“En aquel
Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de
una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda
una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y
los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía
el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al
Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que
ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las
Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste
perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por
Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas
Geográficas (Borges, “Del rigor de la ciencia”)
Las distopías o “utopías negativas” son obras de ficción que llevan
hasta un extremo de pesadilla elementos o tendencias reales ya activas
en el presente. Entre las más conocidas están por ejemplo 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley. No puedo evitar leer La hipótesis cibernética, del misterioso no-grupo Tiqqun,
como una obra de este tipo. Un relato, a la vez real e irreal, que
advierte y alerta sobre algo. ¿Sobre qué? La pesadilla que se dibuja
aquí es la de un mundo enteramente organizado en red:
transparente, conectado, dinámico, autoorganizado, fluido. Una lectura
que produce vértigo, sobre todo entre quienes hemos pensado en algún
momento la red como metáfora-herramienta de emancipación. Quizá por eso,
para protegerme, leo este ensayo como una obra de ciencia-ficción:
“exageran, sólo es un mal sueño”. ¿Seguro?
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