Comunismo literario
Háblame de vuestra operación literario-política de la escritura colectiva y del no copyright.
Sobre la escritura colectiva se puede responder a dos niveles. Uno es que la literatura en realidad siempre ha sido colectiva, no existe la narrativa individual. La novela como tal no existiría sin un proceso que la ha dado forma y la ha transformado continuamente y es un proceso de cooperación social. Si pensamos en los poemas épicos de la antigüedad, veremos que no estaban compuestos por individuos sino por toda la comunidad, después una persona recogía todos los mitos y leyendas, pero se trataba de mitos que eran narrados y transformados constantemente, se les daba forma durante generaciones. Los otros precedentes de la novela en los últimos siglos han sido:
- El teatro isabelino, que era escrito de forma colectiva. Los autores intercambiaban historias y personajes, discutían juntos, ensayaban con actores que sugerían las respuestas, no había una división de papeles hiperespecializada como la que hoy hay entre autores, actores y público. Muchas de las tragedias y comedias isabelinas tenían versiones distintas y aquellas sobre las que nos basamos son las más recientes o bien son síntesis, montajes.
- la novela por entregas decimonónica, publicada en los periódicos. Es el antecedente más directo de la novela contemporánea, porque se ve como el feedback de los lectores puede cambiar radicalmente un texto. Hay un ensayo estupendo de Umberto Eco a propósito de Los misterios de París de Eugène Sue, donde se explica que los lectores mandaban cartas al periódico en el que se publicaba diciendo: “este personaje es odioso, quítalo”; o “porqué no se sitúa la acción en tal ciudad”, “pero cuándo vas a hacer que muera éste”.
Son todos procesos colectivos. Si existiese verdaderamente la escritura individual, entonces no existiría la novela. Nosotros cortamos por lo sano: no existe la escritura individual.
El otro aspecto de la respuesta es: ¿cómo nos arreglamos para escribir juntos? Una pregunta típica. Nosotros respondemos siempre que el método cambia de libro en libro, el método debe cambiar de acuerdo con la historia que se quiere contar. La constante es que hacemos mucha investigación histórica y que antes de empezar a escribir tenemos al menos el 90% de la trama, esbozada y dividida en secuencias. Entonces llegamos a un nivel en el que sabemos qué estilo queremos dar a cada cosa y podemos dividirnos el trabajo por capítulos que después releemos juntos. Para llegar a esto hemos tenido que trabajar durante años.
Respecto al no copyright: está claro, puesto que pensamos que la escritura es colectiva, la idea de propiedad intelectual de un escrito pierde vigencia. Nosotros plagiamos y “robamos” sin parar ideas de otros, y creemos que los demás deben de ser libres de hacerlo con las “nuestras”. Esto lo decimos con total honestidad: somos plagiadores como lo son todos los demás. Nos tocan los cojones los que dicen que tienen ideas originales, los que reproducen el mito del Autor, del Genio, se apropian de las ideas de otros sin decir que lo hacen, haciéndolas pasar por propias o ganando dinero sin reconocer la deuda. Si alguien quiere hacer dinero con las historias que escribimos, debe pagar, si alguien quiere cambiarlas o difundirlas de manera gratuita, puede hacerlo. Esta es la distinción fundamental. Nuestros libros son reproducibles hasta el infinito siempre que sea con fines no comerciales; por ejemplo, si un productor cinematográfico coge nuestras historias y gana dinero sin que nosotros veamos una lira, se trata de una política de rapiña típicamente capitalista enfrentada a las verdaderas dinámicas de producción y circulación del saber.
¿Es también en el sentido de la escritura colectiva como se debe entender vuestra presencia en el movimiento italiano?
Sí, en tanto que narradores de mitos estamos interesados en los movimientos, porque son forjas de mitos, los recuperan, los reinventan, los contienen y presuponen, los implican, remiten de unos a otros. En los movimientos se encuentran todas las hachas de guerra que hay que desenterrar y además se puede ayudar a desenterrarlas, porque quien sabe narrar apadrina el mito. Existe un uso inconsciente del mito: te limitas a asumirlo, como la bandera con la cara del Che Guevara, un mito que te viene dado y que no reformulas. Sin embargo, si se amplia la conciencia de cómo funciona un mito y de cómo puede ser útil, entonces habrá menos iconos del Che Guevara y una utilización del mito más parecida a la de los zapatistas, un mito que ha cambiado, la verdadera expresión de una comunidad que se desarrolla, que vive. Un mito debe estar vivo como la comunidad que lo narra, cuando se esteriliza se puede decir que también la comunidad se ha secado.
Curioso. Si en wu ming ganan dinero con la venta de las ediciones de sus libros ¿a quién pagan por todas esas ideas que han plagiado y "robado"? ¿o se trata de una política de rapiña típicamente capitalista enfrentada a las verdaderas dinámicas de producción y circulación del saber?
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