Aquí va la segunda parte del texto de Mireia Sentís para el catálogo de la exposición que ella misma comisarió en La Casa Encendida, "Pintores de Aztlán". Texto clave para encuadrar y contextualizar el Movimiento Chicano y la obra de Óscar Zeta Acosta en particular.
Mireia Sentís es fotógrafa, profesional de prensa, radio y televisión, y directora de BAAM (Biblioteca Afro Americana Madrid). Es autora del libro Al Límite del juego (1994), dedicado a siete artistas de la vanguardia estadounidense más heterodoxa (entre ellos, Abbie Hoffman) y de En el pico del águila (1998), primer libro editado en España acerca de la cultura afronorteamericana.
Orígenes y formación del Movimiento
Chicano
Al finalizar los años cincuenta,
justo a continuación de la era McCarthy, la conciencia social de Norteamérica
estaba activándose. En buena parte, gracias a la lucha por los derechos civiles
emprendida con ahínco por la comunidad afroamericana, cuya manera de
organizarse y de utilizar los medios de comunicación sirvió de ejemplo e
inspiración a la comunidad latina.
El Movimiento Chicano nace a
principios de la década siguiente, los 60, como respuesta generacional al
sentimiento de alineación experimentado por los méxico-norteamericanos. De un
lado, no se identifican con el mundo de sus progenitores, cuyas costumbres ni
siquiera comprenden: “Si mis abuelos quieren que siga las tradiciones
mexicanas, ¿por qué mis padres me instigan a hablar inglés?” De otro, son
conscientes de su situación de exclusión de la cultura dominante, cuya lengua,
sin embargo, comparten.
El Chicano Movement —o también El
Movimiento, La Lucha, La Causa, nombres dados indistintamente al despertar de
la conciencia chicana— se constituye como una suma de campesinos, estudiantes,
artistas e intelectuales atrapados entre dos culturas. “El chicano no es
bicultural, sino entre-cultural”, señala Juan Bruce-Novoa. “Un chicano es un
mexicano norteamericano —resume el sociólogo Santo Martínez— comprometido con
la creación de una conciencia que permita acelerar el cambio social y
actualizar una realidad cultural autónoma como norteamericanos de ascendencia
mexicana”.
En 1962, Reies López Tijerina,
campesino de Nuevo México, funda la Alianza Federal de Pueblos Libres, dedicada
al cumplimiento del tratado de Guadalupe Hidalgo. Sus programas de radio se
escuchan en toda la región, y en su estandarte figura un arco iris con el lema
“La justicia es nuestro credo y la tierra nuestra herencia”. Tijerina, que
logra reunir pruebas sobre expropiaciones ilegales —visitando incluso El
Archivo de Indias en Sevilla—, es encarcelado por incitación al desacato. Pero otros
grupos florecen por todo el suroeste: MAPA (Mexican-American Political
Association), PASSO (Political Association of Spanish Speaking Organization) y,
sobre todo, la United Farm Workers (UFW), creada ese mismo año en California
por César Chávez.
Para entonces, la comunidad
méxico-norteamericana asciende a cerca de cinco millones de habitantes. La zona
de mayor crecimiento es California, y en particular Los Ángeles. César Chávez,
quien había formado parte de la CSO (Community Service Organization), centrada
en las preocupaciones de la clase media urbana, decide unirse a las luchas de
los movimientos civiles en representación de una clase que aún no había
obtenido nada: los campesinos.
César Chávez |
En 1966, en Denver (Colorado), el ex
boxeador Rodolfo “Corky” Gonzáles funda la Cruzada por la Justicia, que en 1969
convoca la Conferencia de la Juventud para la Justicia. Ante más de tres mil
asistentes, el dramaturgo Luis Valdez —que acabaría dirigiendo películas tan
determinantes como La Bamba, I am
Joaquín, Zoot Suit o Los Vendidos—
y el poeta Alurista presentan el Plan
espiritual de Aztlán, documento que propone un camino a seguir para la
mejora de las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales. Varias
asociaciones estudiantiles, a las que se unen jóvenes latinos no originarios de
México, irrumpen con fuerza en el territorio chicano: MAYO (Mexican American
Youth Organization) y La Raza Unida, en Texas; MECHA (Movimiento Estudiantil
Chicano de Aztlán), en California.
Rodolfo “Corky” Gonzáles |
Aunque la clase media latina sea
cada vez más amplia, el constante flujo de inmigrantes incrementa el
contingente de la clase obrera, hispanohablante por definición. El castellano
es tan potente que entre la comunidad hispana circulan todo tipo de productos
manufacturados por hispanos para hispanos. Samuel Huntington, catedrático de
Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, ha advertido de que la
sociedad estadounidense corre el peligro de sufrir una división entre un país
que habla español y otro que habla inglés. Contrariamente a esa hipótesis, la
mayoría de los latinos de tercera generación —el 65% del total de la población
hispana— abandonan su lengua nativa.
La frontera entre Estados Unidos y
México, la más concurrida del mundo, se extiende a lo largo de los 3.130
kilómetros del Río Grande. Por ella, cruzan ilegalmente cada año un millón de
personas procedentes de países de Latinoamérica, ciento cincuenta mil de las
cuales logran quedarse. En 2005, cerca de diez mil patrulleros (border patrol) se dedicaban a vigilar el
paso, y otros mil quinientos formaban una especie de segunda barrera. El
Gobierno norteamericano invierte millones de dólares por kilómetro cuadrado en
instalación de muros y cámaras de vigilancia, que espera compensar con un
ahorro equivalente en gastos policiales y administrativos.
Educación, derechos civiles, salud,
racismo institucional, pobreza, ecología, participación política, derechos
sobre las tierras, arte. Todos estos capítulos han sido objeto de atención por
parte del Movimiento Chicano, que ha creado clínicas, agencias de servicios
sociales, asesorías legales, programas de formación profesional, publicaciones,
grupos de teatro y talleres artísticos que han dado expresión a la historia, la
cultura y la lucha chicanas.
El término chicano ha sido aplicado de diversas y contradictorias maneras: por
mexicanos, a compatriotas que cruzaban la frontera en busca de trabajo; por
mexicano-norteamericanos a mexicanos, y viceversa; por mexicano-norteamericanos
que conservaban su herencia latina a mexicanos norteamericanizados que le daban la espalda… En la actualidad, ser
chicano no sólo quiere decir haber nacido al norte del Río Grande (“norteño”),
sino compartir una actitud que reconoce como singular riqueza el hecho de
representar el encuentro de varias culturas.
Lee aquí la primera parte del texto:
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