LOS YIPPIES Y NOSOTROS, QUE LOS QUEREMOS TANTO* (1)


Fue un flechazo, amor a primera vista. La potencia desestabilizadora del encuentro. En este caso, un encuentro hacia atrás. Un salto de más de cuarenta años en el tiempo. Y también un salto en el espacio, a ese lugar a la vez mítico y desconocido que es EE.UU. Hablamos de nuestro descubrimiento de los yippies, un grupo revolucionario inscrito en el movimiento de la contracultura norteamericana de los años 60.

Diseño de la chapa: Carlos Ruano
El imaginario del progreso que lo impregna todo quiere hacernos creer que esos encuentros son imposibles: «El pasado no puede decirnos nada porque es lo viejo. Quienes lo habitaban sabían menos que hoy. Su mundo era más simple, no tenían que afrontar los complejos problemas del presente». Etcétera. Pero sin embargo, una y otra vez tejemos esos vínculos imposibles entre ayer y hoy. Rompemos la «línea del tiempo» que nos separa cada vez más del pasado y establecemos diálogos con los muertos como si estuvieran a nuestro lado. De ese modo, convertimos la línea del tiempo en algo que se parece más a una red, donde no hay enlaces prohibidos, donde cada punto puede entrar en contacto (potencialmente) con cualquier otro punto. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Contemporáneo es todo aquello que nos permite aferrar el presente, sentirlo y pensarlo. Hay jóvenes de dos mil años y viejos recién nacidos. Hay búsquedas y preguntas que abren canales insospechados de conversación entre experiencias y personas de distintas épocas. Hay enamoramientos que atraviesan «océanos de tiempo» para encontrar al otro siempre joven. En nuestro viaje al interior de la contracultura americana nunca nos sentimos como arqueólogos que buscan datos para reconstruir un pedazo de historia. Más bien nos pareció entrever que alguien nos hacía señales desde el pasado, nos acercamos a mirar y de pronto nos topamos con un fragmento del futuro incrustado allí, dios sabe cómo.

Ciertamente, existen fuerzas muy poderosas conspirando para neutralizar la virtualidad intempestiva del pasado. Por ejemplo, los estereotipos. ¿Cómo funcionan? Un estereotipo nos presenta las cosas como algo ya visto y vivido. La vida en cartón piedra: sin contexto ni historia, sin claroscuros ni contradicciones, sin riesgos ni desafíos. Nada que descubrir, nada por lo que preguntarse, nada que pueda emocionarnos. Los clichés impiden que el mundo nos afecte. Nos distancian de todo lo que podría tocarnos, ese es su poder de desactivación. Conjuran la intensidad del encuentro: la conmoción, la sorpresa, la expectativa, la excitación. Nos vuelven cínicos: gente que ya lo ha visto todo, que ya lo sabe todo y que no se cree nada.

La memoria de la contracultura americana ha sido sepultada durante los últimos cuarenta años por los estereotipos producidos al alimón entre el mercado y una parte importante del pensamiento crítico. El mercado ha convertido una serie de preguntas,  búsquedas y desafíos en modas, frases publicitarias y productos de consumo. Y una buena parte del pensamiento crítico ha concluido entonces que el mercado era la verdad secreta de aquellas preguntas, búsquedas y desafíos. Así, dos fuerzas en principio opuestas se conjugan para levantar una capa de plomo que fija las distancias entre pasado y presente. Si durante mucho tiempo nosotros mismos buscamos pistas sobre la articulación posible entre lo existencial, lo político y lo creativo en el mayo francés, los años 70 en Italia o el punk inglés, y nunca en la contracultura americana, se debe sin duda a esta barrera de los estereotipos.

¿Cómo atravesarla? No hay receta. En nuestro caso, fue muy importante el poder de la ficción, que es capaz de recrear la mirada del espectador sobre lo mirado. La literatura de los yippies tuvo ese efecto en nosotros. Miramos la contracultura americana a través suyo y vimos más allá de los iconos estereotipados (flores, melenas, pacifismo ingenuo): cómo en una sociedad de abundancia y prosperidad aquel movimiento lanzó un envite de fondo: «No queremos la vida que se nos ofrece, vamos a inventar caminos aquí y ahora para escapar de este mundo». A partir de ahí, pudimos empezar una conversación entre nuestro presente y aquel pasado, entre su idea de lo que era un desafío y nuestra pregunta por lo que pueda ser hoy.

Este texto es un fragmento de esa conversación. Está dividido en dos partes. En primer lugar, expone quiénes fueron los yippies a partir de nueve palabras clave que pueden dar cuenta de su imaginario (contra)cultural y político. Aquí despegamos de la realidad y la bombardeamos sin piedad. Esta parte ofrece algunos elementos de contexto que pueden ser útiles para introducirse en el libro de Abbie Hoffman. La segunda parte explica cómo fue la caída y el aterrizaje forzoso de sus dos líderes más conocidos: el propio Hoffman y Jerry Rubin. Y también se pregunta por las resonancias y las diferencias entre el pasado yippie y nuestro ahora.  Esta segunda parte se puede leer al terminar el libro de Hoffman. ¿Por qué dividir el texto así? Porque es un error fatal leer la historia de los yippies a partir de su final, retrospectivamente. Es el error del pensamiento crítico que neutraliza la fuerza creadora de la contracultura americana al confundirla con el mercado que acabó absorbiéndola (al menos, sus aspectos más superficiales). Lo que fueron Abbie Hoffman y Jerry Rubin en los años 70 y 80 no explica lo que fueron en los años 60. Fue un devenir entre otros muchos posibles, a partir de la discontinuidad radical de una derrota política. Dejar esa parte para el final, así como las interpretaciones sobre la actualidad del desafío yippie, quiere dejar abierta la historia a nuevas lecturas y reapropiaciones. Permitir que este libro se lea tal y como su autor lo escribió: por y para las luchas de aquel presente, inmerso en la potencia del ahora, despreocupado del porvenir.

 * Ese «nosotros» somos Leónidas Martín y yo mismo. Este viaje a la contracultura americana de los años 60 lo hemos hecho los dos juntos. Y aunque finalmente me haya hecho yo cargo de la escritura, este texto registra, absorbe y elabora las innumerables conversaciones que hemos ido teniendo al hilo de cada uno de nuestros hallazgos.

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