Reggae: del pueblo, para el pueblo |
Un viaje a la isla del tesoro del reggae
Dicen
con acierto que un libro es una ventana abierta a nuevos mundos, pero
a mí me gusta pensar en Bass
Culture: la historia del reggae como
un viaje, una expedición a tierras incógnitas donde en cada esquina
nos espera una revelación: una mañana brumosa, finales de los
cincuenta, te embarcas hacia el Caribe y dejas que Lloyd Bradley te
seduzca con una narcótica historia en la que danzan orgullosos
nietos de esclavos y se escuchan los tambores de la rebelión.
Sin
duda hay algo de ese trasfondo histórico en mi enamoramiento con el
reggae, ya que encontré en sus ritmos la fusión desgarradora entre
la tristeza de un pueblo azotado por la desgracia, por la separación
forzosa de su negra tierra madre, y al mismo tiempo una alegría
desbordante y embriagadora, repleta de ingenio y creatividad. Pero
claro, no nos engañemos, eso no lo veía todo el mundo. De modo que,
a principios del siglo XXI, me dije: voy a engañar a mis compañeros
de la editorial y publicar un libro de reggae porque me da la real
gana. Para camuflar mis egoístas fines, busqué durante años un
libro que no se quedara en mero onanismo reggaéfilo. Quería un
libro con algo más, quería que enganchara a mis amigos, decirles:
"¡Mirad
el tesoro pirata que he encontrado!". Porque, al fin y al cabo,
y en eso coincidieron de pleno mis socios acuarelianos, el objetivo
de la editorial es compartir, tejer redes de complicidad.
Y
ahí apareció Lloyd Bradley con esta obra, mítica en el mundo
anglosajón y traducida al francés, alemán, italiano y japonés. La
genialidad
de este anglocaribeño —creció
en el meollo de la cultura jamaicana de Londres—
consiste en abrir la historia a todos los públicos. Da igual que te
guste el reggae o no, como en los buenos documentales Bradley lo
narra todo como si se tratara de una novela histórica, con el gancho
musical como excusa, explicando por qué en Jamaica la independencia
de los ingleses (1962) se asocia ya indisolublemente al ska; por qué
el presidente socialista Michael Manley buscó el apoyo de Fidel
Castro ganándose la hostilidad de la CIA; por qué los sonidos
jamaicanos hipnotizaron por igual a Rolling Stones, mods, skinheads y
punks; por qué odiaban con tanta virulencia los negros británicos a
la policía y por qué se desataron las revueltas de Notting Hill;
por qué en los guetos amaban tanto el reggae (esta la voy a
responder yo: al fin los negros pobres de Jamaica tenían algo suyo,
al fin tenían una voz)... Bass
Culture nos
sitúa de lleno en plena Guerra Fría, en un despiadado mundo
postcolonial del que surge una forma de expresión popular, del
pueblo para el pueblo, que tendría el honor de ser la única música
global del denominado "tercer mundo". Por ello Prince
Buster agradece en la introducción que al fin alguien haya escrito
la historia verdadera del reggae, es decir la de una creación
colectiva, sin caer en las habituales sucesiones de hits
y estrellas mediáticas (con todo, Bass
Culture rinde
un merecido homenaje a la figura de Bob Marley).
La
sorpresa fue que a nadie se le había ocurrido comprar los derechos
en España (luego me enteré de que sí hubo fallidos candidatos
previos) y además me tocó la lotería cuando me cayeron seis meses
de excedencia en mi trabajo que pasé en Londres traduciéndolo. En
este proceso me pasó igual que al leer esos libros o películas que
te generan tanta curiosidad que tienes que correr a Wikipedia a
ampliar la información, ya sea para saber más sobre el papel de las
iglesias evangelistas en las revueltas de esclavos; para consultar
qué fue en Inglaterra del jamaicano de la voz de oro, Horace Andy;
para enterarme de si la CIA estaba realmente detrás de la
desestabilización del país en los setenta; o por supuesto, para
escuchar ese tema soul de los Heptones, este poema dub
que le dedica Linton Kwesi Johnson al profesor Blair Peach (asesinado
por la policía en una manifestación antirracista en Inglaterra) o
aquel experimento futurista de Lee Scratch
Perry.
Mis
socios picaron, el libro se publicó. Los seis meses sin sueldo
fueron una gozada. Todo por la maldita manía de compartir.
Tomás Cobos
Miembros de Acuarela discutiendo la publicación de "Bass Culture" |
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