‘La estrella de la mañana’ es la octava entrega del cómic 'Las aventuras del capitán Torrezno' y consolida el estilo de Santiago Valenzuela.
Tomás G. Cobos e Iván Martín. 21/02/13
Imagina
un micromundo fantástico sumido en el caos y el temor a un invasor
oriental donde políticos, eclesiásticos y generales se pelean por
explotar los objetos de culto religioso –el gigantesco DNI de un
mindundi llamado José Hilario Viñeiredo y un descomunal billete de cien
pesetas con la estampa de Falla– mientras la superstición y el
milenarismo atenazan a un pueblo hambriento e ignorante de las maniobras
que se gastan los de arriba.
En este mundo de tribus guerreras, ciudades míticas y vestuario grecorromano-medieval aterriza con tremenda resaca el Capitán Torrezno, un borrachín de barrio obrero de Madrid procedente del “mundo real” (o superior) que no tarda en convertirse en héroe, medio por chiripa medio por un sentido común de barra de tugurio, y demuestra que hasta el más incapaz tiene tantas –o tan pocas– dotes de mando como políticos, militares, estrategas y pontífices.
Sobre esta trama central y con el placer de narrar como única premisa, Santiago Valenzuela –Premio Nacional de Cómic en 2011 por Plaza Elíptica, la anterior entrega de la saga– despliega un fascinante microcosmos gulliveriano a medio camino entre la parodia y el homenaje. En este sentido, el Torrezno sería a El Señor de los Anillos lo que El Baile de los Vampiros al cine de terror.
El guión es complejo, la historia –como el dibujo– se estratifica (Sigue leyendo)
En este mundo de tribus guerreras, ciudades míticas y vestuario grecorromano-medieval aterriza con tremenda resaca el Capitán Torrezno, un borrachín de barrio obrero de Madrid procedente del “mundo real” (o superior) que no tarda en convertirse en héroe, medio por chiripa medio por un sentido común de barra de tugurio, y demuestra que hasta el más incapaz tiene tantas –o tan pocas– dotes de mando como políticos, militares, estrategas y pontífices.
Sobre esta trama central y con el placer de narrar como única premisa, Santiago Valenzuela –Premio Nacional de Cómic en 2011 por Plaza Elíptica, la anterior entrega de la saga– despliega un fascinante microcosmos gulliveriano a medio camino entre la parodia y el homenaje. En este sentido, el Torrezno sería a El Señor de los Anillos lo que El Baile de los Vampiros al cine de terror.
El guión es complejo, la historia –como el dibujo– se estratifica (Sigue leyendo)
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