Por David Bizarro, Tentaciones (El País), 5 de diciembre de 2011
Hasta la reciente publicación de Cuerpo (Acuarela Libros / Antonio Machado, 2011), Harry Crews era un completo desconocido en nuestro país. “En cierto modo, todavía sigue siéndolo”, nos confiesa uno de sus reponsables, Jesús Llorente, “pero llevamos meses trabajando para que eso cambie”. En el blog de Acuarela pueden leerse varios artículos y entrevistas que sirven de inmejorable carta de presentación para aquellos lectores que estén interesados en descubrirlo.
La tormentosa vida de Harry Crews ha sido utilizada en repetidas ocasiones como reclamo publicitario. “Era algo que nos preocupaba un poco antes de publicar el libro”, prosigue Llorente. “Teníamos miedo de que el público se hiciera un idea equivocada y que el personaje devorase al artista.” Y con razón, porque en muchos aspectos la vida del propio Crews podría confundirse con la de alguno de sus personajes. Su presencia intimidante y carácter pendenciero se traducen en una interminable lista de lesiones y cicatrices, la última de las cuales le llevó a la UCI hace un par de años. “La ira me ha ayudado en muchos momentos de mi vida y tengo que confesar (…) que me volví un ser furioso. Un auténtico cabronazo”. A día de hoy, lejos de haberse aplacado, se esfuerza por ganarle la carrera al cáncer contra el que lleva luchando durante años. Lo justo, al menos, para poner punto final a su última novela.
"Hay algo bonito en una cicatriz. Una cicatriz significa que la herida ya no te duele, que se ha cerrado y sanado para siempre"
Ante semejante carta de presentación, no es de extrañar que haya quien le considere un loco peligroso. Ellos se lo pierden porque, socavando la tosca apariencia de sus palabras, la obra de Crews demuestra un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Sus páginas transmiten esa clase de verdad incómoda que solamente puede sobrellevarse con generosas dosis de humor negro. Y eso a pesar de que ni él mismo se considere un tipo divertido; de hecho, se ríe más bien poco y lleva tatuado en el brazo un verso de e.e. cummings: How do you like your blue eyed boy, Mr. Death?, justo debajo de una calavera.
En palabras del socio de Llorente, el traductor Javier Lucini, a la hora de hablar del autor de A Feast of Snakes (1976) “los paralelismos con Bukowski, Hunter S. Thompson y Palhaniuk son bastante forzados. En cierta medida funcionan como ganchos comerciales para vender más libros, pero no reflejan el verdadero espíritu de Crews”. No se adivina un plan maestro detrás de cada libro, sino que escribe tal y como vive, evitando repetirse y rompiendo sus propias reglas a cada párrafo. “La suya es una carrera extraordinariamente prolífica y variada. Posee una voz propia y un estilo que le aporta homogeneidad, sin importar lo radicalmente diferentes que son un libro de otro. Eso es lo que hace de él un autor verdaderamente especial.”
O un género en sí mismo, por mucho que se le suela encasillar dentro del denominado “gótico sureño”. Como el propio Crews justifica con su magistral evocación autobiográfica A Childhood: The Biography of a Place (1978), su literatura se aferra al terruño natal, delimitando una geografía personal que remite de manera perversa al naturalismo de Flannery O’Connor y Carson McMullers. Pero también al retrato, entre poético e intimista, de William Faulkner y Truman Capote; y, sobre todo, al delirante humorismo de John Kennedy Toole.
“La mejor literatura es simple, concreta y directa. Para aspirar a algo así tienes que ser preciso como un neurocirujano”
Durante el tiempo que pasó alistado en los marines, el joven Crews aprovechó para sacarle punta a su estilo mientras devoraba las obras completas de Mickey Spillane y Graham Greene. Como resultado, en su prosa conviven la ruda pulsión hard boiled y el perfil psicológico; su literatura es visceral, violenta y grotesca, pero también extrañamente tierna y emotiva. “Uno de los aspectos que más suelen sorprender de Crews es el respeto con el que trata a sus personajes”, apunta Lucini. Famoso por la amplia galería de freaks y basura blanca que pueblan su particular imaginario, Crews hace acreedores a sus protagonistas de una pequeña parcela íntima de dignidad que los eleva por encima del estereotipo y el esperpento.
