“¿Dónde estaba el americano[1] que tuviera alguna cosa y no deseara que fuese la más grande de todas cuantas existiesen?”, se pregunta uno de los personajes de Cuerpo, la desopilante y muy ágil novela de Harry Crews, que nos acaba de traer a España la unión entre las editoriales Acuarela Libros y Antonio Machado.
De músculos grandes, y de otras cosas, habla Cuerpo (Body), cuya publicación es un hito en la edición hispanohablante: es el primer libro traducido a nuestra lengua de Harry Crews, autor de culto y referencia de la literatura del sur estadounidense, ese sur que ha hecho posible la aparición de genios como Mark Twain, Eudora Welty, John Kennedy Toole o Carson McCullers.
Crews, que también pertenece a esa estirpe de escritores estadounidenses malditos que nos retratan el lado más oscuro de la opulenta sociedad estadounidense, narra en esta novela las vicisitudes de Shereel Dupont, aspirante al mayor título de fisicoculturismo del mundo, el Miss Cosmos, cuando su carrera hacia lo más alto se ve sacudida por el terremoto que significa la llegada imprevista de su rústica familia sureña (de Waycross, Georgia) para asistir a la consagración de la hija pródiga.
El certamen de Miss (y Mister) Cosmos tiene lugar en las instalaciones del hotel Blue Flamingo de Miami, concebido expresamente para que sea el paraíso de la tribu de los culturistas. Pero la llegada de los Turnipseed (en inglés, cabeza de nabo) lo ha convertido en un infierno.
Los Turnipseed son la familia de Shereel Dupont, quien decidiera enterrar su nombre original, Dorothy Turnipseed, porque, evidentemente, ningún jurado otorgaría el máximo premio mundial a una participante apellidada Cabezadenabo. El cambio de nombre, impulsado por su mentor y entrenador, Russell Muscle Morgan, fue abrazado con entusiasmo por la nueva Shereel. Ambos esperan que eso la ayude a superar a su gran contrincante, la escultural y negrísima Marvella Washington, entrenada por el archirrival de Russel Muscle, Wallace The Wall Wilson (autor de la pregunta que abría esta reseña).
La poderosa prosa de Crews (o la muy poderosa traducción de Javier Lucini) nos sumerge en un maremágnum de situaciones hilarantes y absurdas dignas del mejor Tom Sharpe, protagonizadas por un elenco de personajes tan grotescos y logrados que nos recuerdan a los de John Kennedy Toole.
No por ágil (que lo es) ni por divertida (que lo es) carece la novela de Crews de profundidad. Hablando desde la superficie de unas situaciones y unos personajes para los que la imagen es (casi) todo, Crews nos muestra el cariz más sórdido de sus anhelos, la fragilidad de los espíritus que se esconden bajo sus cuerpos olímpicos.
En Cuerpo no faltan el amor, la ternura, ni la tensión sexual. No faltan la violencia, las ambiciones desmedidas ni la sangre. No faltan el humor, el ritmo trepidante ni los diálogos envenenados. No faltan el alcohol, las armas ni las jeringuillas. Falta, sí, el aburrimiento.
Cuerpo nos habla de las bajezas de un heterogéneo grupo de seres humanos mediante la muy efectiva y sanísima tradición anglosajona de contar historias, tan lejos del terreno de las aburridísimas disquisiciones mentales en las que desgraciadamente se ha instalado gran parte de la fauna literaria hispanohablante. Con honrosas expresiones.
Este libro es tan bueno que es capaz de mostrarnos belleza en esos cuerpos moldeados a través de la hipertrofia muscular a nosotros, ciudadanos de a pie que no solemos ver en ellos sino un exceso de carne más cercano a la monstruosidad que al virtuosismo. Dicho de otro modo: Crews sumerge al lector en la piel y en la atmósfera de esta novela, no importa cuál sea la temática. Y a partir de ahí, a disfrutar.
Así que sólo me queda agradecer a los muchachos de Acuarela que nos hayan acercado a Crews. Y que estén preparando la traducción de su primera novela, The Gospel Singer. La esperamos con ansias.
