Bass Culture es la más extensa historia sobre el género musical de origen jamaicano
Ebet Roberts / Redferns |
Los duros datos: tres millones de habitantes, con una tercera parte sobreviviendo en una pobreza sin esperanzas. Una emigración que empequeñece incluso al exilio cubano. En contra de su lema oficial (“de mucha gente, una sola”), Jamaica sufre insoportables fracturas sociales, raciales y sexuales; la situación de sus mujeres convertiría a cualquier observador sensible en feminista radical.
En lo económico, depende del turismo, cuyo modelo principal —enclaves playeros muy protegidos— apenas reparte riqueza. Su bauxita depende de las incertidumbres del mercado mundial. En agricultura, su producto más valorado —la ganja, la hierba fumable— se exporta en la clandestinidad.
Con todo, Jamaica posee una historia de éxito única, prolongada durante los 52 años de independencia: su música. Una creación colectiva que no sólo ha forjado la identidad del país: se practica en todos los rincones del planeta. La productividad musical de Jamaica supera todo lo imaginable: en 1997, la Rough Guide calculaba que la industria local había generado unos cien mil discos en menos de medio siglo. Una cifra sospechosamente redonda, aunque quizás razonable teniendo en cuenta que la mayoría de las referencias jamaicanas son discos simples, con una canción por cada cara (frecuentemente, la misma canción en versiones diferentes) y tiradas mínimas.
El libro de Lloyd Bradley que ahora se traduce tiene fecha de 2001. Y el subtítulo original era When reggae was king, es decir, Cuando el reggae era el rey. Una manera elegante de avisar de que el autor cree que lo que ha venido después de —digamos— 1985 no es descendencia legítima del reggae o, en todo caso, no digna de su pedigrí. Un punto polémico, como pueden imaginar. La musicología del reggae ha sido obra de aficionados obsesivos, generalmente [Sigue leyendo]
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