En Preganziol, desde hace varios días (tras un informe del noticiero nacional TG3), el gobierno municipal liguista (Liga Norte) se está defendiendo de la acusación de haber hecho "desaparecer" de la biblioteca los libros de Roberto Saviano. El conocido autor de la Campania habría caído en desgracia ante los muchachos de camisa par verde a causa de su monólogo televisivo acerca de la Liga Norte que "dialoga" con la 'Ndrangheta. Algunos ciudadanos organizaron una manifestación en el día y hora antes mencionados, y diversos escritores -"proscritos" y no- confluirán en Preganziol para decir lo suyo.
Esta es una historia "paralela" pero significativa, sintomática. Ha salido a la luz gracias a la campaña contra las listas de proscripción de la derecha véneta. Removiendo el terreno, se encontraron restos de viejas ánforas, que tiempo atrás contenían pudor y moderación. Pudor y moderación que te hacían pensarlo dos veces, antes de proponer bestialidades anticonstitucionales como la operación de limpieza -oficial o "extraoficial"- de las bibliotecas.
El asunto de Preganziol no tiene que ver directamente con el caso Battisti: distinto es el pretexto, distinto es el autor perjudicado, distinta es la fuerza política implicada. Pero terreno es el mismo. El contexto es el mismo. La lógica es la misma.]
La iniciativa emprendida por varios exponentes políticos del Véneto –del consejero provincial veneciano Speranzon a la consejera regional de Instrucción Donazzan, pasando por los pronunciamientos de varios exponentes políticos de menor o mayor peso político- es de una gravedad sin antecedentes.
Tomando como pretexto la suscripción de una apelación en la cual se pedía al gobierno francés que no revocara el derecho de asilo a Cesare Battisti, la clase dirigente véneta, legitimada por el “liberal” Luca Zaia, pidió primero la retirada de las bibliotecas públicas, y luego de las escuelas públicas de TODOS los libros de los autores que firmaron la apelación, de Massimo Carlotto a Tiziano Scarpa, pasando por Nanni Balestrini, Daniel Pennac, Giuseppe Genna, Giorgio Agamben, Girolamo De Michele, Vauro, Lello Voce, Pino Cacucci, Christian Raimo, Sandrone Dazieri, Loredana Lipperini, Marco Philopat, Gianfranco Manfredi, Laura Grimaldi, Antonio Moresco, Carla Benedetti, Stefano Tassinari, Wu Ming, y muchos más que no acabaron en la lista negra solo porque no añadieron “escritor” a su propio nombre y apellido.
La proclamada voluntad, por parte de estos nuevos inquisidores, de reaccionar contra la decisión del gobierno brasileño es pura hipocresía: la región Véneto se convirtió, precisamente en los años del “caso Battisti”, en un importante socio económico del Brasil. Mientras los políticos de derechas reclamaban a grandes voces el boicot de las relaciones Italia-Brasil, la región Véneto gastaba 185.000 euros para enviar una delegación al 22° Festival del Turismo de Gramado, que tuvo lugar del 18 al 21 de noviembre de 2010. En realidad Battisti no es el único, ni el principal, prófugo italiano que Brasil no extradita (y lo mismo vale para muchos prófugos brasileños que se refugiaron en Italia): solo es el hombre adecuado en el lugar adecuado en el momento adecuado, es decir, cuando se necesitaba un arma de distracción masiva para llenar las páginas de los periódicos y quitar espacio a otro tipo de información.