Por Feliciano Tisera, en La Posta de la Vida (¡mil gracias!)
De músculos grandes, y de otras cosas, habla Cuerpo (Body), cuya publicación es un hito en la edición hispanohablante: es el primer libro traducido a nuestra lengua de Harry Crews, autor de culto y referencia de la literatura del sur estadounidense, ese sur que ha hecho posible la aparición de genios como Mark Twain, Eudora Welty, John Kennedy Toole o Carson McCullers.
Crews, que también pertenece a esa estirpe de escritores estadounidenses malditos que nos retratan el lado más oscuro de la opulenta sociedad estadounidense, narra en esta novela las vicisitudes de Shereel Dupont, aspirante al mayor título de fisicoculturismo del mundo, el Miss Cosmos, cuando su carrera hacia lo más alto se ve sacudida por el terremoto que significa la llegada imprevista de su rústica familia sureña (de Waycross, Georgia) para asistir a la consagración de la hija pródiga.
El certamen de Miss (y Mister) Cosmos tiene lugar en las instalaciones del hotel Blue Flamingo de Miami, concebido expresamente para que sea el paraíso de la tribu de los culturistas. Pero la llegada de los Turnipseed (en inglés, cabeza de nabo) lo ha convertido en un infierno.
Los Turnipseed son la familia de Shereel Dupont, quien decidiera enterrar su nombre original, Dorothy Turnipseed, porque, evidentemente, ningún jurado otorgaría el máximo premio mundial a una participante apellidada Cabezadenabo. El cambio de nombre, impulsado por su mentor y entrenador, Russell Muscle Morgan, fue abrazado con entusiasmo por la nueva Shereel. Ambos esperan que eso la ayude a superar a su gran contrincante, la escultural y negrísima Marvella Washington, entrenada por el archirrival de Russel Muscle, Wallace The Wall Wilson (autor de la pregunta que abría esta reseña).
La poderosa prosa de Crews (o la muy poderosa traducción de Javier Lucini) nos sumerge en un maremágnum de situaciones hilarantes y absurdas dignas del mejor Tom Sharpe, protagonizadas por un elenco de personajes tan grotescos y logrados que nos recuerdan a los de John Kennedy Toole.
No por ágil (que lo es) ni por divertida (que lo es) carece la novela de Crews de profundidad. Hablando desde la superficie de unas situaciones y unos personajes para los que la imagen es (casi) todo, Crews nos muestra el cariz más sórdido de sus anhelos, la fragilidad de los espíritus que se esconden bajo sus cuerpos olímpicos.
En Cuerpo no faltan el amor, la ternura, ni la tensión sexual. No faltan la violencia, las ambiciones desmedidas ni la sangre. No faltan el humor, el ritmo trepidante ni los diálogos envenenados. No faltan el alcohol, las armas ni las jeringuillas. Falta, sí, el aburrimiento.
Cuerpo nos habla de las bajezas de un heterogéneo grupo de seres humanos mediante la muy efectiva y sanísima tradición anglosajona de contar historias, tan lejos del terreno de las aburridísimas disquisiciones mentales en las que desgraciadamente se ha instalado gran parte de la fauna literaria hispanohablante. Con honrosas expresiones.
Este libro es tan bueno que es capaz de mostrarnos belleza en esos cuerpos moldeados a través de la hipertrofia muscular a nosotros, ciudadanos de a pie que no solemos ver en ellos sino un exceso de carne más cercano a la monstruosidad que al virtuosismo. Dicho de otro modo: Crews sumerge al lector en la piel y en la atmósfera de esta novela, no importa cuál sea la temática. Y a partir de ahí, a disfrutar.
Así que sólo me queda agradecer a los muchachos de Acuarela que nos hayan acercado a Crews. Y que estén preparando la traducción de su primera novela, The Gospel Singer. La esperamos con ansias.
Por Feliciano Tisera, en La Posta de la Vida (¡mil gracias!)
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