(Os ofrecemos esta reseña (actualizada) que nos hizo en su día Álvaro García-Ormaechea del libro de Fernando Savater La Aventura Africana, que reeditamos el curso pasado.)
Contextualizadas en el África más o menos gobernada por el imperialismo
británico, estas obras no son desde luego loas a la misión civilizadora del
hombre blanco, ni tampoco meras crónicas de viajes para divulgar entusiastas
averiguaciones geográficas o antropológicas. Más bien constituyen “un viaje a
través de los viajes”, en busca no tanto de las fuentes del Nilo como “del paso
al Noroeste de la geografía de la verdadera vida”, por recordar a Debord.
Porque hace un poco más de cien años, mientras el imperio pisaba las nieves
vírgenes del mundo y Cecil Rhodes, contrariado por no llegar a alcanzar los
planetas, se consolaba llevándose los vergeles de África a la Bolsa de Londres,
el viaje entre los viajes no habría de hacerlo ninguno de aquellos viajantes a sueldo,
sino Joseph Conrad por el corazón de las tinieblas.
Ilustración de Acacio Puig |
Por otra parte el aventurero se presenta como la superación de la figura del
jugador, y ello por el mero hecho de haber caído en la tentación más pura.
Quien tienta al aventurero no es otra que la mismísima muerte, presente en toda
aventura en forma de tragedia eventual, es decir, siempre como amenaza y
nunca como necesidad. El héroe en este tipo de relatos es así una
especie de jugador trágico que, después de barajar bien, osa repartirle cartas
también a la muerte. Lo impulsa el anhelo de recuperar el botín logrado tras la
victoria de haber nacido: ese equilibrio entre la promesa y la incertidumbre
que fue el diamante en bruto de la vida, tan toscamente tallado por las
instituciones que los vivos, por cobardía o cautela, han querido darse a sí
mismos. No se busquen en la Bolsa las acciones y el riesgo: frente al mundo de
la actividad, ociosa o remunerada, la aventura es el contexto de la acción ética; contra la servidumbre
de la posibilidad al dominio de la necesidad, el aventurero invoca a la muerte
para vencerla: “Si en nosotros hay algo que no es pleno feudo de la muerte, si
hay algo que no se reduce a mero arriendo de la nada, es precisamente la
decisión de caer, pese a la muerte y por ella, en la tentación mortal de la
aventura”.
Ilustración de Acacio Puig |
Nuestras humanas pasiones deben de cuando en cuando recordarse a sí mismas en
su manifestación más primigenia y espléndida. Por eso “las narraciones
africanas han sido una modalidad perecedera de un género imperecedero”, un
género que invoca el ámbito de los elementos decisivos y las decisiones
elementales, allí donde la imaginación, hoy tan saturada de clichés
prefabricados y estándares mediáticos, recupera sin condiciones su potencia
simbólica. Este gran librito contiene cinco ritos de iniciación y unas
acertadísimas ilustraciones de Acacio Puig. Más que suficiente para
trasladarnos a la antesala de la aventura, ese lugar común, ese tópico
inagotable.
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