Pero sería equivocado detenerse aquí. Como surgió gracias a la inmediata campaña de información promovida por decenas de escritores, sin distinción entre los que firmaron la apelación y no, desde hace tiempo se está llevando a cabo una censura de hecho en las bibliotecas vénetas, que afecta a autores como Marco Paolini o Roberto Saviano, culpables no de haber firmado una u otra apelación, sino de haber contado verdades incómodas acerca del Véneto, acerca de la fuerza política que lo gobierna, y acerca de las peligrosas relaciones entre exponentes liguistas y la 'Ndrangheta calabresa en Lombardía. La misma culpa es el elemento real que aúna, más allá de los pretextos ideológicos, a los escritores prohibidos: contar la realidad en un momento en el cual quienes tiene el deber de hacerlo encuentran económica y políticamente más cómodo esparcir la melaza del cotilleo, de la desinformación, de la producción televisiva de peleas por peleas. Oponemos la narración de la realidad a los reality show: he aquí nuestro crimen.
Es esta la razón por la cual se llevan a cabo comportamientos ilegítimos –ver la pretensión de la consejera Donazzan de enviar un documento de orientación política a las escuelas; o incluso ilegales –ver la invitación a cometer el delito de peculado por distracción de bienes públicos, en el cual incurren quienes sustraen un bien público, o sea, un libro en una biblioteca comprado con dinero público. Que esto suceda por mano de personas que desempeñan un cargo público tal vez pueda sorprender: pero de seguro no nos sorprende a nosotros.
¿Quiénes son, en efecto, los personajes de los que estamos hablando?
Son exfascistas, o posfascistas, que no tuvieron escrúpulos en solidarizarse con los Serenissimi que asaltaron, con el auxilio de un tanque blindado, el Campanario de San Marcos (Speranzon); que rechazaron la aprobación de un documento votado por todo el consejo regional véneto (mayoría y oposición) porque contenía la referencia a valores como “antifascismo” y “resistencia” (Donazzan); que no se avergonzaron de asistir a encuentros fascistas en honor de la Xª Flottiglia MAS, o de advertir al actor hebreo Moni Ovadia que no está cualificado para hablar de cristianismo en una transmisión televisiva (Donazzan). En toda evidencia, estos señores y señoras el fascismo no lo tienen “a sus espaldas” sino sobre sus espaldas.
Si luego vemos el tono de las declaraciones –la de Gianantonio Da Re, secretario provincial de la Liga Norte de Treviso, que invitó a echar el libro Gomorra a los roedores al parecer abundantes en los sótanos de Treviso, y de los cuales Da Re parece ser un experto; o la del inefable Speranzon, que declara haberse vuelto a prometer la lectura de Gomorra, algo que podría ser útil a quien quiera ser consejero de Cultura; por no hablar de las declaraciones sobre el relativismo y el nihilismo de la muy católica consejera Donazzan:
«¿Por qué en Italia no se roba y no se mata, por qué tenemos este sentido de la familia, por qué el informe tiene que girar sobre el eje del respeto y el perdón? Estos son los principios de comportamiento de quienes viven en Italia, provienen de un enfoque cultural hacia la religión católica, no provienen de otras religiones…».
Si prestamos atención a estos discursos, y a las mentalidades que los guían –porque la lengua se mueve si es que la mente quiere– también entenderemos de qué fascismo estamos hablando: Fascistas sí, pero de “Fascisti su Marte” [fascistas en Marte]*.
¿O tal vez es Marte que llegó si no a la Tierra, a Italia, o como mínimo a Véneto? Como escribía el 22 de enero pasado Umberto Curi en el “Corriere del Veneto”, un consejero
«ya no es, no tiene que ser, un exponente de una parte política, libre de perseguir sus propios objetivos más o menos nobles y de cultivar sus propias antipatías. [...] La tarea de quien ejerce la autoridad de instrucción es la de obrar para que la cultura, actualización, instrucción, formación, se difundan lo más ampliamente posible. En cuanto a ella no le compete en absoluto establecer qué lecturas se deben hacer y cuáles evitar, qué libros tienen que ser leídos y cuáles en cambio eliminados o prohibidos. No se trata de una sutileza, sino de la correcta interpretación de una función en sí misma muy delicada, para la cual no hay extravíos posibles, como el que ahora se discute».
