Hoy es un buen día para morir: Yippie!


(Aquí tenéis en exclusiva otro prólogo para una  edición estadounidense reciente de Yippie! Qué pasada de revolución, de Abbie Hoffman, en este caso del Reverendo Billy )

Diseño: Carlos Ruano.
El Espíritu está entre nosotros, negándose a posar para la foto. Está en pleno vuelo, con una escopeta de juguete y una mirada de otros tiempos. No, Abbie no se parece al típico personaje famoso muerto. No tiene tiempo que perder, ¡tiene prisa! Uno de los juegos de palabras que se pueden leer en todos los infiernos cómicos que surgen de la expresión “Revolution for the Hell of It” (título de la versión inglesa de Yippie! Una pasada de revolución) es una versión caprichosa de la frase Hoy es un buen día para morir de Caballo Loco. Y con su vida entre rejas, de fugitivo y de final tan joven, sin duda le recordamos disfrutando esa trayectoria de despreocupación y riesgos, y le echamos de menos muchísimo.

Sabemos perfectamente que nosotros también estamos corriendo riesgos, pero tenemos razones para temer que hemos perdido a FREE. 1 No lo hemos visto durante un tiempo. Ese desenfado, ese carácter de bufón es lo que hace posible el “teatro de la vida” que propugnaba Abbie. Apoyo de manera incondicional a Abbie cuando defiende la idea de que “la clave para organizar una sociedad alternativa es dejar que los talentos y los deseos de la gente desarrollen la ideología”. Lo cierto, Abbie, es que lo intentamos, pero pasó una cosa. Deja que te explique. Puedes sustituir la palabra ideología de tu frase por el término consumo y tendrás la herramienta fundamental de nuestra generación.

¿Investigar el deseo, la diversión, YIPPIE! y no sacar partido de ello sino considerarlo la clave para el cambio social? Toma ya. Hablemos en plata: no hay ningún Abbie Hoffman ahora y no hay ningún acontecimiento que huela a él. Un escenario como la Convención Nacional Republicana de Nueva York podría haber tenido en teoría su momento de radicalización mimética. Recuerdo a mucha gente emocionada mientras pintábamos carteles y preparábamos los abogados en el verano supuestamente caliente de 2004. Pero esta convención fue diferente de la Convención Demócrata de Chicago en un sentido que aún no hemos llegado a entender. En el fondo sabemos, no obstante, que FREE tiene que estar aquí. Tras la conmovedora manifestación pacifista del 15 de febrero de 2003 y tras la increíble reelección de George Bush, tras todo nuestro desesperado teatro, nuestras marionetas y canciones y críticas y carteles, tenemos que preguntarnos: ¿dónde está FREE? Hasta que FREE regrese, no habrá trabajadores subiendo las escaleras del Palacio de Invierno cantando a Mayakovsky, no habrá gente enfrentándose a los tanques de Tiananmen con ramos de flores, no habrá Mario Savio subido a un coche de policía para pronunciar su discurso por la libertad de expresión.

Una parte fascinante de este libro es el fino análisis que hace Abbie de los símbolos que llegan desde el poder, y de su invención a menudo sobre-la-marcha o en-medio-del-caos de contrasímbolos. Menudo teatrero situacionista era. Por ejemplo: su batalla golpe a golpe de parque Lincoln en la ciudad del vientouna narrativa delirante en la que utiliza varias vías, dirige la acción de manera grandiosa y la observa de forma minuciosa. Es inevitable pensar que tendría una solución para nuestra actual propaganda abrumadora de la guerra. Por ejemplo, ¿qué tendría que decir sobre el saludo de Bush vestido de piloto bajo el cartel de Misión Cumplida? Se pueden intuir las ironías que habría encontrado Abbie. El mismo mes que Bush puso pie en el portaaviones, en la televisión se vendían todoterrenos sobre la cubierta de portaviones entre jugadas de béisbol. De manera que el mismo artículo de consumo que tanta gasolina necesita y obliga a ir a la guerra es, a su vez, vendido por la misma guerra. En esta vertiginosa circularidad, el significado de palabras hasta ahora totalmente claras como guerra y paz se emborrona, se nubla y finalmente se anula. Sí, sospechamos que Abbie ya habría desconectado las palabras, de igual manera que puso ‘infierno’ en una portada donde muchos habrían preferido ver el cielo. Karl Rove, con su alquimia verdaderamente infernal de apocalipsis y marketing empresarial, nunca conoció al embaucador que se merecía como adversario.

Lector YIP: si experimentas Yippie! Una pasada de revolución como un objeto nostálgico, hazlo bajo tu responsabilidad. No lo leas para recordar viejos polvos o para tararear canciones de la época, o para suspirar con un gran flashback. Eso sería como si FREE hubiera aceptado un trabajo de actor en una película de televisión que anuncia zapatillas fabricadas en talleres de explotación laboral en Vietnam. No podemos dejar que FREE haga eso. Sí, los sesenta se han visto atrapados en los contramitos, al igual que la Iglesia posee las historias indígenas de Jesús. Pero sentimos la fuerza de aquella época como un viento que atraviesa muros, atascos y mentiras neoliberales. Los sesenta están siempre ahí, como los experimentos utópicos de los años cuarenta del siglo XIX. Aquellos días y noches de hace medio siglo son un polvo fino que se mueve entre las moléculas de la cultura, siempre inminente, tomando forma una y otra vez y apareciendo al completo como una personalidad inconfundible, una canción, una sensación de inesperada apertura, la noción de que una guerra estadounidense puede pararse. Un amigo que se llama Carlo me dijo ayer que la película más popular el año pasado entre la gente que tiene entre veinte y treinta años era esa historia del Che Guevara, Diarios de motocicleta. ¿En serio? FREE sonríe.

