2) ¿Qué es lo común, qué tenemos hoy unos y otros en común, qué nos hace semejantes y no sólo extraños o enemigos? Es la pregunta que atraviesa toda la filosofía contemporánea. Blanchot responde: no puede ser ninguna identidad, porque la identidad siempre construye un borde duro contra el otro. De ahí una apuesta paradójica por el vacío de identidad como cemento de eso común: "la extrañeza de lo que no podría ser común es lo que funda esta comunidad, eternamente provisoria y siempre ya desertada".
3) Hoy, cuando nos acosa por todos lados una palabra-marketing, una palabra-hechizo que quiere convencernos de esto o vendernos lo otro, cuando todo son discursos-estrategia que quieren provocar tales o cuales efectos en un público considerado como simple carne de cañón, objeto de propaganda, qué liberador resulta escuchar hablar a Maurice Blanchot de una palabra que debe su eficacia "al rechazo a hacerla depender precisamente de cálculos de eficacia práctica y política. En cierto momento, es preciso que sea pronunciada, cualesquiera puedan ser las consecuencias, no importa lo que pueda costar: he aquí su verdad; he aquí su fuerza; es una palabra justa".
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