perforada en forma de corazón en medio del pecho en cuya parte inferior se podía leer CORTA AQUÍ y debajo SI PUEDES, y muchos otros asombrosos diseños incluyendo el del monte Everest con el emblema del Cuerpo de Marines ondeando en la cima.
Pero no era Clavo, a pesar de su elaborada coloración, quien más llamaba la atención de la gente, sino Motor, que estaba completamente cubierto por una capa de pelo ni muy claro ni muy fino. Cada mañana, al afeitarse, empezaba por sus clavículas y parecía que llevaba una cola de zorro por el pelo que le desbordaba por el cuello de la camisa a la altura de la nuca.

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Fonse señaló al cubano con la barbilla y dijo:
-Éste no es de nuestra calaña, ¿verdá?
-No, señor –dijo Motor–, no parece.
-Tampoco parece que ande bien de entendederas. ¿No habéis visto cuando le he preguntao dónde estaba el puto ascensor?
Earnestine se adelantó, tomó las llaves de la mano de Cabeza Clavo y se quedó mirándoles, luego le dijo al botones:
-Ricura, no te preocupes. Éstos son mis hombres, a veces son mu bestias con los desconocíos y a veces son como víboras, pero son mis muchachos, tos ellos. Y yo me encargo que me se comporten.

**

-[…] Respóndeme a esto, Clavo: ¿la amas?
-¿Mande?
-¿La amas?
-El amor es algo que me la suda bastante.
-Entonces, ¿te gusta?, ¿te gusta mucho?
-Estoy aquí, a tomar por culo de casa, ¿no? Y sí, me gusta, aunque eso no vaya con vosotros. Hasta se pué decir que es mi prometía. Y uno no se hace con una prometía si no hay de por medio un cariño. Y tus putos cinco minutos han terminao.

[Traducción de Javier Lucini]

La reseña en el blog de José Ángel Barrueco, "Escrito en el viento"
¡Gracias, José Ángel!

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