“Quizá si escribo acerca de personajes masculinos enajenados, sea porque esa enajenación procede directamente de mi propia vida”
Criado en el seno de una familia de aparceros del Sur de EEUU, Crews sirvió en la guerra de Corea, fue campeón de los pesos ligeros de su regimiento y practicó karate durante más de veinte años. Como buen sureño, sus hobbies son la pesca, la caza y la cetrería. Su relación más duradera ha sido con el alcohol y los estupefacientes, y aún así (o precisamente por eso) ha tenido tiempo de escribir más de veinte novelas, un puñado de ensayos y guiones cinematográficos e impartir clases de Literatura Creativa en varias universidades.
La primera pregunta que se plantea el lector de Cuerpo (1990) es porqué ha tardado tanto en publicarse en castellano. Para Llorente, la respuesta está en las dificultades que entraña la traducción de su particular uso del lenguaje, plagado de intraducibles juegos de palabras y jerga sureña. “El reto consistía en respetar el texto original y evitar caer en los tópicos de siempre. Había que buscar un equilibrio y para eso trabajamos a tres bandas, entre Javier, Tomás Cobos y yo. Cada uno de nosotros aportamos un bagaje diferente a la traducción, buscando el término intermedio que nos convenciese a todos.”
De ese modo consiguieron adaptar el dialecto redneck de la manera más inteligible posible, evitando las molestas notas a pie de página que entorpecerían la lectura. Por suerte para aquellos que se acerquen por primera vez a la obra de Crews, lo han conseguido tirando de referentes reconocibles del castellano con los que ell lector español está más familiarizado: una mezcla de andalúz y manchego, mezclado con un poco del personaje de Cletus en Los Simpson. “Lo más complicado ha sido conservar el ritmo interno de algunos diálogos”, reconoce Lucini. “Existen estudios sorprendentemente académicos sobre su uso del lenguaje. Algunos de sus personajes, por ejemplo, se expresan de un modo característico, muy influenciado por el rap.”
Tras salir más que airosos del reto, reincidirán próximamente con “The Gospell Singer” (1968), la primera novela de Crews. “Estamos dispuestos a seguir adelante con la publicación de sus obras en castellano hasta donde nos sea posible, aunque somos conscientes de que no se trata de un escritor demasiado popular, ni tan siquiera en EEUU. Le rodea un aura de culto, pero sus libros no son fáciles de encontrar. Si entras en Amazon, la mayoría de sus títulos están disponibles de segunda mano, porque apenas ha sido reeditado”.
Aún así, la subversiva influencia de Crews ha hecho mella en escritores como Larry Brown y Barry Gifford y en 1989 Kim Gordon y Lydia Lunch le rindieron un sentido homenaje discográfico. Sin ir más lejos, Sean Penn y Crews son amigos íntimos desde hace décadas. El actor le dio un papel al escritor en su debut como realizador, Extraño vínculo de sangre (1991), y Crews le devolvió el favor dedicándole su escalofriante Scar Lover (1993). En la actualidad Penn es el propietario de los derechos cinematográficos de la mayoría de sus libros, pero hasta el momento sólo existe una adaptación para la gran pantalla: The Hawk is Diying (Julian Goldberger, 2006) con Paul Giamatti. “No debe de resultar demasiado fácil rodar una película sobre un tipo que se come un automóvil pieza a pieza o una panda de culturistas chiflados”, bromea Lucini.
"Todo el mundo contaba historias. Era una forma de afirmar quiénes eran en el mundo. Era su manera de comprenderse a sí mismos"
“Por suerte, la acogida del libro está siendo buena”, concluye un Llorente satisfecho. “El otro día me encontré a un tipo leyéndolo en el metro. Me fijé en él para ver qué cara ponía, si se reía o algo. Pero nada; iba pasando las páginas completamente absorto. Es curioso, porque a mí todavía me pasa lo mismo. Cuando nos llegó el libro de la imprenta, después de haberlo leído, corregido y revisado tantas veces, me sorprendió el hecho de que no podía parar de leerlo. Y eso no es algo que pase precisamente a menudo.”
* Harry Crews, Cuerpo, ed. Acuarela Libros / Antonio Machado, 2011, pág. 46
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