De hecho sería muy grave que quien ejerce el poder político poseyera el poder de discriminar las ideas políticas según la proximidad o lejanía con la opinión del poder; sería muy grave incluso si no estuviéramos hablando de una persona que define a los combatientes de Saló como “mi parte política”.
Sería muy grave si la simple manifestación de una idea pudiera sobredeterminar la totalidad de la persona del autor, su historia, su producción intelectual, su figura pública; ¿saben, el señor Speranzon y la señora Donazzan, que el autor de Demonios y de Los hermanos Karamazov ha sido militante de un grupo terrorista? ¿Se prohibirá, por tanto, a Dostoyevski en las bibliotecas por “mal maestro”?
Sería muy grave si esto se hiciera para realizar un control preventivo de las ideas, dejando entender que una toma de posición en el presente podrá ser utilizada mañana contra el autor, según la variación de las condiciones políticas.
Sería muy grave si la circulación de las ideas que es garantizada y hecha pública por la existencia de escuelas y bibliotecas se convirtiera en un servicio regulado por el poder; si hasta las opciones escolares tuvieran que convertirse en algo de lo que hay rendir cuentas ante el poder; si ese “se asumirán la responsabilidad” pronunciado por el consejero Speranzon contra los eventuales objetores a su orden censoria se convirtiera en la regla en base a la cual se reglamentara el derecho al trabajo en las instituciones públicas; si profesores, bibliotecarios, y –¿por qué no?– libreros se contrataran o despidieran en base a la propria capacidad de someterse a la disciplina impuesta.
Sería muy grave incluso si esto pasara en Marte.
Pero aquí, en Italia, en Véneto, ¿no es acaso lo que ya está sucediendo? Con la reforma de la Universidad, las regiones participarán en las Fundaciones y los Consejos de Administración de las universidades; y es probable que un consejero tenga poder de decisión no solo en la asignación de los fondos de instrucción, sino también en la gestión de los fondos asignados; incluso un consejero como Elena Donazzan, que cree –y lo dice en público– que el antifascismo y la resistencia no son valores constitucionales porque no encontró estas dos palabras en la Constitución, podrá decidir con su voto el destino de la formación universitaria.
¿Acaso no está sucediendo ahora que los derechos de los trabajadores se encuentran seriamente amenazados por una serie de normas –del Anexo Sacconi sobre el Trabajo al Contrato Mirafiori, pasando por los nuevos reglamentos, como el denominado decreto Brunetta, que limitan los derechos de los empleados públicos? ¿que la vida misma de los trabajadores es cada vez más precaria e insegura, que el trabajo es cada vez más nocivo, es cada vez más instrumento de sometimiento y cada vez menos encaminado a la realización de la persona humana? Como la vida y el trabajo, también la cultura está cada vez más en peligro, cada vez más expuesta al control disciplinario, a la nocividad, a la precariedad. El solo hecho de contar la realidad –ya lo hemos dicho, lo repetimos– es un acto de insubordinación contra el poder disciplinario: es lo que nosotros los escritores hemos hecho siempre, lo que seguimos haciendo, lo que prometemos no dejar de hacer. A los estudiantes, precarios, obreros, intermitentes e insubordinados que en estos días preparan las próximas luchas les pedimos que combatan por nuestra batalla, así como nosotros combatimos por las suyas.
A los numerosos colegas de la escritura, de la música, de las artes, de la cultura y del conocimiento, que por la posición de privilegio que creen haber adquirido, por pereza, por indolencia, o también por presunción o cobardía aún no han hecho oír su propia voz les decimos que levanten el culo, ahora: si no es ahora, ¿cuándo?
por Scrittori contro il rogo [Escritores contra la quema] , Italia, 25 de enero de 2011
[Traducido desde el italiano por Nadie Enparticular]
Más información sobre la quema de libros en Italia
La Liga Norte esconde los libros que no le gustan (artículo en El País)
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