(Segunda parte del prólogo a Fuera de Lugar. Conversaciones entre crisis y transformación, por Amador Fernández-Savater. Es un texto largo, lo puedes leer o imprimir en PDF aquí)
Escuchar y editar
La propuesta que le devolví a Nacho Escolar consistía en un espacio
de entrevistas, con regularidad quincenal, que sostuve durante dos años
y medio más o menos. Es decir, en lugar de opinar sobre todo y
cualquier cosa, se trataba de buscar y dar la palabra a algunas voces
(más o menos visibles o escondidas) que hacen un trabajo de pensamiento
sobre problemas específicos. Ofrecer, no tanto una opinión más, como
un ramillete de voces. Una investigación coral sobre nuestra realidad
entre crisis y transformación.
«Fuera de Lugar» quería ser un espacio donde acompañar, catalizar y
dar a conocer a otros el pensamiento de otros, como lo fue para mí la
revista Archipiélago o lo es la editorial Acuarela. Un trabajo
que me permite satisfacer mis inclinaciones naturales: curiosear,
conversar, articular, investigar, compartir... Pero «dar la palabra» no
es un ejercicio pasivo ni significa negársela uno mismo. Más bien todo
lo contrario. François Zourabichvili ha escrito estas líneas sobre el
papel del «comentador» en filosofía: «No hay posición subyacente y
autónoma del comentador, sino causa común del autor comentado y del
autor que comenta (…) Se trata de una manera de prestar la propia voz a
las palabras del otro, lo que termina por confundirse con su reverso,
es decir, hablar por cuenta propia tomando la voz del otro».
Zourabichvili habla de una «zona de indiscernibilidad» entre comentador
y comentado. Pienso que algo muy parecido puede darse también entre
entrevistador y entrevistado. Tampoco hay una posición autónoma del
entrevistador con respecto al entrevistado, sino que, a través del
trabajo de escucha y edición, se arma una causa común y las voces
entran en cierta confusión.
Me explico. Por un lado, la entrevista es una indagación en el
pensamiento del otro. El arte de dar espacio, dejar espacio, dejar
hablar, hacer decir. No se trata tanto de discutir, polemizar o «ir a
pillar», como de meterse en el carril del otro y preguntar desde ahí.
Los amigos del colectivo argentino Situaciones proponen la siguiente
distinción entre crítica y objeción: la crítica es exterior, un
distanciamiento afectivo que ya no permite pensar al interior de un
proceso común. Polarizar entre dos posiciones puede ser estimulante en
algunos casos, pero también volver muy rígida la conversación,
inhibiendo las dudas y los claroscuros. La objeción por el contrario es
interna, un momento necesario del pensamiento para seguir avanzando.
La objeción empuja, pero no fuera de tu camino, sino hasta el final de tu propio camino.
«Son entrevistas de amigo», me dijo alguien. Y es verdad. Me considero
amigo del pensamiento de todos los entrevistados: me interesa y lo
valoro, quiero llevarlo más lejos o a otros sitios, agotar sus
posibilidades, impregnarme de él y darlo a conocer. Esa complicidad
permite recorrer con el otro un camino de pensamiento.
Por otro lado, la entrevista es también un trabajo de edición. Las
conversaciones son muchas veces un caos, por su propia naturaleza a la
deriva y aleatoria. El trabajo de edición (re)construye un recorrido en
ese caos. Clarifica, pone el acento en lo importante y devuelve un
mensaje. Es un trabajo de orfebrería muy gozoso y delicado: uno tiene
auténticas joyas a su disposición, pero hay que entresacarlas, pulirlas
bien y darles una estructura. Parafraseando a Juan Gutiérrez, si la
escucha es inspiración («cuéntame más, qué relación tiene esto con
aquello»), la edición es expiración («de qué hemos hablado, en torno a
qué preguntas o ideas ha girado la cosa»). Lo mejor que puede pasar con
la edición es lo que ocurre a veces con un árbitro de fútbol: nadie
nota su presencia, como si el juego fluyese solo. Y la mayor alegría es
cuando —aunque exagere— un entrevistado te dice tras releerse: «Me has
ayudado a entenderme a mí mismo» o algo por el estilo. Pero la teoría
siempre es más fácil que la práctica. Muchas veces uno actúa como un
mal árbitro: dirige o interviene en exceso, se hace notar demasiado,
reduce el caos pero también la frescura del juego, etc.