Al parecer hoy en día no preguntamos: “¿Cuándo es la Revolución?”; ¿y por qué no? Estamos muy lejos, en un estado parecido a: “¿Cuándo tenemos esperanza?”. Pensándolo bien, ¿cuál es la distancia entre las dos preguntas? La esperanza desesperada y el cambio real van de la mano. De hecho, ¿hemos olvidado que todo cambio empieza con tres personas sentadas en torno a una mesa desarrollando una idea? Seguramente serán tres personas echándose unas risas.

¿Tenemos miedo de que no haya consenso para el cambio social, de que no haya ningún Das Kapital actual? ¿Cómo es posible que la Paz se convierta en un término que expresa solo un concepto grandioso: escondida en algún lugar de la historia o congelada en un cuadro New Age? Este libro y su autor-personaje Abbie Hoffman nos recuerdan que el humano salvaje y en proceso de autodescubrimiento guardan una relación causal con la augusta Paz. Cuando de repente siento esperanza, como me ocurre cuando releo Yippie! Una pasada de revolución, siento la imposibilidad de un vacío. Siento que todas las cosas repercuten en todas las cosas; el cambio habita en el aire porque las estructuras humanas dominantes pueden ser entendidas como productos de la libre elección o por la hipnosis consensuada de los millones de consumidores que aún tienen libertad en su interior. Cuando el mundo social aparece con la forma de esta piscina eléctrica, es muy fácil que haya un detonante y FREE puede ser el gamberro perfecto.

Cuando Abbie se niega a que se le convierta en un fetiche asilado en el tiempo histórico, nos anima a que hagamos lo mismo. Cuando recibo ese mensaje, tener valor o no pasa a ser una cuestión secundaria. El ego del Bufón puede refractar como un prisma a través del ritmo de la vida, y los Bush (o el corrupto poder local de turno) se inclinarán ante el cambio que les llega de los locos y los sabios. Es el solsticio de primavera; es Acuario; son los Clash cantando las primeras notas de London Calling; son todas esas cosas. Son las almas de cada revolucionario que le soltó la verdad al poder y movilizó gente hacia el Movimiento.

Abbie y sus amigos midieron el Pentágono, lo limitaron. En aquel momento ya estaba levantándose del suelo, volviéndose de color naranja sol, volando ante el aplauso generalizado. Tenemos que preguntarnos: ¿qué podemos hacer para liberar la Paz? Sigue estando dentro de nosotros. ¿Cómo se hace para que la arquitectura del poder ya no sea monumental? ¿Cómo se consigue que todas esas políticas oficiales de muerte queden al desnudo y muestren sus absurdos? Estamos frente a una emergencia. Mientras escribo esto está muriendo gente. Tenemos que comenzar ahora y la memoria de Abbie Hoffmany en esto tenemos suerteno funciona sobre nosotros como otra biografía de un famoso. Él lo dispuso de manera que le recordemos en el sobrecogedor momento FREE de la acción política directa.

Una cosa: si nos implicamos en la nueva maravilla, el salto luminoso hacia la Paz, el despertar fuera del Consumismo, no será imitando a Abbie. Es obvio que si estuviera aquí no crearía el personaje que era entonces. Nuestro descubrimiento del cambio social es parte de nuestro tiempo y responsabilidad nuestra. Tenemos que aprender el don de su gen salvaje y evolucionario. Y sí, puede que todo empiece con algunas cosas personales, como recuperar los arcoíris exultantes de la época de Abbie quitándoselos a las líneas de producción que se los apropiaron, recuperando los colores para nosotros. Cuando la libre expresión se pasó al consumo de baratijas y nos quedamos como pánfilos en los pasillos de los supermercados, FREE tomó las drogas equivocadas.

Toda la gente del mundo de la Paz está obligada a empezar ahora, y este libro, con su sofisticada crudeza, es un manual de introducción perfecto para la Paz que quizá necesitemos pero que aún no reconocemos. Y no lo entenderemos si no es con humor. Nos hemos convertido en unos sentimentales sin saberlo. ¿Mi opinión? De alguna manera demasiadas risas enlatadas cambiaron nuestro Yip. ¿Y no estaría bien añadir algo de Rabelais, un poco de Groucho Marx y Sun Ra y Lenny Bruce y Homer Simpson y Subcomandante Marcos y ACT UP y Houdini y Bjork a nuestro menú habitual de cartas de King desde la cárcel y caminatas de Gandhi hasta el mar?

Abbie nos dice todo el rato que salgamos a la calle y nos adentremos en la aventura del espacio público. Él se planta en St. Mark's Place con una apertura desafiante y divertida y sí, pone en marcha el teatro, rompe la inercia, la gente se aleja de él y se acerca a él, mirando, sonriendo, enfadados, estremecidos, aliviados, riéndose y sintiéndose sexy. Esa calle sigue ahí y la Paz está esperando a conocer nuestro propio y alocado FREE.
¡Revo-luya! 2
Bill Talen
alias Reverendo Billy
Brooklyn, Nueva York
Traducción de Tomás Cobos

El Reverendo Billy dirige la Iglesia del No Consumo [The Church of Stop Shopping], un grupo de Nueva York que se opone radicalmente al consumismo.

  1. Seudónimo con el que Abbie Hoffman firmó originalmente Yippie! Una pasada de revolución, aquí utilizado por Talen como conjunto de valores que encarnaba Abbie. (N. del T.) 
  2.  En el original, Change-a-lujah (‘Cambioluya’). (N. del T.)

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