Posdata de Margarita Padilla a la entrevista del 9 de abril de 2009, publicada ahora (ilustrada, revisada y ampliada) en Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y transformación (Acuarela 2013). Margarita Padilla es hacker y trabaja “haciendo Internet” desde Dabne, una empresa cooperativa dedicada a hacer la web con software libre. En diciembre de 2012, publicó El kit de la lucha en Internet (editorial Traficantes de Sueños, pdf disponible en el enlace).
Las luchas sociales (marea verde, marea blanca, PAH) chocan hoy una y
otra vez con una especie de techo de cristal: el cierre del sistema
político, que ignora todo cuanto sucede a su alrededor. De ahí que
buena parte de la discusión política por abajo gire sobre cómo alterar y
modificar las reglas del juego: proceso constituyente, Tercera
República, nuevos partidos políticos, etc. Se trata de disputar el
poder para abrir la situación a los cambios importantes y urgentes que
desea (según intuimos) una mayoría social. Pero, ¿qué poder tiene hoy
el poder (político)? ¿Sigue residiendo la soberanía (las reglas de
juego) en el Parlamento? ¿Por qué respondemos en el plano de la
política si los ataques los sufrimos en el plano de la economía? ¿Es
esa la única vía de cambio?
La
web 2.0 se construye sobre una paradoja: grandes negocios (apropiación
privada) y pasión por compartir (bien común). En una sociedad
compleja, la cooperación espontánea tiene un techo. Para que escale,
para que sea masiva, tiene que organizarse. De hecho, la cooperación
está organizada y se sigue organizando, aunque bajo distintos modelos.
El Estado, recaudando impuestos para redistribuir la riqueza, no deja
de ser un dispositivo de cooperación. Así como también lo son, cada uno
bajo su enfoque, Facebook o la Wikipedia.
La
paradoja se produce cuando unos cuantos dispositivos superprivativos
(empresas sin vocación social) han conseguido hacerse con la hegemonía
en la organización de la cooperación (en la Red). Esta paradoja hace que
la cooperación no sea totalmente autónoma, no esté “liberada”.
¿Cómo se ha compuesto el movimiento 15-M con esta paradoja? En mi
opinión, el 15-M se proyecta en una nueva paradoja: los ataques se
sufren en el plano de la economía (“No somos mercancías en manos de
políticos y banqueros”) y la respuesta se organiza en el plano de la
política (“Democracia real ya”). Soy consciente de que simplifico mucho
y de que hay muchos matices. Sé que la respuesta también se está
organizando en el plano de una nueva economía, con creación de
cooperativas, banca sin intereses, etc.
Pero no he
conocido ningún atisbo de iniciativa para organizar una desobediencia
civil económica en respuesta (por ejemplo) al aumento del IVA, cuando
gran parte de este impuesto lo recauda la ciudadanía que luego se lo
entrega al Estado. ¿Qué hubiera pasado si las empresas que están
gestionadas por ese 99% del que habla el 15-M, que son muchísimas dada
la gran cantidad de PYMES que hay en España, hubiera organizado la
desobediencia a esta subida de impuestos y siguiera recaudando el IVA
con los porcentajes anteriores?
Se podrá aducir que
plantear tal desobediencia es una locura inviable. Y es verdad. Pero,
¿acaso es menos locura plantear un proceso constituyente para cambiar
las reglas de juego de la política? (Ciertamente, el llamamiento a
rodear el Congreso e iniciar un proceso constituyente no surge
directamente de los indignados, pero creo que es evidente que esta
iniciativa surge al calor del clima social creado después del 15-M).
Mi pregunta es si el llamamiento a iniciar un proceso constituyente es
una táctica, porque es más fácil y más viable que organizar la
desobediencia civil económica, o bien los promotores creen
verdaderamente que es una posibilidad real de cambio.
Distanciándome un poco de la coyuntura inmediata, mi pregunta es qué
eficacia puede tener responder en la política cuando el ataque se está
sufriendo en la economía (recortes, desempleo, desahucios, etc.) ¿Qué
estrategia hay en este zigzag? Quizás responde a la intención de no
responder de frente sino en diagonal, buscando el colapso del sistema
en su punto más débil, que claramente es el sistema político.
Aceptando esta intención se me ocurren dos posibles lecturas: una es
que hay una inteligencia colectiva que evalúa cuáles son las
estrategias más viables y eficaces dada la actual relación de fuerzas.
Otra es que verdaderamente se cree que la política debe estar por
encima de la economía, es decir, que debe ser soberana respecto a la
economía. Y también podría ser un poco de cada.
Yo,
ahora mismo, no sé qué pensar. Mi intuición me dice que el 99%, en las
actuales circunstancias, tiene de hecho más poder (del bueno) en la
economía que en la política. Sin embargo para ejercer el poder en la
economía cada cual debe producir un cambio muy grande en su vida
(llámalo decrecimiento, llámalo responsabilidad social y
medioambiental...), mientras que para ejercer el poder en la política el
cambio vital no precisa ser tan grande. La clave está en que en
política se delega más que en economía.
(noviembre, 2012)
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