Desafíos y límites
«Fuera de Lugar» era una apuesta por el pensamiento en un medio de
comunicación. Es decir, no descuidaba la actualidad, sino que trataba de
ayudar a pensarla por fuera de los posibles prescritos y la
superficialidad mediática («donde nada lleva a nada y todo se evapora»).
Dirigirse a cualquiera, no sólo a los lectores especializados de las
revistas críticas, aprender a mezclar periodismo y pensamiento,
tratando de aportar algunas imágenes que vienen por ejemplo del mundo
de la filosofía para mirar de otra forma la actualidad, trabajar al
ritmo de un periódico sin ceder por ello a la facilidad o la
banalidad... Se aprende y se crece mucho saliendo de las propias zonas
de confort y colocándose en espacios incómodos. Marco Schwartz y Lucía
Álvarez me ayudaron también a ello desde la redacción de Público.
El desarrollo de la sección tuvo también sus limitaciones. En primer
lugar, el espacio. Tan exiguo en papel y siempre en función de la
llegada o no de la publicidad en el último momento. La publicación en
papel se fue convirtiendo cada vez más en un pretexto para la
publicación en el blog. No solo porque allí podía ofrecer las versiones
íntegras de las entrevistas, sino también porque no hay color entre el
rebote que se recibe en uno u otro medio. En el papel, en el mejor de
los casos, algún comentario personal. En la Red, respuestas inmediatas
de desconocidos, reenvíos en las redes sociales y réplicas en otros
blogs. Son esferas públicas de discusión completamente diferentes: una
distante y silenciosa, la otra mucho más horizontal y participada.
Personalmente, me resultaba bien interesante poder seguir los efectos
que generaban las entrevistas: cómo se leían, desde dónde, qué
reacciones suscitaban. Rara vez contesté inmediatamente a los
comentarios, pero muchos me dieron qué pensar y les respondí más tarde y
en otro sitio. Y aunque las versiones íntegras de las entrevistas son
largas para los estándares de la Red, apenas recuerdo quejas al
respecto. Creo que el trabajo de edición es decisivo en este punto:
permite la lectura sostenida de un texto más largo, denso o complejo.
En segundo lugar, la exigencia que me llegaba desde el periódico de
«palabra experta». Todo lo crítica o radical que yo quisiese, pero
autorizada. Los títulos académicos siguen siendo la acreditación de que
se tiene algo que decir en este mundo, aunque hoy los saberes desborden
tan ostensiblemente las instituciones tradicionales y haya tantísimo
conocimiento complejo y de calidad funcionando en sus márgenes.
Entrevisté a varios «expertos en experiencia», como les llama Antonio
Lafuente en este libro: expertos en lo que les pasa. Maquillé levemente
la presentación de algunas voces que desarrollan un trabajo de
pensamiento repleto de claves para interpretar el presente pero sin
muchos títulos detrás. Y por lo general busqué, entre los discursos con
algún tipo de acreditación intelectual, los que están atentos a las
corrientes de fondo que cambian las cosas, los que son capaces de
aportar imágenes útiles para el hacer.
Por último, aunque la mayoría de las personas entrevistadas piensan
muy entremezcladas en experiencias colectivas, no supe dar espacio y
mostrar formas colectivas de elaboración de pensamiento: grupos,
bandas, plataformas o colectivos de enunciación. (...)
Tercera parte del prólogo
Tercera parte del prólogo
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